"El desapalancamiento de la economía española prosigue.
Y lo hace a un ritmo vertiginoso que se manifiesta en una comparación
incontestable. La deuda externa neta de España, que refleja los flujos
financieros del país con el exterior, ha bajado en el primer trimestre
de este año hasta representar el 60,5% del PIB. Se
trata del nivel más bajo desde 2006, cuando la economía española,
alimentada por una formidable burbuja inmobiliaria y de crédito, rozó un
endeudamiento exterior equivalente al 100% del PIB.
Para hacerse una idea de su evolución, solo hay que tener en cuenta que, antes de la puesta en marcha de la unión monetaria, que abarató los créditos con una intensa caída de los tipos de interés, la deuda externa se situaba alrededor del 25%, lo que significa que prácticamente se cuadriplicó en apenas una decena de años al calor de las nuevas circunstancias financieras y monetarias: el euro es una moneda más estable de lo que fue la peseta y el precio del dinero en Europa era sensiblemente inferior al de España.
Tras el estallido de la burbuja, sin embargo, familias y empresas, obligadas por la crisis, dejaron de pedir préstamos, y eso explica que la deuda —excluido el Banco de España— haya caído a niveles de hace casi dos décadas. Ni siquiera cuando los tipos de interés se desplomaron a cero creció el endeudamiento.
En los años del boom, España, a través del sistema financiero, llegó a pedir anualmente en el exterior cerca de 100.000 millones de euros para financiar la inversión, principalmente en activos inmobiliarios. Esa tendencia a pedir prestado en el extranjero es la que se ha quebrado desde hace una década como consecuencia del superávit registrado en la balanza de pagos por cuenta corriente, que recoge las ventas y compras de bienes y servicios de España con el resto del mundo.
Hoy, la deuda externa —que no deja de ser el stock de déficits acumulados durante años— equivale a poco más de 802.000 millones de euros, cuando en los años del boom llegó a superar el billón de euros de 2006 o 2007. Lo verdaderamente significativo es que el superávit exterior se ha mantenido, incluso, pese a los efectos de la pandemia en las exportaciones turísticas y al aumento de los precios de la energía en 2022 debido a la guerra de Ucrania. El impacto de ambos shocks, como destacó recientemente el Banco de España en su informe anual, ha sido "moderado", lo que es una auténtica novedad para un país acostumbrado a generar cuantiosos déficits en su balanza de pagos, lo que históricamente le obligó a realizar frecuentes devaluaciones de la peseta.
Hay que tener en cuenta que la deuda externa neta, o posición de inversión internacional, es un indicador clave en una economía porque refleja la capacidad o las necesidades de financiación de los agentes económicos. Es decir, su dependencia del exterior ante el insuficiente ahorro interno, y lo que sucedió en el pasado reciente, es que, tras pincharse la burbuja, se cerró el grifo ante la duda de los inversores de que los endeudados pudieran devolver lo prestado, lo que multiplicó el impacto de la crisis. Algo que se expresó de forma diáfana en el ensanchamiento de la prima de riesgo, que castigó a los países más endeudados.
No es menos singular que el desendeudamiento de los agentes económicos, familias y empresas coincidiera a partir de 2014 con la recuperación económica tras la doble recesión, lo que significa que, incluso en un contexto más benigno para hogares y empresas, el desapalancamiento continuó. Desde ese año, en concreto, la deuda externa ha caído nada menos que 40 puntos de PIB, lo que da idea de la dimensión del ajuste. A precios actuales, esto supondría algo más de medio billón de euros.
Esto ha sido posible gracias a que la economía española, frente a lo que ha sido habitual, ha contado desde 2013 con un sostenido superávit exterior, lo que significa, lisa y llanamente, que no ha necesitado endeudarse por encima de su propia capacidad de financiación interna. En los últimos 12 meses, en concreto, el superávit exterior ha superado los 36.200 millones de euros, lo que explica el progresivo descenso del endeudamiento exterior.
No es menos relevante que la Comisión Europea, en su último informe sobre España, estime que ese proceso de saneamiento con el exterior continuará. "La deuda exterior, y especialmente las ratios de deuda privada, disminuyeron durante la década de 2010 y, tras una interrupción temporal en 2020, reanudaron su descenso en 2021 y se espera que sigan disminuyendo, favorecidas por el crecimiento económico", sostiene el informe.
Esto no significa, sin embargo, que España haya alcanzado los niveles de deuda externa de los países de nuestro entorno económico, donde la posición de inversión internacional es sustancialmente mejor. En Alemania, se sitúa en un 33% respecto del PIB, casi la mitad que en España, mientras que en Francia alcanza un 38%. En Italia, igualmente se registra un 54%, aunque destaca el caso de Polonia, donde el endeudamiento exterior es de apenas un 6,9%, lo que muestra una enorme independencia financiera. Los organismos multilaterales suelen estimar que la deuda externa es sostenible cuando se sitúa en torno al 30% del PIB.
El desapalancamiento de la economía española prosigue. Y lo hace a un ritmo vertiginoso que se manifiesta en una comparación incontestable. La deuda externa neta de España, que refleja los flujos financieros del país con el exterior, ha bajado en el primer trimestre de este año hasta representar el 60,5% del PIB. Se trata del nivel más bajo desde 2006, cuando la economía española, alimentada por una formidable burbuja inmobiliaria y de crédito, rozó un endeudamiento exterior equivalente al 100% del PIB." (Carlos Sánchez, El Confidencial, 27/06/23)
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