"(...) ¿A qué sinsentidos me refiero? Simon Wren-Lewis, de la Universidad de
Oxford, que ha sido un incansable pero solitario defensor de la
sensatez económica, lo llama “mediamacro” [la macroeconomía de los
medios de comunicación]. Es una historia sobre Reino Unido que
transcurre así: primero, el Gobierno laborista que dirigió el país hasta
2010 fue extremadamente irresponsable y gastó mucho más de lo que podía
permitirse.
A continuación, este derroche fiscal provocó la crisis
económica de 2008-2009. Esto, a su vez, hizo que la coalición que subió
al poder en 2010 no tuviese otra opción que imponer medidas de
austeridad, a pesar de la depresión económica reinante. Finalmente, como
Reino Unido reanudó el crecimiento en 2013, se consideró que la
austeridad estaba justificada y que quienes la criticaban se
equivocaban.
Ahora bien, cada uno de los elementos de esta historia es demostrable
y ridículamente erróneo. El Reino Unido de antes de la crisis no cayó
en el derroche fiscal. La deuda y el déficit eran bajos, y en aquel
momento, todo el mundo esperaba que siguiesen así; fue la crisis la que
hizo que aumentara el déficit.
La crisis, que fue un fenómeno mundial,
la provocaron los bancos sin control y la deuda privada, no el déficit
público. Las medidas de austeridad no eran urgentes: los mercados
financieros nunca se mostraron preocupados por la solvencia británica. Y
Reino Unido, que no volvió a crecer hasta que se interrumpieron las
políticas de austeridad, no ha recuperado nada de lo que perdió durante
los dos primeros años de gobierno de la coalición.
Pero esta narrativa sin sentido domina por completo la información
que ofrecen los medios, quienes lo tratan más como un hecho que como una
hipótesis. Y los laboristas no han intentado desmentirlo, probablemente
porque piensen que es una batalla política que no pueden ganar. ¿Pero
por qué?
Wren-Lewis indica que tiene mucho que ver con el poder de las
engañosas analogías que se establecen entre los Gobiernos y las
familias, y también con la perversa influencia de los economistas que
trabajan para el sector financiero, que en Reino Unido y Estados Unidos
no dejan de difundir historias de miedo sobre el déficit y no pagan
ningún precio por equivocarse una y otra vez.
Si pudiésemos guiarnos por
la experiencia estadounidense, yo diría que Reino Unido también es
víctima del deseo que tienen las figuras públicas de parecer serias, una
pose que relacionan con los discursos severos sobre la necesidad de
tomar decisiones difíciles (a costa de otras personas, claro).
Aun así, resulta asombroso. El hecho es que Reino Unido y Estados
Unidos no tenían que tomar decisiones difíciles justo después de la
crisis. Lo que tenían que hacer, en cambio, era reflexionar mucho; estar
dispuestos a entender que se trataba de unas circunstancias especiales,
que las reglas de siempre no sirven cuando nos enfrentamos a una
depresión económica persistente, una en la que los préstamos públicos no
compiten con la inversión privada y los costes son casi nulos.
Pero la reflexión profunda ha quedado casi excluida del discurso
público del país. En consecuencia, solamente podemos esperar que quien
quiera que acabe dirigiendo la economía británica no sea tan estúpido
como finge ser." (
Paul Krugman , El País,
10 MAY 2015)
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