"Catherine Rampell ha llevado a cabo una evaluación bastante sombría del
legado económico de Biden en una columna publicada esta semana en el
diario Washington Post. Por desgracia, me inclino a estar de acuerdo con
gran parte de ella, pero creo que se le escapó lo más importante: el
compromiso con el pleno empleo.
Empecemos por los temas en los que lleva razón. En primer lugar, Biden
consiguió muy poco en términos de expansión del Estado de Bienestar
social. Sí consiguió la ampliación de la desgravación fiscal por hijo,
que redujo la pobreza infantil a la mitad, pero terminó después de 2021.
Biden esperaba poder hacer permanente la desgravación, o al menos
ampliarla varios años más, pero en el Senado la bloqueó Joe Manchin
[senador de la derecha demócrata que solía votar con los republicanos]
quien declaró que le preocupaba que los padres lo utilizaran para
comprar drogas. Una vez que los republicanos se hicieron con el control
de la Cámara en 2023, la medida acabó muerta.
Biden consiguió que los subsidios fueran más generosos en los
intercambios establecidos por la Ley de Asistencia Asequible
[Obamacare]. Esto contribuyó a reducir el número de personas sin seguro
médico a un mínimo histórico, pero es probable que el Congreso
republicano revierta la medida el año que viene. Esto dejará poco legado
duradero aparte de la evidencia de su éxito, como es el caso de la
ampliación de la desgravación fiscal por hijos.
Biden
trató de conseguir más fondos para atención infantil y también presionó
para que se promulgara una ley que estableciera permisos familiares
remunerados, pero estas medidas no llegaron a aprobarse en el Congreso.
Propuso una reducción substancial de los préstamos estudiantiles, pero
el Tribunal Supremo la rechazó. Una medida que Biden impulsó mediante
orden ejecutiva consistió en hacer mucho más generoso el plan de
reembolso de préstamos estudiantiles tomando los ingresos como base. Con
este plan, una persona que gane menos de 33.000 dólares al año no
tendría que pagar nada. Una persona que gane 50.000 dólares pagaría sólo
140 dólares al mes.
Este plan está siendo impugnado en los tribunales, por lo que no está
claro si va a sobrevivir. Trump también puede revocar la orden
ejecutiva, pero hay al menos alguna posibilidad de que el plan quede
intacto. En ese caso, sería un verdadero legado que supondría una gran
diferencia para millones o incluso decenas de millones de prestatarios.
En cuanto a las infraestructuras, Rampell tergiversa los datos. Su
fuente muestra en realidad un aumento substancial del gasto desde que se
aprobó la ley de infraestructuras en el Congreso en 2021. Es cierto que
hemos visto un progreso limitado en el establecimiento de la red de
recarga para vehículos eléctricos o la construcción de banda ancha
rural, pero esto se debe a los contratos que todavía hay que solventar.
Esto lleva tiempo (un gran problema), pero es probable que veamos
beneficios en estas áreas en los próximos años.
La Ley sobre CHIPS y la Ley de Reducción de la Inflación han provocado
un enorme auge en la construcción de fábricas. Estas fábricas entrarán
en funcionamiento este año y el próximo. Esto reducirá la dependencia de
EE.UU. de chips informáticos avanzados de países extranjeros, sobre
todo de Taiwán. También ha puesto en marcha nuestra industria de
vehículos eléctricos y paneles solares. Que estos sectores sobrevivan y
puedan competir con éxito dependerá en gran medida de las acciones de la
administración Trump.
Sin embargo, no es ni mucho menos seguro que Trump acabe con estos
sectores. En la actualidad son importantes fuentes de empleo para los
trabajadores de los estados republicanos. Habrá muchos congresistas
republicanos que se opongan a los planes de acabar con ellos.
Merece la pena señalar que no es probable que sobreviva la idea de Biden
de que pasaría de una política de libre mercado a una economía
impulsada por la «política industrial», en buena medida porque nunca
tuvo ningún sentido. La idea de que el gobierno favorecería a ciertas
industrias y no dejaría las cosas al libre mercado no es nueva. Siempre
favorecemos a determinados sectores.
Esto es más claro con la industria farmacéutica, donde gastamos más de
50.000 millones de dólares al año en investigación biomédica a través de
los NIH y otras agencias gubernamentales. También concedemos a la
industria monopolios de patentes por valor de más de 500.000 millones de
dólares al año (4.000 dólares por familia) en precios más altos para
medicamentos y otros productos farmacéuticos. Decir que esto no es
política industrial es una locura total.
También hacemos cosas como construir aeropuertos, que fomentan la
industria aérea. También disponemos de subvenciones a través de la
educación universitaria, que lo mismo proporcionan investigación útil en
campos como la agricultura que forman a personas en terrenos como la
industria tecnológica.
En resumen, no hay debate sobre el uso de la política industrial para
favorecer a determinadas industrias, la única cuestión es qué sectores y
cuánta ayuda hay que dedicar. Dada la insistencia de Trump en que
quiere ignorar el calentamiento global, podemos esperar que intente
recortar el apoyo a las energías limpias, pero eso no es una posición de
principios sobre el mercado y la política industrial, se trata sólo de
su aversión a un sector concreto.
Es extraño y desafortunado que la «política industrial» se haya
convertido de alguna manera en grito de guerra de muchos progresistas.
Distorsiona tanto la realidad actual como la naturaleza de los cambios
que queremos introducir.
La Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia de Biden
fueron mucho más agresivos en la aplicación de las leyes antimonopolio
que sus predecesores en las administraciones demócratas y republicanas.
Es probable que veamos una inversión parcial de esta política, aunque el
vicepresidente electo J. D. Vance ha manifestado su apoyo a la
aplicación de las leyes antimonopolio.
Biden también ha tenido la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB)
más favorable a los trabajadores de toda la historia. Esto podría haber
marcado la diferencia a largo plazo, pero como el proceso de
organización lleva tiempo, lo probable es que no veamos muchos
beneficios duraderos. Esta situación se ve agravada por el hecho de que
la chapuza/corrupción del Senado impidió que se nombrasen miembros
demócratas de la NLRB a finales del año pasado, lo que significa que los
republicanos pronto tomarán el control de la agencia.
Sin embargo, la política más importante de Biden, y probablemente su
legado más duradero, es la búsqueda agresiva del pleno empleo. Su
paquete de medidas de recuperación, que fue aprobado por el Congreso
apenas un mes después de su toma de posesión, hizo que la economía
volviera rápidamente al pleno empleo. La tasa de desempleo era del 6,4%
en enero de 2021 y bajó al 3,9% en enero del año siguiente. Se mantuvo
en el 4,0% o menos durante los 29 meses siguientes, antes de subir
ligeramente el año pasado. Fue la racha de desempleo más larga de los
últimos 70 años.
El pleno empleo consiguió los beneficios previstos. Los grupos más
desfavorecidos del mercado laboral registraron los mayores aumentos.
Tanto el desempleo de los negros como el de los adolescentes negros
alcanzaron mínimos históricos. El desempleo hispano igualó su anterior
mínimo histórico.
La escasez de mano de obra creada por la rápida recuperación también
obligó a los empresarios a contratar a personas con antecedentes
penales, discapacitados y otras personas que normalmente no se
plantearían contratar. También se produjo una oleada sin precedentes de
cambios de empleo, ya que los trabajadores pudieron dejar trabajos que
no les gustaban. Esto condujo a niveles récord de satisfacción laboral.
El bajo nivel del desempleo también permitió a los trabajadores de la
parte media y baja de la distribución salarial obtener importantes
ganancias salariales reales. Y ello a pesar de la pandemia que impidió
el crecimiento salarial en otros lugares. Rampell menosprecia este logro
señalando la evidencia de que la inflación es algo mayor para los
trabajadores con ingresos más bajos. Aunque hay algo de verdad en ello,
las ganancias salariales más rápidas para los trabajadores peor pagados
empequeñecen los efectos diferenciales de la inflación (además, sus
evidencias sugieren que la tasa diferencial de inflación es en gran
medida independiente de la tasa general, por lo que los trabajadores
peor pagados siempre pierden, no sólo en periodos de inflación alta).
Este legado del pleno empleo será algo que sobreviva a la administración
Biden. Contrariamente a lo que la corriente dominante de la profesión
económica nos ha dicho durante mucho tiempo, hemos visto que la economía
puede funcionar bien con tasas de desempleo del 4,0 por ciento e
inferiores de forma continuada. Este será el punto de referencia con el
que se midan Trump y los futuros presidentes.
Además, y para que quede claro, a los trabajadores sí les importa poder
tener empleo. Durante la administración Biden, los medios de
comunicación insistieron absurdamente en que el desempleo no importaba.
No voy a perder el tiempo intentando explicar sus motivos, pero en una
economía en la que la inmensa mayoría de la gente depende del trabajo
para la inmensa mayoría de sus ingresos, además de ser a menudo una
parte clave de la identidad de las personas, esta afirmación va más allá
de lo absurdo.
El compromiso con el pleno empleo es un gran compromiso y ningún informe
económico negativo debería convencer a nadie de lo contrario. Y en este
sentido, el presidente Biden merece un gran reconocimiento."
( Dean Baker, Jaque al neoliberalismo, 13/01/25, fuente Counter Punch
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