"Esto no debería haber ocurrido. (...)
Sumar jamás debería haber podido integrar a Podemos y todo tenía que haberse estropeado a segundos de la medianoche. El ego de Iglesias debía abrasar en un fuego inextinguible al ego de Yolanda Díaz. Los últimos de Filipinas serían unos blandos al lado del heroísmo que iban a desplegar los últimos de una Irene Montero a quien, como antes a otras tantas mujeres de la política española, algún día se le hará justicia. (...)
La primera consecuencia del acuerdo entre las izquierdas reside en que
Yolanda Díaz se queda sola ante el peligro. Ya no quedan más demonios
para matar o para protegerse tras ellos. Irene Montero encarnaba el
último. Ahora el demonio es Díaz. La destrucción por tierra, mar y aire
de su buena imagen y su liderazgo conforma la actualización definitiva
que se está empezando a descargar ya. (...)
El mensaje de los votantes de izquierda el 28M fue claro. A la izquierda del PSOE le dijeron que, si no se ponían de acuerdo, no contasen con sus papeletas. Al PSOE le dijeron que preferían quedarse en casa o dividir conscientemente su voto antes que dárselo a los socialistas. Si alguien cree haber mejorado su posición con los resultados en la mano, se está equivocando de ventanilla y lo pagará el 23J. Negociar y repartir la miseria son cosas muy diferentes, aunque no lo parezca a simple vista. Ni había tiempo ni había margen para negociar gran cosa. Aun así, se lo tomaron. Podían haber escenificado una gran escena de unidad y entrar todos juntos de la mano para evitar la extinción, en lugar de reproducir esta especie de carrusel deportivo de minuto y resultado según se iban incorporando los diferentes partidos, pero lo han preferido así; ya está.
Podía haberse hecho mejor, pero se ha hecho así. Eso ya no tiene arreglo por mucho que se discuta. Si los partidos y movimientos implicados quieren seguir discutiendo cómo han llegado a esta situación, adelante. Por lo que a mí respecta, la culpa fue del chachachá. Ponerse ahora a clarificar responsabilidades tiene la misma utilidad que la orquesta del Titanic tocando mientras se hunde el barco; intelectualmente excitante pero perfectamente inútil.
Ahora ya no se trata de sumar. Se trata de remar. Que se haya conseguido es lo que cuenta. Lo importante es que no iba a haber acuerdo, pero resulta que lo hay. Lo urgente pasa ahora por hacerlo creíble. Recuperar la confianza de una base electoral dividida entre cabreados y encantados, indignados y orgullosos, decepcionados e ilusionados, desconfiados y confiados, confundidos y orientados e incluso entusiasmados no se antoja una tarea fácil. Estos meses de ruido y furia no desaparecen únicamente con poner la imagen de la santa en la estampita del voto; igual que no se olvidaron el 28M por la tregua forzada por la campaña. Queda mucho por bogar en la misma dirección.
Aunque no todo son angustias. Existe alguna alegría entre tanto
melodrama. Conmueve tanta preocupación por la unidad de la izquierda en
un país tan aparentemente polarizado. Devuelve la fe en el género humano
contemplar a la derecha tan angustiada por si había acuerdo o no entre
el rojerío. Contrasta, además, con la despreocupación que parece
acompañar a los contenidos o a los tiempos de los pactos con la
ultraderecha de Vox, imprescindibles para que la gran victoria de Feijóo
se traduzca en poder institucional real. Una cosa es normalizar a la
ultraderecha y otra meterla por la puerta de servicio como a los
queridos de antes. Ahora que se ha parado el reloj del contador de
acuerdos de la izquierda, toca activar el reloj del contador de acuerdos
de la derecha y la extrema derecha." (Antón Losada, CTXT, 10/06/23)
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