8.6.23

España: La bancarrota del posmodernismo y el futuro de la izquierda... la izquierda posmoderna se dedicó a promover una serie de reivindicaciones identitarias, culturales y morales que buscaban cambiar la superestructura, olvidando o relegando a un segundo plano las cuestiones fundamentales que afectan a la clase obrera y a los sectores populares: la explotación, la precariedad, el paro, la pobreza, la desigualdad y la corrupción... y optó por fragmentar y dispersar el movimiento popular en una multitud de minorías y colectivos que se enfrentaban entre sí por cuestiones secundarias o ficticias. En lugar de desarrollar una conciencia de clase y una cultura revolucionaria, fomentó una ideología individualista y relativista que negaba la existencia de verdades objetivas y principios universales... Su acción social se limitó a organizar actos folclóricos y mediáticos que no tenían ningún efecto transformador... El resultado de esta política ha sido el desencanto y la desmovilización de amplios sectores populares que habían depositado su confianza en la «izquierda» posmoderna

 "Las elecciones municipales del 28 de mayo de 2023 han puesto de manifiesto el fracaso de la «nueva izquierda del 15M», esa corriente política que surgió hace unos años con la pretensión de renovar el panorama ideológico y social sin cuestionar el sistema capitalista. Esta izquierda posmoderna se dedicó a promover una serie de reivindicaciones identitarias, culturales y morales que buscaban cambiar la superestructura, olvidando o relegando a un segundo plano las cuestiones fundamentales que afectan a la clase obrera y a los sectores populares: la explotación, la precariedad, el paro, la pobreza, la desigualdad y la corrupción.

La “nueva izquierda” se presentó como una alternativa al bipartidismo y al neoliberalismo, pero en realidad no hizo más que adaptarse a ellos y legitimarlos. En lugar de construir un proyecto político basado en la unidad y la organización de las masas trabajadoras, optó por fragmentar y dispersar el movimiento popular en una multitud de minorías y colectivos que se enfrentaban entre sí por cuestiones secundarias o ficticias. En lugar de desarrollar una conciencia de clase y una cultura revolucionaria, fomentó una ideología individualista y relativista que negaba la existencia de verdades objetivas y principios universales. En lugar de encabezar auténtica transformación social, se conformó con reformas cosméticas y concesiones simbólicas que no alteraban en nada la dominación del capital.

Esta “nueva izquierda” se mostró incapaz de resolver los problemas reales de la gente y de ofrecer una perspectiva histórica de cambio social. Su discurso vacío y demagógico pronto se reveló como una farsa que no engañaba a nadie. Su práctica política se redujo a pactar con las fuerzas del régimen y a gestionar los recortes y las privatizaciones. Su acción social se limitó a organizar actos folclóricos y mediáticos que no tenían ningún efecto transformador. Su ética se basó en el oportunismo y el sectarismo, sin respetar ni siquiera sus propios principios.

El resultado de esta política ha sido el desencanto y la desmovilización de amplios sectores populares que habían depositado su confianza en la «izquierda» posmoderna. También ha sido el auge de la derecha y la extrema derecha, que han sabido aprovechar el vacío dejado por la izquierda para captar el descontento y la frustración de las capas medias y bajas. Así lo demuestran los resultados electorales del 28 de mayo, donde la izquierda cuqui y pija del posmodernismo friki ha sufrido una debacle histórica, perdiendo gran parte de sus votos y representación en los ayuntamientos. Por el contrario, los partidos de la derecha y la extrema derecha han obtenido unos resultados excelentes, logrando gobernar en muchas ciudades importantes.

Ante esta situación, es evidente que la etapa política del posmodernismo está agotada y hay que dejar paso a una izquierda “clásica” que fundamente su fuerza en la clase obrera y los sectores populares desechando frikismos pequeñoburgueses, que sólo sirven para marginalizar y restar fuerzas, que analice con rigor las condiciones objetivas y subjetivas de cada momento histórico y que defina con claridad las tareas estratégicas y tácticas del movimiento obrero y popular, que desarrolle una amplia labor ideológica y cultural para elevar el nivel político e intelectual de las masas trabajadoras y para combatir las influencias burguesas y pequeñoburguesas y que impulse un movimiento popular unitario y combativo que movilice a todos los sectores oprimidos por el capitalismo en defensa de sus intereses materiales e históricos."                 (Alberto Gómez González, dirigente sindical, Observatorio de la crisis, 02/06/23)

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