7.7.25

¿Puede Trump construir un sistema eficaz de represión preventiva? Algunos de los medios de comunicación tradicionales se sienten claramente intimidados y tratan de llegar a acuerdos antes las demandas frívolas iniciadas por Trump. Algunos bufetes de abogados le sobornan para que cese las acciones contra ellos. Casi todas las universidades, siendo Harvard y Princeton notables excepciones, simplemente ceden. No conozco pruebas sistemáticas sobre las posturas individuales, pero sí conozco a personas que han pasado a comunicarse por Signal, que borran sus correos y purgan sus ordenadores... Todavía es dudoso que todo esto constituya una intimidación efectiva, como demuestran las continuas protestas públicas... pero la sociedad estadounidense no está preparada para enfrentarse al gobierno... Una de mis pesadillas implica un acontecimiento equivalente al incendio del Reichstag... Mi temor es que ocurra algo que pueda ser y sea utilizado por Trump para obtener poderes extraordinarios. El presidente alegaría que tales poderes son necesarios para poner al país a salvo del peligro inmediato, y un amplio sector de la opinión pública acepta estas afirmaciones y apoya las medidas represivas... Me sorprende la crueldad sin paliativos de este Gobierno. Los inmigrantes viven cada momento con miedo, no sólo a ser deportados, sino a ser enviados a El Salvador o Sudán. Los estudiantes extranjeros de buena fe, niños a miles de kilómetros de sus padres, sienten pánico... Los discapacitados temen recortes en sus servicios y ayudas. Los empleados federales despedidos se pelean por encontrar trabajo. Los transexuales se encuentran sin lugar en una sociedad en la que no existen por decreto gubernamental... La lamida de culo, por usar el lenguaje de Trump, es alucinante. La gente que lanzaba los epítetos más despectivos contra Trump ahora aprovecha cualquier oportunidad para adularle. ¿Por qué? ¿Por qué recortar los fondos para la investigación del cáncer de las universidades que tienen centros de estudios sobre Oriente Medio con simpatías propalestinas? ¿Por qué destripar el servicio meteorológico que avisa de huracanes? ¿Por qué perseguir a una revista médica especializada por ser “partidista”? ¿Por qué dejar que se expanda la epidemia de sarampión? La lista de los porqués es interminable... creo que hay algo sistemático en las dictaduras... El único propósito de los subordinados es complacer al Líder... este modelo explica en cierto modo por qué muchos de los subordinados de Trump parecen estar simplemente chiflados (Adam Przeworski)

 "Lo inimaginable

Hay una frase en Febrero de 1933 de Uwe Wittstock que me persigue: “Probablemente esté en la propia naturaleza de un colapso de la civilización la dificultad de imaginarlo”. Los alemanes no podían imaginar lo que Hitler haría. ¿O podían imaginarlo pero no lo hicieron? Es más, ¿tal vez deberían haberlo imaginado?

Transportados a nuestra situación actual, la cuestión es si somos capaces de imaginar lo que Trump podría hacer. Seguimos necesitando una distinción entre aquello que es imaginable y posible y aquello otro que es imaginable pero imposible. Hace algunas semanas me hice esta pregunta: ¿qué es imaginable, imaginable porque ocurrió en otros países en otros momentos, pero imposible en Estados Unidos? Mi lista incluía la no celebración de elecciones, el encarcelamiento masivo de opositores políticos y el empleo de las fuerzas armadas contra civiles.

(...) ¿Puede Trump construir un sistema eficaz de represión preventiva? Algunos de los medios de comunicación tradicionales se sienten claramente intimidados y tratan de llegar a acuerdos antes las demandas frívolas iniciadas por Trump. Algunos bufetes de abogados le sobornan para que cese las acciones contra ellos. Casi todas las universidades, siendo Harvard y Princeton notables excepciones, simplemente ceden. No conozco pruebas sistemáticas sobre las posturas individuales, pero sí conozco a personas que han pasado a comunicarse por Signal, que borran sus correos y purgan sus ordenadores, que dudan en viajar al extranjero por miedo a las inspecciones al volver a entrar, que recuperan u obtienen la doble nacionalidad. Todavía es dudoso que todo esto constituya una intimidación efectiva, como demuestran las continuas protestas públicas. Que se convierta en una intimidación eficaz puede depender de lo incompetentes que resulten ser los Bondis y los Patels.

 La sociedad estadounidense no dispone de la tecnología necesaria para oponerse a los gobiernos. En algunos países, principalmente escandinavos, existen elaborados sistemas de negociación corporativista que procesan las demandas de la oposición. En otros países –Francia, Italia, España, Argentina– la principal tecnología de la oposición son las huelgas y las manifestaciones callejeras. Ninguna de estas formas de oponerse a las políticas gubernamentales es habitual en Estados Unidos. Puede que se deba al tamaño del país y a su estructura federal: no es fácil reunir a millones de personas en Washington. Puede deberse a la debilidad y descentralización de los sindicatos: que yo sepa, nunca ha habido una huelga general en Estados Unidos. Puede que se deba a que ninguno de los dos partidos políticos tiene la capacidad de sacar a la gente a la calle. No lo sé. El hecho es que los momentos de movilización masiva han sido extremadamente raros en Estados Unidos.

Una de mis pesadillas implica un acontecimiento equivalente al incendio del Reichstag del 27 de febrero de 1933. Este incendio fue provocado por un solitario comunista holandés, pero se utilizó para suspender las libertades civiles de la población. Fue un acontecimiento importante para dar paso a la dictadura de Hitler unas semanas más tarde. Mi temor es que ocurra algo que pueda ser y sea utilizado por Trump para obtener poderes extraordinarios. El presidente alegaría que tales poderes son necesarios para poner al país a salvo del peligro inmediato y que, siguiendo el modelo de la dictadura romana, tales poderes son sólo temporales, para ser levantados tan pronto como se erradique el peligro para el país. Un amplio sector de la opinión pública acepta estas afirmaciones y apoya las medidas represivas.  

La administración Trump

Tenía la esperanza, cuando empecé este Diario, de que entendería más a medida que se desencadenaran los acontecimientos. Ahora mi visión está nublada por reacciones emocionales. Me sorprende la crueldad sin paliativos de este Gobierno. Los inmigrantes viven cada momento con miedo, no sólo a ser deportados, sino a ser enviados a El Salvador o Sudán. Los estudiantes extranjeros de buena fe, niños a miles de kilómetros de sus padres, sienten pánico por sus contratos de alquiler, temen no poder volver si regresan a casa en verano; algunos no tienen adónde regresar debido a la represión en sus países de origen. Los niños estadounidenses se preguntan qué van a comer cuando ya no haya almuerzos escolares. Los discapacitados temen recortes en sus servicios y ayudas. Los empleados federales despedidos se pelean por encontrar trabajo. Los transexuales se encuentran sin lugar en una sociedad en la que no existen por decreto gubernamental.

Ni siquiera se intenta que parezca legal. Sí, hay muchas órdenes de alejamiento temporales y su número aumenta día a día. Pero el gobierno no se contiene. Lanza una acción ilegal tras otra, contra inmigrantes, contra bufetes de abogados, universidades, agencias gubernamentales, individuos. Algunas de estas acciones se anuncian mediante órdenes ejecutivas, cuya plena legalidad es dudosa. En particular, mientras que todas estas órdenes comienzan con la expresión “Por la autoridad que me confiere la Constitución”, algunas continúan diciendo “y por las leyes”, que están enumeradas, otras órdenes remiten genéricamente a la Constitución porque no hay leyes que permitan la acción concreta que se desea poner en marcha. La reacción de algunas personas con las que me relaciono suele ser “pero esto va contra la ley”. ¿Y qué? Basta con pensar en Columbia: podría impugnar legalmente el uso del Título VI por parte del Gobierno, pero tramitarlo en los tribunales llevaría años y dinero. La estrategia de los MAGA es ignorar las leyes y dejar que cualquier oposición a sus acciones se cocine a fuego lento, durante un tiempo indefinido, en los tribunales.

La lamida de culo, por usar el lenguaje de Trump, es alucinante. La gente que lanzaba los epítetos más despectivos contra Trump ahora aprovecha cualquier oportunidad para adularle. Ni siquiera se molestan en explicar cómo han cambiado de opinión. Las palabras del pasado simplemente se evaporan y ahora tenemos al mejor presidente que hemos tenido nunca, tan grande como George Washington. Las actuaciones chifladas de Trump, como la de la reciente reunión con el presidente de Sudáfrica, son solo testimonios de este sabio liderazgo.

 ¿Por qué? ¿Por qué recortar los fondos para la investigación del cáncer de las universidades que tienen centros de estudios sobre Oriente Medio con simpatías propalestinas? ¿Por qué destripar el servicio meteorológico que avisa de huracanes? ¿Por qué retirar los privilegios de Global Entry a alguien que pensaba que Trump había perdido las elecciones de 2020? ¿Por qué perseguir a una revista médica especializada por ser “partidista”? ¿Por qué dejar que se expanda la epidemia de sarampión? La lista de los porqués es interminable. Estas medidas no harán más rico a Trump, por lo que el beneficio personal no es una explicación viable. Algunas de las medidas del Gobierno pueden explicarse por su deseo de reducir gastos, otras por el ímpetu antiélite, otras por su instinto de venganza. Pero muchas parecen ser simplemente estúpidas, emprendidas sin tener en cuenta las consecuencias, ya sean políticas o económicas. Es cierto que todos los gobiernos cometen errores. Pero creo que hay algo sistemático en las dictaduras.

En términos algo estilizados, lo que puede estar ocurriendo con el régimen de Trump es lo siguiente. Hay un Líder (Duce, Führer, Vozdh) que exige lealtad absoluta a sus subordinados. Los subordinados saben que serán recompensados por aplicar la voluntad del Líder. Compiten por su atención. Las líneas que delimitan su autoridad no importan: el jefe del Departamento de Salud y Servicios Humanos intenta captar la atención del Líder haciendo algo que formalmente sólo puede hacer el Departamento de Estado y si el Líder se da cuenta y le gusta esta acción, el jefe del Departamento de Salud salta con su aprobación por encima del jefe del Departamento de Estado. A veces los subordinados van más lejos de lo que el Líder querría; a veces hacen algo que el Líder no aprueba. Tales errores, sin embargo, no se deben a una falta de pericia, sino sólo a la incertidumbre inherente a la imposibilidad del Líder de articular plenamente su voluntad. A veces, el Líder tiene que intervenir para dirimir conflictos. Algunos de sus subordinados pueden estar impulsando aranceles mientras que otros pueden querer el libre comercio; algunos pueden estar preocupados por los déficits mientras que otros creen que se pagarán solos. Además, no se pueden evitar las envidias y los celos cuando los subordinados compiten por el favor del Líder. Mussolini afirmaba que resolver tales conflictos le ocupaba la mayor parte de su tiempo. Sin embargo, cuando la lealtad es la única guía de actuación, se produce el caos. El único propósito de los subordinados es complacer al Líder. La autoridad formal, la consideración de las consecuencias materiales o la compasión no tienen cabida en su competición por el favor del Líder.

Creo que este modelo –que es lo que es– explica en cierto modo por qué muchos de los subordinados de Trump parecen estar simplemente chiflados. Además, el propio Trump se muestra a menudo confuso e incoherente. Con frecuencia cambia de opinión, como cuando de repente anuncia que la invasión rusa de Ucrania es un “problema europeo”. Adivinar lo que quiere hoy en comparación con el día anterior puede ser difícil. ¿Realmente quiere Trump destruir las universidades de investigación estadounidenses? ¿Tiene sentimientos de venganza en particular contra Columbia, Harvard o Northwestern? ¿O es sólo una suposición de sus acólitos demasiado entusiastas? Es evidente que quiere reducir los impuestos a los ricos: fue al Capitolio para presionar a representantes republicanos de la Cámara de Representantes. Sin embargo, no puede prestar atención a todo, especialmente porque dedica parte de su tiempo, “tiempo privado”, a enriquecerse. Se le alimenta con desinformación, a veces con flagrantes invenciones, como las fotografías tomadas en el Congo durante su reunión con el presidente de Sudáfrica. Pero las acciones emprendidas sin su conocimiento previo le comprometen. Una vez que un conflicto se hace público, no puede permitirse ser derrotado, debe demostrar su poder. De ahí que deba respaldar todas las acciones de sus subordinados siempre que atraigan la atención pública. El daño que infligen resulta irrelevante.

Última hora

El Departamento de Estado acaba de dar instrucciones a los consulados estadounidenses para que pospongan sine die la concertación de nuevas citas para las solicitudes de visado de estudiantes o visitantes de intercambio. Me resulta excepcionalmente doloroso por razones personales. Durante mis años de docencia, tuve cientos, si no miles, de estudiantes extranjeros. Dirigí 64 tesis doctorales, de las cuales 49 fueron escritas por estudiantes de 15 países extranjeros. Nada en mi vida académica fue tan gratificante como esta experiencia; ni las publicaciones, ni los honores, sino las clases llenas de estudiantes procedentes de diferentes culturas, perspectivas y experiencias vitales. Desde principios de los ochenta hasta que me jubilé, la mayoría de los alumnos de mis clases de posgrado eran extranjeros... Recuerdo un seminario en la Universidad de Chicago en el que descubrí que los latinoamericanos leían poco y hablaban mucho, mientras que los coreanos casi nunca hablaban. En un momento dado me enteré por mi ayudante de investigación coreano de que existía una estricta jerarquía de antigüedad entre los coreanos, todos varones en aquella época, y que los más jóvenes no debían hablar hasta que lo hiciera el más veterano. También tenían un miedo mortal al ridículo, por lo que preparaban cuidadosamente sus intervenciones en clase durante varias semanas, con el resultado de que, cuando estaban listos para hablar, hacían una aportación que no tenía nada que ver con el tema del momento. Al año siguiente, entré en clase anunciando que en mi seminario los latinos se callarían y los coreanos hablarían. Funcionó y muchos de ellos entablaron amistades interculturales que duran hasta hoy. Algunos se convirtieron en destacados académicos en Estados Unidos, otros regresaron a sus países y se llevaron consigo la experiencia intelectual que los formó para toda la vida. Varios se convirtieron en amigos. Los he visitado en sus países, mantengo contactos regulares con algunos y colaboro con otros en nuevos proyectos. De hecho, gran parte de lo que hoy sé sobre el mundo procede de estos contactos. Y, lo que es más importante, los alumnos estadounidenses de estas clases aprendieron quizá aún más.

Las universidades estadounidenses eran la meca de la ciencia. Durante varias décadas fueron las mejores del mundo, pero lo que las distinguía era que estaban abiertas a todo el mundo. El inglés se convirtió en el segundo idioma de la historia, después del latín, en convertirse en la lengua universal de la ciencia. Los principales eruditos de muchos países son personas educadas en Estados Unidos, en disciplinas que van de la biología a la economía. Muchos de sus licenciados llegaron a ser jefes de Estado o de gobierno en sus países de origen. Actualmente hay más de un millón de estudiantes extranjeros en Estados Unidos; mantienen 378 mil puestos de trabajo y aportan 43.800 millones de dólares a la economía. Pero estas cifras menguan en importancia en comparación con el impacto científico y cultural de las universidades estadounidenses en todo el mundo. Es algo único en la historia."                       (Adam Przeworski, CTXT, 06/07/25)

No hay comentarios: