"Mientras se espera que Ucrania ponga en marcha una ofensiva terrestre a corto plazo, la ofensiva aérea rusa está acabando con los stocks de munición de los sistemas de defensa antiaérea de Ucrania y podría terminar con la situación de paridad aérea actual.
Últimamente, la atención mediática sobre la guerra en Ucrania se ha centrado en evaluar la posibilidad de que las Fuerzas Armadas ucranianas acometan una ofensiva terrestre que rompa en profundidad la línea de contacto en la que se ha estancado la guerra durante los últimos meses. La llegada de carros occidentales, la finalización de las lluvias o las dificultades logísticas de las fuerzas rusas, entre otras noticias, han alimentado la expectativa de que esa ofensiva pueda otorgar una ventaja estratégica a Ucrania a corto plazo. Menos atención se ha prestado, sin embargo, a la posibilidad de que los continuados ataques aéreos rusos sobre objetivos ucranianos alteren el equilibrio aéreo actual y otorguen esa misma ventaja estratégica a Rusia y coloquen a Ucrania en una situación militar y política desfavorable [1].
El equilibrio aéreo actual se mantiene desde el inicio de la invasión cuando las fuerzas aeroespaciales rusas (SKV en sus siglas rusas) no lograron conseguir la superioridad aérea que se esperaba debido a una combinación de errores propios en la concepción y desarrollo de las operaciones y de aciertos ucranianos para hacerlas frente. Las Fuerzas Armadas ucranianas dispusieron sus medios de defensa antiaéreos heredados de los inventarios rusos (S-300 y Buk-M1) para proteger sus objetivos civiles y de sistemas antiaéreos portátiles suministrados por Occidente, para proteger a sus Fuerzas Armadas (Stinger, Mistral, Avenger, Crotale, Strela, Piorun y otros). La aviación rusa tuvo que replegarse a la seguridad de su espacio aéreo, renunciando a sobrevolar las defensas antiaéreas y también a apoyar el avance de sus fuerzas terrestres para limitarse a disparar misiles de largo alcance desde sus aviones cazabombarderos (Su-35S, Su-34, Su-30SM y Mig-31BM en particular). Por su parte, la aviación ucraniana disfrutó de libertad de acción en su espacio aéreo, pero no pudo superar las superiores defensas antiaéreas rusas (baterías de misiles S-400 y Pantsir) ni la superioridad cualitativa y cuantitativa de la aviación de combate rusa. En estas condiciones, la campaña aérea perdió relevancia y la artillería y los carros de combate restaron notoriedad a los aviones y las defensas antiaéreas.
Alcanzado el equilibrio entre aviones y sistemas de defensa, la guerra de desgaste condujo a un incremento de los ataques aéreos rusos a objetivos estratégicos en el interior de Ucrania. Progresivamente, las Fuerzas Aéreas rusas enviaron más y más misiles de crucero, balísticos e hipersónicos y drones contra infraestructuras críticas, ciudades y blancos militares. Las Fuerzas Armadas ucranianas han optimizado su capacidad de defensa aérea, especialmente sus sistemas móviles SAM y, con la llegada de los sistemas occidentales más avanzados (Patriot, Aster, Hawk, Iris-T y NASAMS, entre otros), han conseguido contrarrestar esos ataques en porcentajes que han ido creciendo desde la tercera parte hasta casi la totalidad de los últimos días (90% según fuentes militares ucranianas) [2].
Sin embargo, el equilibrio se ha vuelto inestable y difícil de recuperar por varias razones. En primer lugar, la estrategia rusa de saturación obliga a un ritmo de consumo elevado de municiones que no se puede mantener. Los inventarios ucranianos de misiles para sus sistemas antiaéreos se están agotando y no existe suministrador alternativo fuera de la Federación Rusa. Del mismo modo, se agotan los sofisticados –y caros– misiles como los Patriot, sin que el ritmo de producción anual (entre 300 y 500 de Raytheon) pueda soportar el nivel de consumo actual. Los mandos rusos conocen esta situación y continúan enviando misiles de largo alcance, de los que pueden fabricar unos 40 al mes y, sobre todo, los baratos y eficaces drones iranies Shahed-136 que les sirven para evaluar y desgastar las defensas antiaéreas ucranianas [3].
No se sabe cuánto tiempo podrá mantener Rusia el mismo ritmo de
ataques, pero si lo hace, las defensas antiaéreas ucranianas no tardarán
en agotar sus municiones y tendrán que establecer prioridades de empleo
para sus lanzadores.
Al no poder cubrir la totalidad del frente y del territorio como hasta ahora, los aviones rusos encontrarán brechas por las que penetrar en el espacio aéreo ucraniano sin que las defensas antiaéreas ni los aviones de combate ucranianos puedan hacerles frente. Esto no significa que las fuerzas aeroespaciales rusas vayan a obtener la superioridad aérea porque seguirán existiendo zonas, en las grandes ciudades y en el frente de combate, donde seguirán actuando los sistemas de defensa aérea ucranianos u occidentales disponibles, pero supone que los aviones rusos van a poder acceder con mayor facilidad y frecuencia a blancos civiles que hasta ahora estaban protegidos. Si esta posibilidad se materializa, la guerra podría entrar en una nueva fase de un mayor sufrimiento y daño para la población, las infraestructuras y la vida cotidiana del que han venido padeciendo en Ucrania gracias al equilibrio aéreo vigente hasta ahora, con el consiguiente deterioro de la moral política y social. Por la misma razón, y en los teatros de operaciones, la disminución de la cobertura aérea ucraniana podría facilitar la actuación de la aviación táctica rusa allí donde las unidades ucranianas no dispongan de lanzadores o de munición, con el consiguiente riesgo para las unidades y operaciones terrestres ucranianas [4] .
La situación es más acuciante porque las alternativas de respuesta son limitadas, especialmente para la cobertura de espacios aéreos de medio alcance, por encima del alcance de los misiles portátiles. Los países occidentales han desarrollado pocos sistemas de defensa antiaérea de corto y medio alcance porque siempre han confiado en obtener la superioridad aérea y, por lo tanto, no cuentan con sistemas autopropulsados similares a los del Gepard alemán que puedan acompañar a las unidades acorazadas y mecanizadas. Las defensas antiaéreas ucranianas podrían utilizar sus cañones de munición convencional pero no disponen de los sistemas de radar y de dirección de tiro que aumente su eficacia. Tampoco la aviación ucraniana puede mejorar su rendimiento actual por la profundidad de las defensas antiaéreas rusas y la limitación de sus aviones para combatir a media y gran altitud frente a los de la VKS.
La situación explica la reiterada petición ucraniana de aviones y adiestramiento de pilotos que precisa para taponar las posibles brechas que abra su inferioridad defensiva. Hasta ahora, los países que apoyan a Ucrania han optado por consolidar las defensas antiaéreas ucranianas pero el previsible fin de la paridad aérea obliga a considerar otras opciones como las que se han ofrecido en los últimos días [5]. Mientras se presta atención a la tantas veces anunciada ofensiva terrestre de primavera, Rusia podría alcanzar una ventaja estratégica significativa agotando la capacidad de defensa antiaérea ucraniana y colocar la retaguardia ucraniana al alcance de su aviación."
(Félix Arteaga es investigador principal del Real
Instituto Elcano y profesor del Instituto Universitario General
Gutiérrez Mellado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia
(UNED). Real Instituto Elcano, 23/05/23)
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