22.6.18

Cinco mitos sobre la crisis de refugiados

"Las cámaras se han ido, pero el sufrimiento continúa. El autor desmonta las creencias que todavía condicionan la política y la opinión pública.

Primer mito: la crisis ha acabado

En 2015 y 2016 la cobertura que dieron los medios de comunicación de la crisis de los refugiados se centró mayoritariamente en el gran aumento del número de personas que llegaba a Europa y pedía asilo. Las llegadas han disminuido y los gobiernos han impulsado medidas enérgicas para frenar la circulación de migrantes ilegales dentro de la UE. 

Miles de ellos se encuentran retenidos en centros de detención o campamentos de refugiados en el sur de Europa mientras que otros intentan empezar un nueva vida en un el lugar donde se han asentado.

Sin embargo, creer que la crisis es un fenómeno que empezó en 2015 y terminó un año más tarde es un error, ya que no tiene en cuenta el hecho de que las causas que lo generaron se mantienen. Verlo bajo este prisma da la impresión de una Europa hasta ese momento impoluta que de repente se vio sacudida por una ola de refugiados con la que no tenía nada que ver.

Es una idea incorrecta. La catástrofe de los últimos años tiene tanto que ver con las políticas de inmigración de los gobiernos europeos como con los acontecimientos que ocurren fuera del continente. La crisis también consiste en una reacción exagerada y aterrorizada, alimentada por una serie de ideas falsas sobre quiénes son los inmigrantes, por qué vienen y qué consecuencias tiene su llegada para Europa.

La Unión Europea tiene probablemente el sistema para evitar la entrada de migrantes no deseados más complejo del mundo. Desde los años noventa, a medida que se han ido reduciendo las fronteras dentro de Europa, lo que ha permitido a la mayoría de los ciudadanos de la UE circular libremente y viajar sin pasaporte, su frontera exterior se ha ido militarizando cada vez más.

Amnistía Internacional estima que antes de la crisis, entre 2007-2013, la UE gastó casi 2.000 millones de euros en vallas, sistemas de vigilancia y patrullas terrestres o marítimas.  (...)

Italia ha tomado medidas duras contra las ONG de rescate marítimo y ha financiado a las milicias en Libia, a pesar de que cada vez hay más pruebas de que en los centros de detención libios se cometen actos de tortura y abusos.

La UE ha explorado acuerdos con la dictadura represiva de Sudán. En Níger, uno de los países más pobres del mundo, el dinero, los soldados y los diplomáticos europeos han inundado la ciudad desértica de Agadez para intentar poner fin al contrabando. Cientos de miles de personas vulnerables se verán directamente afectadas por estas nuevas políticas.

Nos animan a buscar “soluciones” a la crisis, pero lo cierto es que no se divisa su final. Mientras haya guerras, guerras que en muchas ocasiones son iniciadas o en las que participan los países de la UE, o alimentadas por las armas que se fabrican en el continente, habrá refugiados. Además, aunque la UE no lo quiera, muchas personas persistirán en su empeño por migrar en busca de una vida mejor. Los esfuerzos de nuestros gobiernos para frenar estas olas migratorias podrían generar o empeorar los mismos problemas que intentan evitar.  (...)

Segundo mito: hay una diferencia clara entre “refugiados” y “migrantes económicos”

La mayoría de nosotros somos inmigrantes económicos, incluso dentro de nuestro propio país. Sin embargo, desde la crisis de refugiados este término parece haber adquirido un significado peyorativo. 

A menudo se utiliza de la misma forma que en su día la prensa sensacionalista de Reino Unido utilizó la expresión “solicitante falso de asilo” para insinuar que estas personas intentan jugar con el sistema, que son la causa de los problemas en las fronteras y que si se pudieran “filtrar” sería posible restablecer el orden.

De hecho, la historia de las migraciones es una historia de controles sobre los movimientos de la población. De toda la población, excepto las élites. (...)

Comparado con la población mundial, el número total de migrantes internacionales, de cualquier tipo, se ha mantenido relativamente estable: alrededor del 3% desde 1960, según el sociólogo Hein de Haas. (...)

Lo cierto es que la globalización ha sido un proceso muy poco igualitario. Si bien la proporción de migrantes ha aumentado sustancialmente, el origen y el destino de los migrantes ha cambiado. Los estudios llevados a cabo por De Haas y Mathias Czaika dejan entrever que el abanico de países de origen es inusualmente amplio, mientras que el de países de destino, inusualmente limitado.

Los migrantes se dirigen a aquellos lugares que concentran el poder y la riqueza. Europa, y muy especialmente el noroeste de Europa, es uno de estos lugares. Obviamente no es el único destino; la mayoría de las migraciones en África, por ejemplo, tienen lugar en el interior del continente.  (...)

En 1990, según una investigación de la geógrafa Reece Jones, 15 países tenían muros o vallas en sus fronteras; a principios de 2016, ese número se había elevado a casi 70.  (...)

El sistema trata de clasificarlos en categorías: refugiados o migrantes económicos, legales o ilegales, merecedores o no merecedores de asilo. Estas categorías no siempre reflejan la realidad de sus vidas. Y si el sistema se rompe, la gente es arrojada a un limbo legal y moral que dura muchos meses o incluso años.

Como me dijo César, un joven de Malí que conocí mientras informaba en Sicilia: "No es como si unos tuvieran la palabra 'refugiado' tatuada en la frente y otros 'migrante económico'".

Tercer mito: contar 'historias humanas' es suficiente para cambiar la opinión de la gente

La empatía es importante pero siempre tiene sus límites y no puede ser una condición previa para que las personas vean respetados sus derechos.
César llegó a Sicilia a finales de 2014. La marina italiana le rescató de un barco de contrabandistas que estaba a la deriva en el Mediterráneo. 

Su llegada coincidió con un momento en el que la atención mediática mundial estaba puesta en Sicilia. Los periodistas querían conocer historias como la de César: de dónde venían, qué tipo de viajes habían hecho, qué malas experiencias habían tenido.

Un año más tarde, la atención se había desviado a otros lugares. A finales de agosto de 2015, cuando un número sin precedentes de refugiados procedentes de Siria y de otras partes de Oriente Próximo realizaron su larga recorrido por los Balcanes, yo estaba con César en su casa de Sicilia.

Mientras veíamos la televisión, que mostraba de forma permanente imágenes de gente en la estación Keleti de Budapest intentando subir a los trenes que se dirigían a Alemania, César señaló hacia la pantalla y exclamó: "¿Ves? Las cámaras ya no vienen a Sicilia porque aquí solo llegan negros". Estaba convencido de que los medios de comunicación y un sistema que tardaría años en tramitar su solicitud de asilo habían abandonado a las personas como él. (...)

Cuando se produce una catástrofe de gran magnitud, la reacción comprensible de los periodistas es hablar de los casos que necesitan más ayuda. Esta cobertura tiene una función: concienciar a la población del problema y explicar quiénes son los principales afectados y qué tipo de ayuda necesitan.

Los planes de comunicación de las ONG y de las agencias de ayuda humanitaria siguen una lógica parecida. Es así porque la idea subyacente es que estas 'historias humanas' que se centran en la experiencia de personas vulnerables, a menudo niños, despertará la empatía de una audiencia cuya atención es efímera.

Sin embargo, estas historias también pueden saturar. Si te cuento que durante 18 meses César pasaba de las manos de una banda de traficantes a otra en Argelia y Libia, y que durante ese periodo de tiempo fue torturado y tratado como esclavo, si esta es la única información que tienes sobre su vida ¿te ayuda a entender cómo es y por qué ha tomado las decisiones que ha tomado? ¿Y qué pasa si hay cientos de personas en una situación parecida? Llegará un punto que nos sentiremos saturados y desconectaremos.

 Incluso podríamos sentir una cierta hostilidad: ¿por qué nos están diciendo constantemente que deberíamos sentir pena por gente que no conocemos?  (...)

César me dijo que sólo quiere encontrar un trabajo monótono y "olvidar el pasado". En cambio, Fátima, una nigeriana que también vive en Sicilia, hizo "un trato con Dios" cuando se subió a una zodiac en la costa libia y quiere dedicar el resto de su vida a concienciar a la población sobre la trata de mujeres. Azad huyó de Siria porque, aunque simpatizaba con el levantamiento contra Bashar al-Asad y estaba orgulloso de su identidad kurda, no quería matar a nadie.  (...)

Cuarto mito: la crisis es una amenaza a los valores europeos

En los últimos años, los "valores europeos" se invocan tanto para ayudar a refugiados y migrantes como para atacarlos. En un lado están los demagogos como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que se presentan como defensores de una civilización cristiana europea y aplican medidas contra los inmigrantes para proteger a Europa de las hordas musulmanas.

En el otro, las organizaciones humanitarias que apelan a menudo a la descripción de Europa hecha por José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea en 2012, cuando la UE recibió ese año el Nobel de la Paz: "Como comunidad de naciones que ha superado la guerra y luchado contra el totalitarismo, siempre estaremos junto a los que buscan la paz y la dignidad humana".

Las dos concepciones están equivocadas.  (...)

La visión de Orbán también tiene compañeros progresistas, especialmente en Europa Occidental. Esta visión sostiene que los inmigrantes musulmanes suponen una amenazan a las tradiciones "europeas" de tolerancia, libertad y democracia. También ignoran que esos principios, donde existen, a menudo se han ganado después de luchar contra la resistencia violenta de las élites europeas.

No es una ironía menor que muchos de los refugiados que llegan hoy a las costas europeas vengan de luchas similares por los derechos y la igualdad en sus países.

La segunda imagen presenta a Europa como un faro de esperanza para el resto del mundo. No hay dudas de que Europa tiene un gran poder de influencia en el mundo, para bien o para mal, y que es importante presionar a nuestros políticos para que estén a la altura. (...)

Si queremos entender la crisis de los refugiados y algunas de las reacciones que está provocando, no podemos pensar en el racismo europeo como algo del pasado. 

Tenemos que reconocer que sigue existiendo. Miles de personas de las antiguas colonias europeas, cuyos abuelos fueron tratados como infrahumanos por sus gobernantes europeos, llevan dos décadas ahogándose en el Mediterráneo. Pero sólo se ha convertido en una "crisis" cuando la magnitud de la catástrofe ha sido tal que los europeos ya no lo pueden ignorar.

El relator especial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos de los Migrantes propuso en 2015 dos medidas que habrían contribuido en gran medida a aliviar la crisis: un reasentamiento internacional masivo de los refugiados procedentes de Siria, y un plan de visados temporales de trabajo para que los migrantes económicos pudieran ir y venir sin quedar atrapados en las letales rutas clandestinas.

La razón por la que no ocurrió fue porque los gobiernos de Europa simplemente no quisieron.  (...)

Incluso ahora gran parte del debate se ha visto impregnado por una jerarquía del sufrimiento, que ignora o desestima las luchas de las personas en función de sus antecedentes y donde no se habla sobre la responsabilidad de Europa en la situación de los países que los migrantes dejan atrás –ya sea histórica o a través de las políticas económicas y militares de gobiernos actuales–.  (...)

"Siempre me sorprende esta pregunta de la gente: ‘¿Por qué vienen los refugiados a Reino Unido?’”, afirma Zainab, que huyó de ISIS en Irak y llevó hasta Gran Bretaña a sus tres hijos pequeños escondidos en camiones desde Calais. "Me gustaría responder: ¿no fue Irak ocupado por Gran Bretaña y por Estados Unidos? Me gustaría que la gente vea el sufrimiento que ha pasado la gente de estos lugares. De verdad quiero que entiendan la relación".

Quinto mito: la historia se repite y no hay nada que podamos hacer

El Holocausto siempre está a flor de piel en la conciencia europea. Su presencia se ha hecho sentir en varias respuestas a la crisis de los refugiados, desde las grandes declaraciones de políticos sobre el deber de Europa de actuar, hasta la invocación del Kindertransport (el traslado a Reino Unido de unos 10.000 niños judíos desde Alemania, Polonia, Austria y Checoslovaquia, un año antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial) en el debate británico sobre los niños refugiados, sin olvidar las historias sobre los ancianos judíos europeos que ayudan a cruzar las fronteras a los inmigrantes desplazados de hoy.

Pero puede llevarnos a una interpretación de la historia al estilo de La lista de Schindler, donde solo parece haber un momento: el dramático rescate que evita el desastre o que nos absuelve de un crimen mayor.  (...)

 Los desplazados hacen evidente una peligrosa debilidad en las sociedades democráticas liberales. Aunque hoy consideremos que hay ciertos derechos fundamentales y universales, por lo general sólo la pertenencia a un Estado-nación los garantiza.  (...)

El paralelismo con la nueva infraestructura de poder y seguridad que están creando los gobiernos europeos es inquietante. Desde el "entorno hostil" de Gran Bretaña (una serie de medidas del Ministerio de Interior para dificultar la vida de los inmigrantes sin permiso de residencia) y las leyes que convierten en delincuentes a los europeos que ayudan a inmigrantes, hasta las "instalaciones de estancia temporal" propuestas por el nuevo ministro de Interior de extrema derecha de Italia dentro de un plan para aumentar las deportaciones.(...)

Debemos permanecer en alerta con los mecanismos que usan algunos políticos para tratar de convencernos de que renunciemos a derechos y protecciones que existen en beneficio de todos.

Cualquier cargo público que diga "tendríamos que cuidar a los nuestros antes que a los refugiados" probablemente no esté interesado en hacer ninguna de las dos cosas. Y tenemos que reconocer la importancia de la acción colectiva. No habrá "soluciones" a esta crisis, si lo que entendemos por solución es una o varias decisiones políticas que hagan desaparecer a los refugiados.

Las guerras producen refugiados. Las personas continuarán cambiando de lugar para mejorar su calidad de vida. Y no sólo por la pobreza extrema sino porque están conectadas a la cultura global y a los medios de comunicación globales. El cambio climático podría provocar un desplazamiento mucho mayor al que hemos visto estos años. 

Como ha ocurrido con los refugiados de la guerra, es probable que los países más pobres sean también los que sientan el mayor impacto. No podemos controlar si va a suceder o no. Lo importante será nuestra respuesta y si repetiremos o no los errores de esta crisis.  (...)

Las leyes para refugiados protegen a algunos tipos de personas desplazadas, pero no a todas. Escritas en un mundo donde el poder y la riqueza están desigualmente distribuidos, siempre han reflejado los intereses de los poderosos. Cuanto más rígidas sean nuestras distinciones entre los que merecen protección y los que no, más probable será que se ejerza violencia en nuestro nombre. (...)"           (Daniel Trilling, eldiario.es, 16/06/18)

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