18.11.24

Juan Laborda: Por qué era fácil predecir la victoria de Trump: una mirada económica y social... Para comprender los motivos detrás de esta victoria, debemos analizar cómo la financiarización de la economía, el crecimiento de la desigualdad y el impacto asimétrico de la inflación sobre las rentas bajas han moldeado las decisiones de voto de millones de estadounidenses, sin olvidar el apoyo, incluido el suministro de armas, de la administración demócrata a los crímenes de guerra perpetrados por Netanyahu y su ejecutivo contra palestinos y libaneses... La financiarización ha supuesto que derechos humanos básicos como el acceso a la vivienda, la alimentación, la educación, la sanidad y la energía se transformen en activos financieros. En este contexto, los ciudadanos de a pie han quedado al margen de las decisiones que afectan sus condiciones de vida. Esta situación ha creado una percepción de alienación y desconfianza en el gobierno y en las instituciones, donde las élites económicas y políticas aparecen como los verdaderos beneficiarios de este nuevo sistema... En Estados Unidos, esta situación se refleja en una estructura de clases donde los trabajadores de rentas bajas se sienten cada vez más abandonados por el sistema. Este sentimiento de abandono se ha traducido en una creciente apatía política: millones de estadounidenses han dejado de votar... La captura del Estado por intereses privados ha hecho que las personas pierdan la confianza en las instituciones y en los procesos democráticos... En un escenario como el actual, es urgente que las democracias occidentales encuentren un liderazgo que haga frente a la élite financiera y restituya la importancia del Estado como garante del bienestar común. La historia ofrece un ejemplo claro: Frank Delano Roosevelt

"La reciente victoria de Donald Trump es la respuesta a un proceso que involucra profundas dinámicas económicas y sociales en Estados Unidos y, en general, en Occidente. Para comprender los motivos detrás de esta victoria, debemos analizar cómo la financiarización de la economía, el crecimiento de la desigualdad y el impacto asimétrico de la inflación sobre las rentas bajas han moldeado las decisiones de voto de millones de estadounidenses, sin olvidar el apoyo, incluido el suministro de armas, de la administración demócrata a los crímenes de guerra perpetrados por Netanyahu y su ejecutivo contra palestinos y libaneses.

Como vengo detallando en mis análisis, que trato de compartir con ustedes, tras la caída del muro de Berlín se impuso un orden neoliberal que se quitó definitivamente la careta. En la economía estadounidense y occidental, las exigencias humanas y democráticas, a partir de dicho momento, solo podían satisfacerse en la medida en que se sometían a las fuerzas inquebrantables del “mercado”. Una de sus consecuencias ha sido la creciente financiarización de la economía global. Este proceso comenzó con la desregulación financiera en la década de los 90, particularmente bajo la administración demócrata de Bill Clinton, que eliminó la Ley Glass-Steagall y permitió la especulación en mercados como el de la vivienda, la energía y los alimentos. El mercado se convirtió en una herramienta de poder que ha ido absorbiendo la participación del factor trabajo y del capital productivo en la renta nacional, mientras se incrementaba la de los beneficios puros o capital rentista, es decir, aquel que se dedica exclusivamente a la obtención de beneficios sin producir bienes o servicios directamente.

La financiarización ha supuesto que derechos humanos básicos como el acceso a la vivienda, la alimentación, la educación, la sanidad y la energía se transformen en activos financieros. En este contexto, los ciudadanos de a pie han quedado al margen de las decisiones que afectan sus condiciones de vida. Esta situación ha creado una percepción de alienación y desconfianza en el gobierno y en las instituciones, donde las élites económicas y políticas aparecen como los verdaderos beneficiarios de este nuevo sistema.
El Dios mercado y la financiarización: desigualdad nauseabunda

Este proceso de financiarización ha exacerbado la concentración de la riqueza, con los beneficios de las políticas económicas concentrándose en una pequeña élite mientras que la clase trabajadora ve reducidos sus ingresos y oportunidades. En mis ponencias, entrevistas y análisis, vengo señalando de manera insistente cómo en Occidente estas dinámicas han sido promovidas tanto por partidos conservadores como socialdemócratas, que han permitido que el capital se acumule en pocas manos en detrimento del factor trabajo y de la inversión productiva.

En Estados Unidos, esta situación se refleja en una estructura de clases donde los trabajadores de rentas bajas se sienten cada vez más abandonados por el sistema. Este sentimiento de abandono se ha traducido en una creciente apatía política: millones de estadounidenses han dejado de votar porque sienten que, independientemente de quién gane, las políticas no cambian realmente para favorecerles. En las elecciones del 5 de noviembre, 11 millones de votantes se abstuvieron, exactamente la caída del número de votantes del partido demócrata respecto a 2020, en gran parte porque consideran que el único grupo verdaderamente protegido por el nuevo orden económico, al margen de quién gobierne, son los más ricos

La inflación y su impacto en las rentas bajas

A este panorama de desigualdad y concentración de la riqueza se añade un nuevo fenómeno que ha agravado el descontento social: la inflación. La economista Isabella Weber ha explicado recientemente cómo la inflación ha golpeado de manera desproporcionada a las rentas bajas. Este grupo, al destinar una mayor parte de sus ingresos a necesidades básicas como la alimentación, la vivienda y la energía, ha sufrido de manera más intensa el alza en los precios de estos bienes. La inflación ha reducido su poder adquisitivo, llevándolos a una situación en la que sus necesidades básicas están en constante riesgo.

Este impacto desigual de la inflación ha reforzado la sensación de desesperanza entre los ciudadanos de menor renta, quienes sienten que sus esfuerzos no son recompensados y que las políticas de los partidos tradicionales, especialmente del partido demócrata, no hacen lo suficiente para proteger sus intereses. Trump ha sabido aprovechar este malestar y se ha presentado como una alternativa que desafía el statu quo, prometiendo recuperar el poder de las clases trabajadoras.

La alienación política y la desconfianza en las instituciones

Desde que publico en estas líneas, vengo explicando cómo el sistema político estadounidense ha evolucionado hacia lo que el politólogo Sheldon Wolin describe como “Totalitarismo Invertido”, una situación en la que el Estado es visto como un apéndice de los intereses corporativos. En este marco, las corporaciones y los lobbies dominan la política, y el gobierno se convierte en una herramienta al servicio de una minoría. En ese momento, desaparece el gobierno del pueblo y para el pueblo. La captura del Estado por intereses privados ha hecho que las personas pierdan la confianza en las instituciones y en los procesos democráticos.

Además, la participación de los Estados Unidos en conflictos internacionales y el apoyo de los demócratas a gobiernos altamente cuestionados en materia de derechos humanos han creado aún más resentimiento. En particular, el respaldo incondicional de los demócratas al gobierno de Netanyahu, acusado de crímenes de lesa humanidad por su ocupación y bombardeo en Gaza, ha supuesto un castigo significativo para el partido. Este apoyo ha sido visto por muchos como la confirmación de que los demócratas actúan en connivencia con líderes autoritarios cuando les conviene, y que su retórica de defensa de los derechos humanos es, en muchos casos, selectiva y oportunista. Para muchos votantes, este apoyo ha sido la gota que colmó el vaso, alejándolos aún más del partido demócrata.

La necesidad de un nuevo Frank Delano Roosevelt

El voto a Trump ha sido considerado por una parte considerable de sus votantes como una manifestación de resistencia, una forma de rechazar el sistema que consideran corrupto y alejado de sus necesidades. Trump ha logrado canalizar este sentimiento, presentándose como un “outsider” que desafía a las élites políticas y económicas, y que es capaz de revertir las políticas que han llevado a esta situación de desigualdad y alienación. Su retórica populista y nacionalista conecta con un electorado desencantado, especialmente entre aquellos que no se sienten representados por el partido demócrata y que buscan un cambio radical en el sistema. La elección de Trump es, en gran medida, un voto en contra del establishment y a favor de una figura que promete restaurar la influencia del pueblo sobre las decisiones políticas y económicas.

En un escenario como el actual, es urgente que las democracias occidentales encuentren un liderazgo que haga frente a la élite financiera y restituya la importancia del Estado como garante del bienestar común. La historia ofrece un ejemplo claro: Frank Delano Roosevelt, quien en su discurso de reelección en el Madison Square Garden prometió enfrentarse al “gobierno del dinero organizado”, al que consideraba incluso más peligroso que la mafia. Roosevelt reconoció que las grandes fortunas y poderes económicos de su tiempo le odiaban sin límites, porque él representaba una amenaza real para sus intereses.

Hoy, más que nunca, se necesita un líder con esa misma convicción, dispuesto a desafiar a aquellos que consideran al Estado como un apéndice de sus negocios. Alguien que pueda frenar la financiarización y revertir la profunda desigualdad que afecta a las democracias. Sin una figura de este tipo, el descontento y el resentimiento hacia las instituciones solo seguirán creciendo, y la democracia continuará en riesgo de implosionar bajo el peso de un sistema cada vez más insostenible, cuya próxima parada podría ser la instauración de regímenes de corte fascista.

Por cierto, yo sí predije que Trump ganaría holgadamente. Lo hice en unas Jornadas organizadas por ATTAC España sobre la penetración de los Fondos de Inversión en España, este 29 y 30 de octubre, donde fui uno de los ponentes. ¿Los argumentos? ¡Los aquí detallados!."                                  (Juan Laborda , El Salto, 14/11/24)

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