"La política está en recomposición en muy diferentes niveles. En lo que se refiere al ideológico, hay un viraje sustancial, en la medida en que el eje tradicional, izquierda/derecha, convive y se complementa con otro de nuevo cuño, el territorial. La mezcla de uno y otro, así como las especificidades de cada país, hacen que sea difícil aplicar una suerte de plantilla general, pero las constantes se reproducen en todo Occidente.
Las elecciones estadounidenses han quedado atravesadas por esos dos ejes y sobre ese nuevo escenario es explicable el triunfo rotundo del trumpismo.
La coalición sistémica
En muchos países, el bloque del viejo sistema, que está encarnado por los progresistas y lo que queda de las derechas liberales del orden basado en reglas, se mueve fundamentalmente en el eje izquierda-derecha. Su ideario es la defensa de la democracia. En lucha contra el autoritarismo encarnado en las extremas derechas, la necesidad de la reconversión verde y tecnológica, la formación como propuesta de salida para el futuro laboral, el aumento de libertades individuales referidas a la elección sexual y de género y la conservación de los servicios públicos. La izquierda y derecha sistémicas difieren en los instrumentos para lograr esos objetivos, sobre todo económicos: más o menos impuestos, más o menos déficit, más o menos margen en las libertades. En los últimos tiempos, esas dos opciones, como en Francia, han tenido que unirse en un bloque común para evitar el ascenso de las derechas soberanistas.
Diseñaron un frente amplio que asumía postulados de la derecha y en apoyo del cual movilizaron a figuras de la izquierda
En EEUU ocurrió igual. El bloque demócrata creyó que con la amenaza de la dictadura trumpista tendría ganados los votos de la izquierda (por el mal menor) y que, por lo tanto, le correspondía activar a las minorías (para evitar el racismo) y las mujeres (para evitar el machismo y el aborto). Además, esperaban conseguir votantes republicanos moderados, asustados por la posibilidad de la victoria de Trump, y el apoyo de Liz Cheney o de Schwarzenegger debía servir para ese objetivo. Pensaron que, con esa estrategia, por cada votante de clase trabajadora que perdieran, lograrían dos de los suburbios. Al fin y al cabo, estaban defendiendo la democracia. Dibujaron un frente amplio, sin llamarlo así, en el que asumieron algunos de los postulados de la derecha, y movilizaron a figuras de la izquierda, como Sanders u Ocasio-Cortez. Y contaban con muchas figuras populares, desde Taylor Swift y Bad Bunny hasta Bruce Springsteen.
La importancia del territorio
La derecha trumpista eligió el otro eje, el territorial, el que opone lo nacional a lo global. Apostó por un mensaje de repliegue sobre el territorio para fortalecer el país, por repatriar industria y favorecer la creación de empleos mejor retribuidos en ese sector, al mismo tiempo que señalaba que ya no era el momento de gastar en la defensa de terceros países, como los europeos, que se aprovechaban comercialmente de EEUU, o que insistían en el conservadurismo cultural y en la rebaja de impuestos. Con China en el horizonte y el proteccionismo como arma, el mensaje era que a EEUU le tenía que volver a ir bien, y también a sus ciudadanos.
Ese programa estaba sustentado en una mezcla de grupos diferentes, con distintos intereses, como quedó relatado, y cuya dirección real está aún por definirse. Es un programa que no está exento de contradicciones, como lo está la misma internacional derechista. Aunque compartan perspectivas, Milei no es lo mismo que Le Pen, Bukele no es lo mismo que Abascal, Orbán no es lo mismo que Meloni. Y tampoco Musk es lo mismo que J.D. Vance.
Sin embargo, en EEUU, como en todos los lugares en que este tipo de derecha ha crecido, hay factores que se repiten: una mala percepción de la situación del país, unos votantes que desean un cambio significativo en las políticas y una parte importante de las clases medias bajas y trabajadoras que le brindan su apoyo.
Las clases con menos recursos tendían hacia la izquierda y las medias y medias altas hacia la derecha. Ya no es así
Este hecho implica un cambio sustantivo respecto de la ortodoxia del eje izquierda/derecha, ya que las clases con menos recursos tendían hacia la izquierda y las medias y medias altas hacia la derecha. Ya no es así. En EEUU, los progresistas no han querido reconocerlo y han preferido analizar las tendencias entre las minorías para no tener que afrontarlo. El hecho es simple: frente a una situación que se percibe como perjudicial (y que a menudo lo es más de lo que se percibe), buena parte de la población, y las clases trabajadoras en primer lugar, entienden que un reforzamiento de su país, una recuperación de las capacidades nacionales y un proyecto común alrededor de su territorio es el camino de salida para su nación y para ellos mismos. Dado que el eje ideológico les ha fallado, porque los grupos políticos que antes estaban de su parte les han abandonado, y ahora se dirigen a las clases medias urbanas, ya sean las medias altas o las formadas, buscan una nueva vía de mejora. Este es el factor esencial del triunfo de Trump, y las derechas cercanas al MAGA que han logrado éxitos, los han conseguido por este camino.
Este doble eje, que es el vigente, tiene muchas salvedades en España, pero nuestro caso merece una reflexión aparte." (Esteban Hernández , El Confidencial, 07/11/24)
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