"La violencia revolucionaria que arrasó la Plaza Maidán de Kiev la noche del 21 de febrero de 2014 desató las fuerzas del nacionalismo ucraniano y, en última instancia, el revanchismo ruso, y dio lugar, entre otras cosas, a la primera guerra terrestre a gran escala en Europa desde 1945.
El presidente Volodimir Zelenski ha calificado el Maidán de "primera victoria" en la lucha de Ucrania por su independencia de Rusia. Sin embargo, en los homenajes a la "Revolución de la Dignidad" ucraniana se pierden de vista con demasiada frecuencia dos preguntas sencillas, aunque complejas: ¿de qué iba realmente el Maidán? y ¿tenían que acabar así las cosas?
Repasar los acontecimientos de entonces puede ayudarnos a comprender mejor cómo hemos llegado a este fatídico momento en los asuntos mundiales.
Entonces, ¿qué fue lo que precipitó la Revolución del Maidán?
En noviembre de 2013, el presidente ucraniano, Víctor Yanukóvich, rechazó las condiciones del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea en favor de un acuerdo de crédito de 15.000 millones de dólares ofrecido por la Federación Rusa. Mucha gente de la parte occidental de Ucrania había apoyado el acuerdo de la UE, ya que, en su opinión, habría asegurado el futuro de Ucrania dentro de Europa.
Pero, como europeos, norteamericanos ucranianos y rusos sabían muy bien, el acuerdo de asociación con Bruselas no era un mero acuerdo comercial. La sección 2.3 de la agenda de asociación UE-Ucrania habría exigido a los firmantes:
"...adoptar medidas para fomentar la cooperación militar y la cooperación de carácter técnico entre la UE y Ucrania [y] alentar y facilitar la cooperación directa en actividades concretas, identificadas conjuntamente por ambas partes, entre las instituciones ucranianas pertinentes y las agencias y organismos PESC/PCSD, como la Agencia Europea de Defensa, el Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea, el Centro de Satélites de la Unión Europea y la Escuela Europea de Seguridad y Defensa".
En otras palabras, el acuerdo comercial también incluía el fomento de la interoperabilidad militar con fuerzas consideradas por el gobierno ruso, con razón o sin ella, como una amenaza para la seguridad nacional rusa.
Además, la agenda de asociación de la UE exigía que Ucrania pusiera barreras al comercio con Rusia. Una propuesta alternativa presentada por Romano Prodi (ex primer ministro italiano y presidente de la Comisión Europea) habría permitido a Ucrania comerciar tanto con Rusia como con la UE, pero la rechazó Bruselas.
El rechazo de Yanukóvich al acuerdo con la UE llevó a miles de manifestantes a la Plaza de la Independencia (Maidán) de Kiev. Sin embargo, los desacuerdos políticos sobre cuestiones de comercio y seguridad nacional pueden resolverse y se resuelven habitualmente mediante procedimientos democráticos, tal como ocurre en los Estados Unidos y Europa. Y tal resolución era eminentemente posible, incluso en la mañana del 21 de febrero de 2014, cuando se alcanzó un acuerdo con la mediación de Rusia y la UE entre Yanukóvich y la oposición ucraniana que incluía una revisión de la Constitución de Ucrania, la creación de un gobierno de unidad y unas elecciones presidenciales anticipadas que se celebrarían 10 meses después, en diciembre de 2014.
Pero la noche del 21 de febrero, Yanukóvich huyó y se instauró un nuevo gobierno por medios más voluntaristas que democráticos. El gobierno inmediatamente posterior al Maidán incluía al partido de extrema derecha Svoboda, cuyos miembros, según un informe contemporáneo de Reuters, ocupaban "cinco altos cargos en el nuevo gobierno de Ucrania, incluido el puesto de viceprimer ministro."
Edmund Wilson escribió una vez que "es demasiado fácil idealizar una agitación social que tiene lugar en un país distinto del propio". Y esa fue la trampa en la que cayó la administración Obama -junto con casi la totalidad de los medios de comunicación, la intelligentsia y el mundo de los grupos de expertos norteamericanos - inmediatamente después del Maidán.
Sería justo que los críticos de este punto de vista (y hay muchos) se preguntaran: ¿cuáles eran sus alternativas al apoyo de la administración Obama al Maidán y al gobierno postrevolucionario de Kiev?
Obama podría haber dicho: "Se ha llegado a un acuerdo. Cumplámoslo". Esto habría requerido un carácter de estadista inusual en cualquier presidente estadounidense. Pero, tal como observó el presidente del Eurasia Group, Ian Bremmer, sólo un mes después:
"...se llegó a un acuerdo con los ministros europeos de Asuntos Exteriores. Se derogó ese acuerdo y los norteamericanos se mostraron encantadísimo de sumarse a ello de un modo que habría sido completamente inaceptable para cualquiera en la administración norteamericana si hubiéramos estado en el otro lado".
Y así, los Estados Unidos prestaron su apoyo al gobierno posterior al Maidán (y a la Operación Antiterrorista, u OAT, lanzada en abril de 2014) contra el levantamiento mayoritariamente autóctono, aunque por supuesto lejos de serlo del todo, en el Donbás. Así comenzó la primera fase de la guerra, que duró hasta la noche del 24 de febrero de 2022 y costó 14.000 muertos y 1,5 millones de refugiados.
Además de la OAT, Kiev aplicó asimismo una política de descomunistización en el Este (citada posteriormente por Putin como uno de sus muchos agravios con el Kiev post-Maidán) y se negó repetidamente a aplicar los Acuerdos de Minsk. Tal como señaló Jack F. Matlock, antiguo embajador de los Estados Unidos en la URSS, en Responsible Statecraft: "La guerra podría haberse evitado -probablemente se habría evitado- si Ucrania hubiera estado dispuesta a acatar el acuerdo de Minsk, a reconocer el Donbás como entidad autónoma dentro de Ucrania, evitar a los asesores militares de la OTAN y comprometerse a no entrar en la OTAN".
La segunda fase de la guerra comenzó la noche del 24 de febrero de 2022, cuando unos 190.000 soldados rusos invadieron Ucrania. Los costes para Ucrania han sido abrumadores.
El Foro Económico Mundial estimó recientemente que el coste de la reconstrucción de Ucrania alcanzará el billón de dólares. Y aún más: "Aproximadamente el 20% de las tierras de cultivo del país han quedado destrozadas y el 30% de los terrenos están sembrados de minas terrestres o artefactos explosivos sin detonar". Se sabe que la estimación de bajas es uno de los secretos de Estado más celosamente guardados en tiempos de guerra, pero algunos, como el ex fiscal general ucraniano Yuriy Lutsenko, han calculado que Ucrania ha sufrido un total de 500.000 muertos y heridos en su guerra con Rusia. Mientras tanto, la población de Ucrania se ha desplomado de 45,5 millones en 2013 a unos 37 millones en la actualidad.
Visto retrospectivamente, las advertencias lanzadas en el invierno de 2014 por una pequeña minoría (que incluía, sin limitarse a ellos, a los presentes autores, al profesor Stephen F. Cohen, Anatol Lieven del Quincy Institute, el embajador Jack Matlock, el profesor John J. Mearsheimer y otros), se vieron desestimadas por la administración Obama, los responsables políticos, los medios de comunicación y los grupos de expertos más influyentes de Washington. Sin embargo, el esfuerzo por atraer a Ucrania a la órbita de Occidente por medio de una violencia revolucionaria, a pesar de las objeciones de un tercio del país, ha resultado simple y llanamente catastrófico."
(Katrina Vanden Heuvel , James Carden , Sin Permiso, 14/04/24)
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