3.7.23

¿Arde Francia? En Francia estamos en un momento fascista... esto puede medirse por el posicionamiento político de los sindicatos policiales... Desde los años 70 todos los disturbios urbanos en Francia han seguido el mismo patrón: un joven negro o de raza árabe muere como resultado de una interacción violenta con un agente de policía... Los problemas sociales siguen siendo los mismos y se acumulan... a los que se superponen las causas etnorraciales, con ese sentimiento de exclusión que les acompañan, el racismo, la islamofobia, las discriminaciones de todo tipo, en particular los controles discriminatorios conocidos como au faciès [por el color de la piel]... alimentadas por la lógica de guetización que la política de renovación urbana no ha conseguido romper... Y luego están las causas políticas, es decir, el hecho de que la política urbana se haya abandonado por completo desde François Hollande, y su entierro por parte de Macron... las respuestas políticas serán decisivas. ¿El ejecutivo va a dejar que la situación se encone para legitimar su discurso de orden o va a tomar medidas enérgicas? En en el clima político actual, ¿es posible esto? Pues otro factor es la extrema derechización del poder

 "El sociólogo Michel Kokoreff, profesor universitario en París VIII y autor de Sociologie des émeutes (Payot, 2008) y La Diagonale de la rage (Divergences, 2022), habla con Mediapart sobre las tres noches de disturbios que han seguido a la muerte de Nahel en Nanterre. Para él, que trabajó sobre las revueltas de 2005 y las defraudadas promesas [del gobierno], las revueltas y la cólera en los barrios populares, dadas las condiciones socioeconómicas de sus habitantes, las tensas relaciones con la policía y el racismo, es legítima,. En su opinión, la única salida posible a esta crisis es revertir el Art. de la ley de 2017 que facilita y legitima el uso de las armas de fuego por parte de la policía, aunque ello signifique ofender a los cada vez más poderosos sindicatos policiales.

Mediapart: Después de estas tres noches de revuelta, los paralelismos con el otoño de 2005 parecen evidentes. ¿Cree que es pertinente?

Michel Kokoreff: Me sorprende la amnesia colectiva. Sí, la historia social de los disturbios se repite. Desde los años 70, todos los disturbios urbanos en Francia, hasta el de 2018 en Nantes, han seguido el mismo patrón. Es decir, un joven negro o de raza árabe muere como resultado de una interacción violenta con un agente de policía.

La emoción colectiva resultante desemboca en disturbios, escenas de violencia y enfrentamientos con la policía. Las Marchas Blancas [convocatoria de manifestaciones pacíficas] hicieron un llamamiento a la calma, pero los disturbios han continuado durante varios días alimentados por la represión policial y las declaraciones incendiarias y gesticulación autoritaria y despectiva por parte del ministro del Interior. En 2005, los disturbios duraron casi tres semanas. En aquel momento, el primer ministro, Dominique de Villepin reactivó el estado de emergencia de 1955, que se había utilizado en plena guerra de Argelia. Con la vuelta de la ley y el orden, desaparecieron las promesas de soluciones y la desguetización de los barrios.

En esta ocasión, aún no hemos llegado a ese punto, si bien la situación en muchos barrios populares se ha inflamado desde el día en que mataron a Nahel y durante las noches siguientes. Yo me inclino por establecer la conexión con la agonía en directo de George Floyd, en 2019. El vídeo del tiro del policía motorizado y su colega en Nanterre muestra un abuso policial similar al que se vio en Minneapolis. A menudo, las pruebas [sobre los abusos policiales] son difíciles de establecer, pero no en este caso. De ahí, sin duda, el perfil bajo que han mantenido las autoridades, la denuncia de los políticos (con la excepción de Marine Le Pen) y de los deportistas y artistas populares. Pero en 2005, los alborotadores estaban solos...

¿Qué continuidad ve en los factores desencadenantes de estas revueltas de las tres últimas noches con respecto a las anteriores?

Las mismas causas producen los mismos efectos. Los problemas sociales siguen siendo los mismos y se acumulan. La pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, el fracaso escolar y el abandono de los estudios son causas estructurales a las que se superponen las causas etnorraciales, con ese sentimiento de exclusión que le acompaña, el racismo, la islamofobia, las discriminaciones de todo tipo, en particular los controles discriminatorios conocidos como au faciès [por el color de la piel].

El sentimiento de discriminación, junto con la dificultad de encontrar un empleo estable, se ve alimentado por la lógica de guetización que la política de renovación urbana no ha conseguido romper.

Y luego están las causas políticas, es decir, el hecho de que la política urbana, que durante mucho tiempo fue un batiburrillo muy complejo, se haya abandonado por completo desde François Hollande, con el entierro del informe Borloo por parte de Macron.

Entre las causas más coyunturales, podemos citar la ley de 2017, en la que no entraré en detalles, que es una caja de Pandora en la medida que amplía las condiciones para el uso de las armas por parte de los agentes de policía, de forma que el número de tiroteos por negarse a acatarla se ha duplicado y que desde 2020 ha provocado el doble de muertes que la media observada en la década de 2010, tal y como ha contabilizado la revista en línea Basta!

Por último, otro factor es la extrema derechización del poder.

¿Qué significa esto?

Hay que decir que en Francia estamos en un momento fascista. Sin remontarnos a la secuencia 2016-2023, esto puede medirse por el posicionamiento político de los sindicatos policiales. Tras la Segunda Guerra Mundial, estuvieron cerca del Partido Comunista, en los años 80 del Partido Socialista y hoy de Rassemblement National [extrema derecha], o a veces peor. Las reacciones de [los sindicatos policiales] Alliance y France Police, que aplauden la muerte de Nahel, son despreciables. Al mismo tiempo, muestran hasta qué punto la seguridad pública y la policía están cogestionadas por los sindicatos mayoritarios tanto como por el Ministerio del Interior. No se expresaban así en 2005, y la presión de estos sindicatos, su presión de cara a la ley de 2017, era mucho más débil.

Ahora las redes sociales se utilizan masivamente en estos casos. ¿Cambia esto la situación y la forma en que se perciben estos acontecimientos?

En 2005, todavía estábamos en el siglo XX. Ahora estamos en el siglo XXI, en la era de la revolución digital y la contra-comunicación. Durante [las movilizaciones de] Nuit debut [2016] y los chalecos amarillos, se utilizaron mucho las redes sociales. Se filmó y utilizó mucho los smartphones para proporcionar una contranarrativa a la violencia policial, para mostrar lo que, obviamente,  las televisiones de desinformación continuano no estaban mostrando.

La juventud de los barrios populares no se queda atrás y utiliza esta táctica para hacer el zbeul [crear desorden] e imponer una contranarrativa. Las motivaciones lúdicas de esta violencia no son las únicas en juego. Un adolescente murió brutalmente (podría haber sido cualquier otro joven), de ahí la ira que estalló contra el brazo armado del Estado, que condensa todas las formas de dominación. Lo que nos recuerda que los disturbios siempre tienen un significado político. No se trata sólo de quedar bien, se trata de mostrar la cólera y el levantamiento de la gente que, si es necesario, utiliza la pirotecnia para hacer valer su punto de vista, con una novedad: disparar morteros. (...)

En diversos barrios, los ayuntamientos, las escuelas, las mediatecas y los centros sociales han sido blanco de ataques, con la polémica recurrente de la destrucción de los servicios públicos que benefician a los residentes locales. ¿Por qué prevalece tanto esta retórica y qué respuesta se le puede dar?

La juventud de los barrios populares ataca los servicios públicos porque, junto con la policía, son el único rastro del poder del Estado. Destruirlos es una respuesta, aunque forme parte de una lógica autodestructiva que se puede comprender. ¿De qué otra forma puede hacerse oír? Históricamente, en Francia no nos gusta el uso de la violencia política porque nos parece necesariamente ilegítima. Pero en Sudáfrica, en Estados Unidos, fue la violencia la que puso las cosas en movimiento, por no hablar de los chalecos amarillos, aunque no consiguieran gran cosa.

El sentido de los disturbios es que aclaran las cosas, hacen que los problemas sean visibles públicamente. En 2007, Nicolas Sarkozy no nombró a sus ministros de la diversidad por casualidad. [Aquellos disturbios] También arrojaron luz sobre el divorcio de la izquierda con los barrios populares, a los que había abandonado.

En 2005, los habitantes de los barrios populares se sentían muy solos. Hoy, en el contexto de la represión dirigida contra los Soulèvements de la Terre y los activistas medioambientales considerados ecoterroristas ¿es posible un vínculo entre ambos y que cambie la situación?

Sí, hay un eco inmediato entre una forma de represión y la otra; incluso el martes por la noche en la plaza de la República de París, en la concentración de apoyo a los Soulèvements de la Terre, varios oradores expresaron su solidaridad, no sólo con la familia de Nahel, sino también señalando el vínculo sistémico entre la violencia del Estado en ambos casos.

Pero hay que decir que este eco no es suficiente. Sigue existiendo una relación complicada -quizá una relación de clase y raza- entre las y los activistas de la pequeña burguesía intelectual y los habitantes, que también pueden ser activistas, de los barrios populares y racializados.

Las y los primeros desconocen la historia colonial y de inmigración de los suburbios, lo que dificulta el cruce de la frontera entre ambos. Y ello a pesar del temor, desde mayo del 68, de quienes están en el poder de que las y los campesinos, obreros y  estudiantes cooperen, y que ésta diagonal de rabia conduzca a la aparición de un frente de clase. Aunque en la práctica esta solidaridad es complicada de poner en marcha y hacerla durar, puede ayudar a mover las líneas contra un gobierno inflexible.

Sin arriesgarse a pronósticos arriesgados, ¿esta revuelta puede durar? ¿Cómo salir de la crisis?

A fuerza de hablar de conflagración, estamos jugando con fuego; es lo que llamamos profecías autocumplidas. En realidad, las respuestas políticas serán decisivas. ¿El ejecutivo va a dejar que la situación se encone para legitimar su discurso de orden o va a tomar medidas enérgicas? Se ha hablado de tres ejemplos: que el caso del homicidio de Nahel no sea juzgado en el tribunal más próximo, tal y como solicitaron los abogados de la familia; otra cuestión clave es revertir la ley de 2017 que amplía y oscurece las condiciones para el uso de armas de fuego por parte de los agentes de policía. Por último, durante años se ha pedido la creación de un organismo de supervisión policial externo e independiente que no sea juez y parte como la Inspección General de la Policía Nacional (IGPN) actual. No hay más que ver lo que hacen nuestros [países] vecinos. Pero en el clima político actual, ¿es posible esto?

(Entrevista a Michel Kokoreff, , , Viento Sur, 01/07/23)

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