"(...) Asombra la soledad de Grecia y que no haya solidaridades efectivas de
unas fuerzas progresistas que con la boca llena hablan de que no hay
salidas nacionales a la crisis, que son necesarias más convergencias
europeas y que necesitamos más Europa; eso sí, a renglón seguido, se
dice que tiene que ser diferente a esta. Mientras, repetimos, Grecia
está sola frente a todos los demás gobiernos de la eurozona. ¿Dónde
quedó el internacionalismo de la llamada izquierda europea?
La
paradoja más sobresaliente es que más de siete años de crisis y el tipo
de integración resultante justifica, hasta la exageración, las razones
por las que algunos nos opusimos a la Unión Europea en general y al euro
en particular. (...)
¿Qué significa ser parte de la periferia de la UE? Decía Eduardo Galeano
que la división del trabajo es un mecanismo en el que unos se
especializan en ganar y otros se especializan en perder. En la UE, en la
zona euro, se ha ido organizando una división del trabajo en torno a un
centro, cada vez más fuerte y poderoso, y una periferia cada vez más
subalterna y dependiente cuyos modelos productivos se han ido
estructurando según las necesidades, objetivos y estrategias de los
países centrales.
Los años de crisis no han hecho otra cosa que
profundizar este esquema de poder y España, como los demás países del
Sur, se está especializando en perder. Resulta patético que se pueda
hablar hoy de impulsar de nuevo derechos sociales, laborales y
sindicales, es decir, de realizar políticas económicas sociales y
democráticas como si la UE no existiera.
Algunos hemos insistido hasta
la saciedad en esta paradoja: las fuerzas nacional-populares tenemos hoy
una gran posibilidad de construir un bloque político y social muy
amplio en defensa de los derechos humanos fundamentales y de las
libertades básicas, es decir, un programa antineoliberal de
reconstrucción nacional, económica y social.
La otra cara, la que está
sufriendo la Grecia de Syriza, es que los límites para reformas, aunque
sean muy moderadas, son enormes. Para decirlo de otra forma, la UE es
una estructura de poder funcional a la globalización neoliberal
dominante y no admite políticas alternativas aunque estas sean mínimas.
Las
personas serias lo sabían y así lo dijeron. La introducción del euro
sin una política económica común, una hacienda común y una legislación
laboral y social común, es decir, una moneda sin un Estado detrás y con
economías extremadamente heterogéneas tendría como consecuencia la
profundización de lo que ya antes existía y que hoy es gravísimo: un
centro cada vez más fuerte y poderoso y una periferia, los países del
Sur, cada vez más dependiente económicamente, más subalterna
políticamente y en regresión social y laboral.
El cuento que se
nos narra es algo peor que una mentira. Se trata pura y llanamente de
bloquear el futuro de nuestro país y conducirnos al subdesarrollo
económico, social y político. (...)
¿Alguien se imagina al Estado alemán dedicando el 8 o el 10 por
ciento de su PIB para ayudar a los países del Sur? ¿Alguien se imagina
al resto de los países ricos haciendo algo parecido? ¿De qué federalismo
hablamos si no hay redistribución territorial, social y económica de
renta y riqueza en nuestra cada vez más desigual e injusta Unión
Europea? ¿Qué solidaridad? ¿Qué modelo social?
El federalismo es la
cobertura que legitima no solo las políticas neoliberales sino que,
paradoja de las paradojas, impide la Europa política. Friedrich Hayek siempre defendió esto y no otra cosa.
El
modelo productivo que emerge tras las políticas de crisis es cada vez
más claro: una industria débil, dependiente y poco integrada en la
economía productiva nacional; un sector servicios hipertrofiado, basado
en un turismo de masas de bajo coste y, de nuevo –el entusiasmo es
irresistible– el ladrillo como mecanismo de futuro, a lo que se añade
una agricultura sin impulso y, en muchos sentidos, bloqueada.
El asunto
es simple, un modelo productivo así configurado no genera pleno empleo
con derechos, hace de la precariedad la forma predominante de gestión de
la mano de obra y consolida un modelo de relaciones laborales que
significa para la mayoría de la población una nueva forma de
servidumbre. (...)
Los poderes económicos, una alianza entre la oligarquía española y
los poderes europeos, decidieron que los derechos y libertades
consagrados en la Constitución de 1978 ya no servían para el capitalismo
salvaje y depredador que estaba emergiendo de y desde la crisis. La
“Constitución material” fue cambiando a golpe de directivas europeas y Zapatero terminó por convertirla en Constitución formal modificando el artículo 135.
El
proceso constituyente, mejor dicho, destituyente, comenzó hace tiempo
con una pequeña y singular variante: al margen y contra el pueblo
soberano. Ser periferia de una Europa alemana significa más desigualdad,
pérdidas concretas de libertades y de poderes reales, en definitiva,
una ciudadanía condenada a la inseguridad económica, a la vulnerabilidad
social, simples mercancías en un mundo cruel, despiadado y sin alma. No
hay que darle demasiadas vueltas.
A un modelo económico así configurado
le corresponde una democracia cada vez más limitada y oligárquica y una
clase política que convierte la corrupción en el modo normal de
gestionar la cosa pública. (...)
Al final el nudo se fortalece y se consolida cada vez más. El tipo de
Unión Europea que el Estado alemán garantiza, representa una alianza
duradera entre élites económicas y políticas, entre oligarquías en
guerra de clases contra sus poblaciones.
Las élites
económico-financieras que hoy mandan en nuestro país, incluidas la
burguesía vasca y catalana, están de acuerdo en este modelo de sociedad,
con este sistema productivo y con esta estructura de poder resultante.
Ellos son los enemigos de España y solo enfrentándose a ellos
sistemáticamente estaremos en condiciones de vencer. O ellos o nosotros. (...)" (Manolo Monereo , Cuarto Poder, en Rebelión, 12/05/2015)
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