"Pedro Sánchez lo ha vuelto hacer. Como buen prestidigitador se sacó un as de la manga, el adelanto las elecciones generales al 23 de julio, tras unos resultados electorales municipales y autonómicos nefastos para aquellos que seguimos creyendo en los principios básicos de la Revolución francesa, libertad, fraternidad e igualdad. Con ello pretende emular al primer ministro de Portugal Antonio Costa, que tras perder las elecciones municipales, y múltiples desavenencias con los partidos a su izquierda, adelantó las elecciones al parlamento luso y, batiendo a todas las encuestas del momento, logro mayoría absoluta. Es una apuesta fuerte, pero puede salirle muy bien. Desde estas líneas pretendemos detallar cuáles son los retos en materia económica que debería abordarse desde una perspectiva nítidamente progresista.
Lo primero pasa por enmendar la propuesta económica de la derecha española. Desde los púlpitos de la derecha, en sus diferentes acepciones, loan una de esas gracias que a modo de mantra repiten, cual martillo pilón: su buen hacer en materia económica. Es rotundamente falso que bajo los gobiernos del PP se haya hecho una buena gestión económica. Desde los partidos de izquierda es necesario enmendarles la plana en lo que no deja de ser un mero eslogan goebbeliano. Todos los gobiernos del PP fueron copartícipes de las mismas olas. La más importante, la especulación inmobiliaria y el silencio de los corderos. Pero no solo eso. El PP fue copartícipe del diseño del rescate bancario, la más que defectuosa restructuración del sector eléctrico, o la contribución de sus economistas a la financiarización y mercantilización de distintos derechos humanos básicos, desde la alimentación hasta el acceso a la vivienda, pasando por la luz y el agua.
Hay que explicar a los españoles la herencia del PP en materia económica
Desde un punto de vista económico la principal herencia del PP, a modo de carga pesada, fue, en definitiva, activar la mayor burbuja inmobiliaria de la historia, financiada por un ciclo de endeudamiento privado récord, que posteriormente el PSOE infló todavía más. Mientras dura la ola de la burbuja todo parece cuadrar, desde la actividad económica y generación de empleo, hasta los ingresos fiscales. Pero no deja de ser una mera ficción, una ilusión óptica. Una vez que se pincha una burbuja inmobiliaria, financiada con deuda privada, el empobrecimiento masivo de la población es una de sus consecuencias, aderezado en nuestro país, en ausencia de la dación en pago, con cientos de miles de desahucios.
Pero no contentos con ello, la única salida que se
ofreció desde el ejecutivo del PP fue una devaluación competitiva,
sazonada con austeridad fiscal, ambas medidas distópicas e innecesarias.
El PP no tuvo las agallas de exigir a los acreedores de nuestro sector
bancario que apechugaran con sus errores en la asunción de riesgos, de
manera que se sometieran a una quita, tal como les ocurre a los
acreedores de las empresas privadas que acaban quebrando. El resultado
final fue un empobrecimiento de las familias, sobre todo aquellas cuyo
principal perceptor de renta y riqueza es menor de 35 años, y una España
profundamente desigual, tanto a nivel de rentas como de riqueza.
Hay que hacer un diagnóstico de donde se encuentra la economía española
El diagnóstico del gobierno de coalición sobre donde se encontraba la economía española cuando llegan al poder era acertado. El modelo productivo patrio se sustentaba, y se sustenta, en actividades intensivas en mano de obra –turismo, burbujas, pelotazos, servicios de bajo valor añadido…-. El Ibex 35 genera muy poco valor añadido. Pero, además, sorprendentemente, convive con un sector manufacturero patrio exportador extraordinario –nuestras exportaciones no dejan de crecer desde 1994- que, ante la inacción de nuestros gobiernos, era y continúa siendo asaltado por capital foráneo. Mientras los mass media nos abrasaban con el cambio de sede social de Ferrovial a Holanda, la realidad es que la entrada de capital directo a la industria española no ha dejado de crecer.
Los datos económicos de España de los últimos dos años, y, a pesar de los augurios de ciertos economistas adscritos ideológicamente a la derecha, están siendo mucho más positivos de lo esperado. España crecerá alrededor del 3% este año, tras un 5,5% en 2022, y su tasa de inflación interanual se aproximará al 2% al cierre de 2023. En definitiva se crece más del doble que nuestros socios europeos y, además, con la inflación más baja. Las claves hay que buscarlas en la relajación presupuestaria; el papel del Banco Central Europeo en lo que supone la aplicación de algunos de los principios de la Teoría Monetaria Moderna; y la subida salarial, que no está afectando a la productividad de las empresas.
La reforma laboral implementada por el Gobierno de Rajoy
solo sirvió para modificar el reparto de la tarta en favor del factor
capital, sin que ello se tradujera ni tan siquiera en una mejora de la
productividad patria. La devaluación interna fue utilizada por el
agregado de las empresas no para mejorar su teórica
competitividad-precio, sino para incrementar su margen de beneficio
unitario (lo que los postkeynesianos definimos como mark-up). Por eso la
subida del salario mínimo no afecta ni afectará al empleo. Pero aún así
siendo insuficiente para que los ciudadanos españoles lleven a cabo sus
proyectos vitales (problemas vivienda, pérdida salarial real). Desde el
lado de la inflación, el tope al gas, decisión que no apoyó el PP, ha
sido la clave. Falta por analizar si los márgenes de beneficios están
detrás de la segunda ola de la espiral inflacionista que, aparentemente
se está diluyendo. En el siguiente post nos centraremos en detallar
cuáles deberían de ser los grandes retos y apuestas económicas desde el
lado progresista." ( Juan Laborda , El Salto, 02/06/23)
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