"La llegada de Musk a la Casa Blanca de la mano de Trump ha sido celebrada por buena parte de las derechas, de las afines al actual partido republicano y de las populares. Las ideas que maneja, "la desregulación y la reducción del gasto público conducen a la prosperidad" entroncan bien con un neoliberalismo que les resulta conocido y atractivo. La motosierra de Milei vuelve a convertirse en un símbolo, que incluso es exhibido en la foto del presidente argentino con Giorgia Meloni que ha sido tomada esta semana. Milei como camino a seguir para la acción de Musk en la Administración estadounidense es un marco que han agitado repetidamente tanto Musk como su principal seguidor en esto, Vivek Ramaswamy, que apuesta por hacer lo mismo que el presidente argentino, pero todavía con más energía ("on steroids").
Musk representa la mentalidad preferida en parte de quienes rodean a Trump, especialmente los provenientes de la gestión de activos y del mundo tecnológico. Hay otra parte, la proteccionista, que no está teniendo mucha suerte en el reparto de puestos. Se especula con que Robert Lighthizer pueda ser designado como secretario del Tesoro, un nombramiento que sería definitivo a la hora de demostrar sus intenciones, pero no la opción que encabeza la lista.
Los dos caminos
El programa económico que Trump prometió en campaña tenía dos patas, la reducción de impuestos, es decir, la gestión liberal de la economía, y el proteccionismo para impulsar la industria estadounidense, con el objetivo de relocalizar fábricas y proteger el mercado de los productos extranjeros. Hay diversas maneras de desarrollar esas dos opciones en apariencia incompatibles. Una de ellas es hacer exactamente lo que prometió, pero hay otra más factible, que consistiría en continuar con el marco neoliberal interno y utilizar los aranceles como amenaza, no tanto para que regrese la producción como para presionar a los mercados de otros países para que se abran más a las empresas estadounidenses. Ninguna de las dos suena especialmente atractiva.
La primera significaría regresar al marco del final del siglo XIX estadounidense, justo cuando se creó en EEUU esa nobleza contra la que su Constitución pretendía protegerla, la que ya no estaba constituida por el origen sanguíneo, sino por el poder del dinero: la nobleza de las grandes fortunas. El resultado de aquel tiempo fueron los robber barons, las grandes desigualdades y el surgimiento de un poderosísimo movimiento populista, el del People's Party. El segundo camino llevaría a intentar que EEUU se convirtiera en una suerte de Gran Bretaña del siglo XIX, una potencia que no solo exportara una moneda, sino también buena parte de su producción (desde energía hasta tecnología) a partir de la relación preeminente con una serie de países directamente vinculados.
Si el proteccionismo de Trump no se enfoca en China y prefiere utilizarlo para presionar a otros países, Europa pagará las consecuencias
En cualquier caso, la versión hiperliberal de Milei y el proteccionismo para impulsar la industria son muy complicados de llevar a la práctica a la vez. Los problemas que este híbrido económico causa, no lo son tanto para EEUU, que es un país grande y poderoso, y, por tanto, todavía conserva la capacidad de externalizar sus problemas, lo que probablemente hará. Son problemas para los países de su entorno.
En toda la campaña estadounidense, el foco estuvo puesto en China, el gran rival sistémico y el lugar al que habían ido a parar las fábricas estadounidenses durante la era de la globalización feliz. Sin embargo, es improbable también que los aranceles estadounidenses se dirijan en última instancia contra Pekín. Si no es así, si el proteccionismo de Trump no se enfoca en China, las consecuencias significativas acontecerán en otros lugares, empezando por Europa.
Las rentas de la "tierra"
Tanto Musk como sus acólitos de las derechas están poniendo énfasis en estas fechas en las buenas cifras que Milei está comenzando a conseguir en Argentina. Pero, por más que los economistas destaquen unos cuantos números macro, la realidad del país es la del empobrecimiento generalizado de buena parte de la población, las grandes dificultades para sus pequeñas y medianas empresas y, como no, el declive de su industria.
No es un efecto colateral, es la consecuencia evidente de la política de recortes. En el mismo nacimiento de la doctrina neoliberal, en la época de Chile y Pinochet, las recetas de los Chicago Boys produjeron esos efectos, porque eran los buscados: se abrió la economía al capital internacional, se derivó hacia el rentismo de los dueños de la tierra, con la minería y la agricultura industrial como elementos esenciales de las exportaciones, y se frenó en seco el desarrollo industrial. El capital financiero empresarial se multiplicó en torno a este flujo. Eso es lo que se está produciendo ahora en Argentina.
Las viejas rentas de la tierra provienen hoy de la propiedad de inmuebles, infraestructuras, recursos naturales y patentes
Esto es relevante no solo por Argentina, sino porque es una constante de nuestro sistema. Las viejas rentas de la tierra hoy están formadas por la propiedad de inmuebles, de infraestructuras, recursos naturales (incluida toda clase de energía, también la renovable) y, por supuesto, las patentes y propiedad intelectual. Cuando se habla de desarrollo tecnológico y digital, no hay que perder de vista la propiedad: esto es lo que ha generado los distintos monopolios de las big tech. La industria apenas tiene cabida en ese esquema, porque requiere mucha más inversión de capital, y, por tanto, es considerada menos rentable. Una evolución del capitalismo que ponga aún más énfasis en esos sectores y olvide la industria implica una debilidad geopolítica sustantiva, pero también un descenso generalizado en el nivel de vida: esa clase de rentismo terrateniente provoca que aumenten los precios de la vivienda, de la energía, de los alimentos y de todo aquello esencial para la vida cotidiana.
Sin embargo, en el desarrollo de ese esquema económico, hay sectores que se ven especialmente beneficiados, sobre todo aquellos que intermedian de distintas maneras (en el ámbito jurídico, en el financiero, en la consultoría) entre el capital internacional y la "tierra" nacional. Son aquellos que celebran el modelo abierto del neoliberalismo y su política de debilitamiento del Estado. No es casualidad que sean las viejas élites vinculadas a este las que hayan caído en declive en las últimas décadas, ni tampoco que sean los sectores que dan servicio al capital las que se hayan desarrollado. En un país como España, o como Argentina, eso significa aumentar aún más las desigualdades, incluso para las mismas clases favorecidas. La mediación suele vivir un momento de auge para frenarse más tarde de golpe: los mediadores son relevantes mientras haya mucho en lo que mediar; después, las posiciones relevantes quedan muy limitadas.
El pez grande se come al pequeño
La adopción del proteccionismo en el caso estadounidense tiene sentido únicamente en la medida en que provoque un giro de la economía rentista de la "tierra" hacia la economía productiva de la industria. Sin esta condición, todas las políticas que se adopten no implicarán más que la externalización de los problemas de los más fuertes hacia los más débiles, en lo que se refiere a las economías internas, pero también entre Estados.
Europa es el lugar en que estadounidenses y chinos pretenden externalizar sus problemas
En esa encrucijada están Europa y el país que marca la pauta dentro de ella, Alemania. Los germanos contaban con una industria sólida, destinada a la exportación y apoyada en la estructura del euro, que fue uno de los principales puntales de sus continuos superávits. Esa época parece haberse terminado: la pérdida de la energía barata rusa, los aranceles estadounidenses y la amenaza de que se extiendan, así como la presión china, muy competitiva en sectores en los que Alemania era líder, como el automóvil, llevan a sus empresas a una posición complicada. La industria alemana dependía de la continuidad de la globalización y parece poco preparada por la nueva Guerra Fría. La negativa a invertir en su economía por parte del socio liberal del Gobierno de Scholz ha llevado a la ruptura del ejecutivo. Los límites que las normas constitucionales al gasto constituyen, además, una doble dificultad: impiden la inversión estatal que su industria y sus infraestructuras necesitan, después de años de abandono, y hacen muy improbable la inversión que se necesitaría para que Europa reaccionase a la nueva era con el músculo suficiente. Alemania es, con diferencia, el mayor contribuyente al presupuesto de la UE, y su sociedad comienza a pensar que la Unión es una mala idea si debe seguir metiendo dinero en ella. Las complicaciones para los eurobonos se hacen aún mayores.
Alemania está pensando cómo salir de esta encrucijada,
y de lo que allí ocurra tomaremos nota todos los europeos. La tentación
de las derechas continentales, de todas ellas, es la de ajustar
nuestras economías al modelo Musk y al de Milei. La del progresismo, es
la de aceptar ese marco siempre y cuando se pueda invertir en
reconversión digital y verde. Sin embargo, ninguno de estos dos enfoques
resuelve el problema de fondo: para que las economías europeas,
incluida la española, tengan futuro en una época de combate sostenido
entre EEUU y China, se necesita músculo y poder. Y, para conseguirlo, se
precisa recuperar capacidades estratégicas en muchos ámbitos, y el
productivo es el primero de ellos. Esta no es una época proteccionista,
es otra en la que el grande se come al pequeño. Para evitar convertirse
en presa, es indispensable el giro de la economía desde el rentismo,
que es la forma de expansión del poder de los grandes, hacia la
producción, que es la manera de fortalecer los territorios y sus
capacidades. Cuesta que este mensaje sea entendido, en especial por las
élites europeas, que todavía no se han recuperado del shock de los
últimos años, y que aspiran a seguir ejerciendo tareas de intermediación
como si nada hubiera pasado. Por eso hay que insistir en ello: Europa es el lugar en que estadounidenses y chinos pretenden externalizar sus problemas y convendría reaccionar antes de que sea demasiado tarde."
( Esteban Hernández , El Confidencial, 23/11/24)
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