"Las cámaras se han ido, pero el sufrimiento continúa. El autor desmonta
las creencias que todavía condicionan la política y la opinión pública.
Primer mito: la crisis ha acabado
En 2015 y 2016
la cobertura que dieron los medios de comunicación de la crisis de los
refugiados se centró mayoritariamente en el gran aumento del número de
personas que llegaba a Europa y pedía asilo. Las llegadas han disminuido
y los gobiernos han impulsado medidas enérgicas para frenar la
circulación de migrantes ilegales dentro de la UE.
Miles de ellos se
encuentran retenidos en centros de detención o campamentos de refugiados
en el sur de Europa mientras que otros intentan empezar un nueva vida
en un el lugar donde se han asentado.
Sin embargo, creer que la crisis es un fenómeno que
empezó en 2015 y terminó un año más tarde es un error, ya que no tiene
en cuenta el hecho de que las causas que lo generaron se mantienen.
Verlo bajo este prisma da la impresión de una Europa hasta ese momento
impoluta que de repente se vio sacudida por una ola de refugiados con la
que no tenía nada que ver.
Es una idea incorrecta.
La catástrofe de los últimos años tiene tanto que ver con las políticas
de inmigración de los gobiernos europeos como con los acontecimientos
que ocurren fuera del continente. La crisis también consiste en una
reacción exagerada y aterrorizada, alimentada por una serie de ideas
falsas sobre quiénes son los inmigrantes, por qué vienen y qué
consecuencias tiene su llegada para Europa.
La Unión
Europea tiene probablemente el sistema para evitar la entrada de
migrantes no deseados más complejo del mundo. Desde los años noventa, a
medida que se han ido reduciendo las fronteras dentro de Europa, lo que
ha permitido a la mayoría de los ciudadanos de la UE circular libremente
y viajar sin pasaporte, su frontera exterior se ha ido militarizando
cada vez más.
Amnistía Internacional estima que antes
de la crisis, entre 2007-2013, la UE gastó casi 2.000 millones de euros
en vallas, sistemas de vigilancia y patrullas terrestres o marítimas. (...)
Italia ha tomado medidas duras contra las ONG de rescate
marítimo y ha financiado a las milicias en Libia, a pesar de que cada
vez hay más pruebas de que en los centros de detención libios se cometen
actos de tortura y abusos.
La UE ha explorado
acuerdos con la dictadura represiva de Sudán. En Níger, uno de los
países más pobres del mundo, el dinero, los soldados y los diplomáticos
europeos han inundado la ciudad desértica de Agadez para intentar poner
fin al contrabando. Cientos de miles de personas vulnerables se verán
directamente afectadas por estas nuevas políticas.
Nos animan a buscar “soluciones” a la crisis, pero lo cierto es que no
se divisa su final. Mientras haya guerras, guerras que en muchas
ocasiones son iniciadas o en las que participan los países de la UE, o
alimentadas por las armas que se fabrican en el continente, habrá
refugiados. Además, aunque la UE no lo quiera, muchas personas
persistirán en su empeño por migrar en busca de una vida mejor. Los
esfuerzos de nuestros gobiernos para frenar estas olas migratorias
podrían generar o empeorar los mismos problemas que intentan evitar. (...)
Segundo mito: hay una diferencia clara entre “refugiados” y “migrantes económicos”
La mayoría de nosotros somos inmigrantes económicos, incluso dentro de
nuestro propio país. Sin embargo, desde la crisis de refugiados este
término parece haber adquirido un significado peyorativo.
A menudo se
utiliza de la misma forma que en su día la prensa sensacionalista de
Reino Unido utilizó la expresión “solicitante falso de asilo” para
insinuar que estas personas intentan jugar con el sistema, que son la
causa de los problemas en las fronteras y que si se pudieran “filtrar”
sería posible restablecer el orden.
De hecho, la
historia de las migraciones es una historia de controles sobre los
movimientos de la población. De toda la población, excepto las élites. (...)
Comparado con la población mundial, el número total de migrantes
internacionales, de cualquier tipo, se ha mantenido relativamente
estable: alrededor del 3% desde 1960, según el sociólogo Hein de Haas. (...)
Lo cierto es que la globalización ha sido un proceso muy
poco igualitario. Si bien la proporción de migrantes ha aumentado
sustancialmente, el origen y el destino de los migrantes ha cambiado. Los estudios llevados a cabo por De Haas y Mathias Czaika dejan
entrever que el abanico de países de origen es inusualmente amplio,
mientras que el de países de destino, inusualmente limitado.
Los migrantes se dirigen a aquellos lugares que concentran el poder y
la riqueza. Europa, y muy especialmente el noroeste de Europa, es uno de
estos lugares. Obviamente no es el único destino; la mayoría de las
migraciones en África, por ejemplo, tienen lugar en el interior del
continente. (...)
En 1990, según una investigación de la geógrafa Reece Jones, 15 países
tenían muros o vallas en sus fronteras; a principios de 2016, ese número
se había elevado a casi 70. (...)
El sistema trata de clasificarlos en categorías:
refugiados o migrantes económicos, legales o ilegales, merecedores o no
merecedores de asilo. Estas categorías no siempre reflejan la realidad
de sus vidas. Y si el sistema se rompe, la gente es arrojada a un limbo
legal y moral que dura muchos meses o incluso años.
Como me dijo César, un joven de Malí que conocí mientras informaba en
Sicilia: "No es como si unos tuvieran la palabra 'refugiado' tatuada en
la frente y otros 'migrante económico'".
Tercer mito: contar 'historias humanas' es suficiente para cambiar la opinión de la gente
La empatía es importante pero siempre tiene sus límites y no puede ser
una condición previa para que las personas vean respetados sus derechos.
César llegó a Sicilia a finales de 2014. La marina italiana le rescató
de un barco de contrabandistas que estaba a la deriva en el
Mediterráneo.
Su llegada coincidió con un momento en el que la atención
mediática mundial estaba puesta en Sicilia. Los periodistas querían
conocer historias como la de César: de dónde venían, qué tipo de viajes
habían hecho, qué malas experiencias habían tenido.
Un año más tarde, la atención se había desviado a otros lugares. A
finales de agosto de 2015, cuando un número sin precedentes de
refugiados procedentes de Siria y de otras partes de Oriente Próximo
realizaron su larga recorrido por los Balcanes, yo estaba con César en
su casa de Sicilia.
Mientras veíamos la televisión,
que mostraba de forma permanente imágenes de gente en la estación Keleti
de Budapest intentando subir a los trenes que se dirigían a Alemania,
César señaló hacia la pantalla y exclamó: "¿Ves? Las cámaras ya no
vienen a Sicilia porque aquí solo llegan negros". Estaba convencido de
que los medios de comunicación y un sistema que tardaría años en
tramitar su solicitud de asilo habían abandonado a las personas como él. (...)
Cuando se produce una catástrofe de gran magnitud, la
reacción comprensible de los periodistas es hablar de los casos que
necesitan más ayuda. Esta cobertura tiene una función: concienciar a la
población del problema y explicar quiénes son los principales afectados y
qué tipo de ayuda necesitan.
Los planes de
comunicación de las ONG y de las agencias de ayuda humanitaria siguen
una lógica parecida. Es así porque la idea subyacente es que estas
'historias humanas' que se centran en la experiencia de personas
vulnerables, a menudo niños, despertará la empatía de una audiencia cuya
atención es efímera.
Sin embargo, estas historias
también pueden saturar. Si te cuento que durante 18 meses César pasaba
de las manos de una banda de traficantes a otra en Argelia y Libia, y
que durante ese periodo de tiempo fue torturado y tratado como esclavo,
si esta es la única información que tienes sobre su vida ¿te ayuda a
entender cómo es y por qué ha tomado las decisiones que ha tomado? ¿Y
qué pasa si hay cientos de personas en una situación parecida? Llegará
un punto que nos sentiremos saturados y desconectaremos.
Incluso
podríamos sentir una cierta hostilidad: ¿por qué nos están diciendo
constantemente que deberíamos sentir pena por gente que no conocemos? (...)
César me dijo que sólo quiere encontrar un trabajo monótono y "olvidar
el pasado". En cambio, Fátima, una nigeriana que también vive en
Sicilia, hizo "un trato con Dios" cuando se subió a una zodiac en la
costa libia y quiere dedicar el resto de su vida a concienciar a la
población sobre la trata de mujeres. Azad huyó de Siria porque, aunque
simpatizaba con el levantamiento contra Bashar al-Asad y estaba
orgulloso de su identidad kurda, no quería matar a nadie. (...)
Cuarto mito: la crisis es una amenaza a los valores europeos
En los últimos años, los "valores europeos" se invocan tanto para
ayudar a refugiados y migrantes como para atacarlos. En un lado están
los demagogos como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que
se presentan como defensores de una civilización cristiana europea y
aplican medidas contra los inmigrantes para proteger a Europa de las
hordas musulmanas.
En el otro, las organizaciones
humanitarias que apelan a menudo a la descripción de Europa hecha por
José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea en 2012, cuando
la UE recibió ese año el Nobel de la Paz: "Como comunidad de naciones
que ha superado la guerra y luchado contra el totalitarismo, siempre
estaremos junto a los que buscan la paz y la dignidad humana".
Las dos concepciones están equivocadas. (...)
La visión de Orbán también tiene compañeros
progresistas, especialmente en Europa Occidental. Esta visión sostiene
que los inmigrantes musulmanes suponen una amenazan a las tradiciones
"europeas" de tolerancia, libertad y democracia. También ignoran que
esos principios, donde existen, a menudo se han ganado después de luchar
contra la resistencia violenta de las élites europeas.
No es una ironía menor que muchos de los refugiados que llegan hoy a
las costas europeas vengan de luchas similares por los derechos y la
igualdad en sus países.
La segunda imagen presenta a
Europa como un faro de esperanza para el resto del mundo. No hay dudas
de que Europa tiene un gran poder de influencia en el mundo, para bien o
para mal, y que es importante presionar a nuestros políticos para que
estén a la altura. (...)
Si queremos entender la crisis de los refugiados y
algunas de las reacciones que está provocando, no podemos pensar en el
racismo europeo como algo del pasado.
Tenemos que reconocer que sigue
existiendo. Miles de personas de las antiguas colonias europeas, cuyos
abuelos fueron tratados como infrahumanos por sus gobernantes europeos,
llevan dos décadas ahogándose en el Mediterráneo. Pero sólo se ha
convertido en una "crisis" cuando la magnitud de la catástrofe ha sido
tal que los europeos ya no lo pueden ignorar.
El
relator especial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos de los
Migrantes propuso en 2015 dos medidas que habrían contribuido en gran
medida a aliviar la crisis: un reasentamiento internacional masivo de
los refugiados procedentes de Siria, y un plan de visados temporales de
trabajo para que los migrantes económicos pudieran ir y venir sin quedar
atrapados en las letales rutas clandestinas.
La razón por la que no ocurrió fue porque los gobiernos de Europa simplemente no quisieron. (...)
Incluso ahora gran parte del debate se ha visto impregnado por una
jerarquía del sufrimiento, que ignora o desestima las luchas de las
personas en función de sus antecedentes y donde no se habla sobre la
responsabilidad de Europa en la situación de los países que los
migrantes dejan atrás –ya sea histórica o a través de las políticas
económicas y militares de gobiernos actuales–. (...)
"Siempre me sorprende esta pregunta de la gente: ‘¿Por
qué vienen los refugiados a Reino Unido?’”, afirma Zainab, que huyó de
ISIS en Irak y llevó hasta Gran Bretaña a sus tres hijos pequeños
escondidos en camiones desde Calais. "Me gustaría responder: ¿no fue
Irak ocupado por Gran Bretaña y por Estados Unidos? Me gustaría que la
gente vea el sufrimiento que ha pasado la gente de estos lugares. De
verdad quiero que entiendan la relación".
Quinto mito: la historia se repite y no hay nada que podamos hacer
El Holocausto siempre está a flor de piel en la conciencia europea. Su
presencia se ha hecho sentir en varias respuestas a la crisis de los
refugiados, desde las grandes declaraciones de políticos sobre el deber
de Europa de actuar, hasta la invocación del Kindertransport (el
traslado a Reino Unido de unos 10.000 niños judíos desde Alemania,
Polonia, Austria y Checoslovaquia, un año antes del estallido de la
Segunda Guerra Mundial) en el debate británico sobre los niños
refugiados, sin olvidar las historias sobre los ancianos judíos europeos
que ayudan a cruzar las fronteras a los inmigrantes desplazados de hoy.
Pero puede llevarnos a una interpretación de la historia al estilo de La lista de Schindler, donde solo parece haber un momento: el dramático rescate que evita el desastre o que nos absuelve de un crimen mayor. (...)
Los desplazados hacen evidente una peligrosa debilidad en las sociedades
democráticas liberales. Aunque hoy consideremos que hay ciertos
derechos fundamentales y universales, por lo general sólo la pertenencia
a un Estado-nación los garantiza. (...)
El paralelismo con la nueva infraestructura de poder y seguridad que
están creando los gobiernos europeos es inquietante. Desde el "entorno
hostil" de Gran Bretaña (una serie de medidas del Ministerio de Interior
para dificultar la vida de los inmigrantes sin permiso de residencia) y
las leyes que convierten en delincuentes a los europeos que ayudan a
inmigrantes, hasta las "instalaciones de estancia temporal" propuestas
por el nuevo ministro de Interior de extrema derecha de Italia dentro de
un plan para aumentar las deportaciones.(...)
Debemos permanecer en alerta con los mecanismos que usan
algunos políticos para tratar de convencernos de que renunciemos a
derechos y protecciones que existen en beneficio de todos.
Cualquier cargo público que diga "tendríamos que cuidar a los nuestros
antes que a los refugiados" probablemente no esté interesado en hacer
ninguna de las dos cosas. Y tenemos que reconocer la importancia de la
acción colectiva. No habrá "soluciones" a esta crisis, si lo que
entendemos por solución es una o varias decisiones políticas que hagan
desaparecer a los refugiados.
Las guerras producen
refugiados. Las personas continuarán cambiando de lugar para mejorar su
calidad de vida. Y no sólo por la pobreza extrema sino porque están
conectadas a la cultura global y a los medios de comunicación globales.
El cambio climático podría provocar un desplazamiento mucho mayor al que
hemos visto estos años.
Como ha ocurrido con los refugiados de la
guerra, es probable que los países más pobres sean también los que
sientan el mayor impacto. No podemos controlar si va a suceder o no. Lo
importante será nuestra respuesta y si repetiremos o no los errores de
esta crisis. (...)
Las leyes para refugiados protegen a algunos tipos de personas
desplazadas, pero no a todas. Escritas en un mundo donde el poder y la
riqueza están desigualmente distribuidos, siempre han reflejado los
intereses de los poderosos. Cuanto más rígidas sean nuestras
distinciones entre los que merecen protección y los que no, más probable
será que se ejerza violencia en nuestro nombre. (...)" (Daniel Trilling, eldiario.es, 16/06/18)
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