"El humor en el partido socialista es agrio, de disgusto y enfado. Pero no con los malos resultados, ni con su líder, sino con las fuerzas a su izquierda. Entienden que el poder local que han perdido ha tenido una causa primera, la caída de las formaciones del espectro de Podemos, ya que el PSOE ha resistido consistentemente en muchas plazas.
En segunda instancia, también hay mucho malestar por la campaña realizada por los populares, que entienden basada en descalificaciones, mentiras e insultos. Ambos factores, con la inminencia la nueva convocatoria, son altamente cohesionadores, en la medida en que convierten la depresión en irritación: pasan de una posición pasiva y resignada, a otro activa y enérgica. Y más con una nueva meta inmediata, en la que pueden tomarse la revancha.
Sin embargo, ese malestar está anclado en un matiz de desorientación, que es común para todas las izquierdas. La ineficacia de la gestión en términos electorales todavía les sorprende. Su perplejidad puede formularse de esta manera: “Si hemos tomado medidas que han permitido que España ofrezca buenos números, si los niveles de actividad y de consumo son elevados, si construimos un escudo social, si hay tanta gente ocupada y la inflación se mantiene por debajo de la de otros países, ¿cómo hemos podido sufrir un castigo serio en lugar de ser premiados?”. Es una cuestión especialmente dolorosa para el poder autonómica y local socialista, ya que confiaban en aislarse del desgaste focalizado en el presidente.
El diagnóstico socialista
La respuesta más sencilla, y la más conveniente, fue descrita en la intervención del presidente ante diputados y senadores del PSOE del pasado miércoles. La campaña destinada a movilizar sentimientos de los populares había hecho efecto. Mientras ellos priorizaron la exposición de los logros y anunciaron medidas, sus rivales se centraron en el desgaste, en la atribución de caracteres nocivos al presidente, subrayaron los aspectos complicados de la vida española y señalaron a los socialistas como responsables últimos de un grave deterioro. El diagnóstico socialista es claro: el marco de emociones negativas se impuso frente a los hechos y la exposición racional.
Si
se acepta esa afirmación, tantas veces utilizada, según la cual el 28-M
fue la primera vuelta de las generales, ahora llega la segunda vuelta, la definitiva,
y le toca al PSOE cambiar el paso, porque las derechas salieron
claramente vencedoras. Las respuestas que han encontrado a los malos
resultados condicionarán la campaña: el malestar con los socios aportará
cohesión interna, el deseo de revancha con el PP
una energía añadida y la identificación de la derrota con lo emocional
llevará a la polarización. Si para el 28-M el PSOE se centró en la
gestión, ahora será el turno de un socialismo airado.
Se tratarán de compatibilizar el remarcado de los logros del gobierno
con la insistencia en el carácter unitario de las derechas. Y todo ello
con la actitud discursiva de “si queréis pelea, la vamos a tener”.
La segunda parte
De ahí las acusaciones de trumpismo, las alusiones al pucherazo y demás elevaciones de tono en la intervención de Sánchez del pasado miércoles. Los mensajes posteriores han ido en la misma dirección, como el tuit de ayer, en el que Sánchez afirmaba que “las buenas noticias económicas no las pueden esconder ni la derecha extrema ni la extrema derecha”. Antes había compartido una foto con Hillary Clinton, y aseguraba haber comentado con ella “la amenaza que los reaccionarios suponen para la democracia. Su estrategia es siempre la misma: mentiras, bulos y discurso del odio. Lo hemos visto en EEUU y en Brasil. En España no lo vamos a permitir”.
Es evidente, por tanto, que Sánchez va a contraponer su idea de España con la de un Partido Popular atado a Vox. Lo que queda por saber es cuál será la posición del PP. Hasta ahora, le ha bastado con señalar las deficiencias del gobierno de coalición. No le era necesario proponer nada en concreto desde la dirección, dado que las campañas eran locales. En la política nacional trataba de transmitir la sensación de recambio fiable, además de subrayar los problemas que la sociedad española tenía y de vincularlos con la acción política de Frankenstein. Ahora tendrá que aportar algo más porque, como partido que tiene grandes posibilidades de gobernar, debe definir una idea concreta de España. Señalará al culpable, por supuesto, pero precisa algo más.
En ese terreno, el PSOE se ve superior, en la medida en que entienden
que los populares tienen dificultades para avanzar más allá de lo
impugnatorio, pero sobre todo porque perciben al líder del PP mucho más
endeble que a Sánchez. Los cara a cara con Feijóo en el Senado han sido favorables al presidente.
El formato le favorecía mucho, pero Sánchez supo aprovechar la ventaja,
ya que demostró que puede exhibir una cara gestora, pero también pelear
con solvencia en el terreno de la descalificación. El cuerpo a cuerpo es algo que los socialistas esperan hacer valer, y no solo en los debates televisivos, máxime cuando, como insisten, en estas elecciones se va a elegir entre dos modelos muy diferentes para el futuro de España." (Esteban Hernández, El Confidencial, 02/06/23)
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