"La
política nacional en Estados Unidos se ha vuelto esclava de indicadores
macroeconómicos que tienen poca relación con el bienestar real. Para
muchos comentaristas, la instantánea de una tasa de crecimiento del 3,2%
durante el primer trimestre de 2019, combinada con una caída del índice
de desempleo al 3,6% en abril, implica la reivindicación de las
políticas económicas del presidente Donald Trump y, según algunos,
aumenta sus chances de reelección.
Pero
esta interpretación no tiene en cuenta lo que estos indicadores no
miden. Y lo que no miden es lo que realmente importa a la opinión
pública. (...)
Según la última encuesta de Gallup,
el 40% de los estadounidenses aprueba la rebaja impositiva de 2017,
contra un 49% que la desaprueba; una valoración neta negativa confirmada
por varias otras encuestasrecientes.
La opinión pública ve más allá de una mejora temporal del gasto y se
preocupa por el aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza y por el
creciente déficit fiscal. Siguiendo a Barro (a través de Ricardo), lo
más probable es que prevean futuras subas de impuestos.
El
rechazo continuado a la rebaja impositiva no es la única señal de
descontento popular; hay otras incluso más notorias. El país está dividido a partes iguales
en su valoración de la situación económica general; una mitad la
describe como “excelente” o “buena” y la otra mitad como “regular” o
“mala”. Un 49% de los estadounidenses cree que la situación económica
está mejorando, mientras que el 50% considera que está empeorando o se
mantiene igual. En términos generales, sólo el 31% está satisfecho con el rumbo del país, y el 67% está insatisfecho.
Los
indicadores macroeconómicos no expresan todos los aspectos de la
calidad de vida. Por ejemplo, pese a la expansión de la economía
estadounidense en años recientes, el país padece una crisis de salud
pública en aumento. (...)
Los índices de suicidio y las sobredosis de opioides están en alza. (...) Otra
epidemia alarmante que no aparece en el PIB o en los índices de
desempleo es el enorme aumento de la ansiedad de los estadounidenses.
Gallup lo expresó de este modo:
“Pese al éxito de la economía, el año pasado más estadounidenses
estuvieron estresados, enojados y preocupados que durante la mayor parte
de la década pasada.
Cuando se les pregunta cómo se sintieron ayer, en
2018 la mayoría de los estadounidenses (55%) dijo haber experimentado
estrés durante gran parte del día, casi la mitad (45%) dijo haber
sentido gran preocupación, y más de uno de cada cinco (22%) dijo haber
sentido mucho enojo”. En 2018, la tríada estrés‑preocupación‑enojo llegó
a un triple máximo decenal en Estados Unidos, que durante ese año fue
el séptimo país más estresado del mundo, menos que Grecia, Filipinas e
Irán, pero más que Uganda, Turquía y Venezuela.
Estas
medidas de estrés se condicen con otro hallazgo notable: la felicidad
declarada de los estadounidenses también disminuyó en 2018.(...)
Ante
la pregunta de Gallup de cómo calificarían su vida en una escala de cero
(pésima) a diez (óptima), la respuesta promedio de los estadounidenses
en 2018 fue 6,9, contra 7,0 en 2017 y 7,3 en el período 2006‑2008. A
pesar del aumento del PIB per cápita, la satisfacción declarada con la
vida disminuyó durante la década pasada. En 2018, Estados Unidos quedó
en 20.º lugar en el Informe Mundial de Felicidad, y en la mitad inferior de los países de la OCDE (en 2016‑2018 estaba en el 19.º lugar).
Incluso
en sí mismos, los datos referidos al PIB y al nivel de empleo son menos
impresionantes de lo que dan a entender los titulares. Por ejemplo, el
crecimiento del PIB durante el primer trimestre muestra un aumento de
inventarios, que puede ser presagio de una desaceleración del
crecimiento de la producción en los próximos trimestres.
Y en cualquier
caso, sólo es una estimación preliminar. Asimismo, aunque una baja del
desempleo es indudablemente alentadora, parte de la caída informada en
abril refleja una reducción de la fuerza laboral. Sobre todo, la tasa de
empleo sigue muy por debajo de su máximo anterior.
El índice de empleo de la población civil
en abril de 2019 estuvo en el 60,6% de la población en edad de
trabajar, cayendo desde el máximo anual del 64,4% en 2000. El bajo nivel
actual de la tasa de desempleo en Estados Unidos se debe en buena
medida a que muchos estadounidenses mal remunerados salieron de la
fuerza laboral.
Una
mayoría de los estadounidenses no están felices con el rumbo de su país
ni son tan ingenuos como para pensar que la rebaja impositiva de 2017
es una solución a sus males. (...)
Estos indicadores son en el mejor caso una foto borrosa que no tiene en
cuenta el futuro, ni el reparto desigual de los resultados, ni el alto y
creciente nivel de ansiedad de los estadounidenses que conviven con una
atención médica demasiado cara, deudas estudiantiles inmensas y falta
de protección laboral. Tampoco tienen en cuenta la reducción de la
expectativa de vida y la carga creciente de abuso de sustancias,
suicidios y depresión. (...)" (
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