27.7.21

El suicidio se convierte en la primera causa de muerte entre los jóvenes en 2019, algo que nunca había pasado. La pandemia ha deteriorado gravemente su salud mental y duplicado las urgencias psiquiátricas.

 "El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte en los jóvenes españoles, algo que nunca había pasado en la historia desde que se dispone de estadísticas

En 2019 se quitaron la vida 309 personas de edades comprendidas entre los 15 y 29 años, una cifra que se sitúa ligeramente por delante de los accidentes de tráfico, que sumaron 307 defunciones, según datos de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. 

El presidente de esta organización, Andoni Anseán, se muestra cauto a la hora de evaluar los números y asegura que el fenómeno obedece en parte a la paulatina reducción de los fallecimientos por siniestros de circulación, que han bajado un 40% desde 2010, mientras que los suicidios han crecido un 30% en el mismo periodo.

La tercera causa de mortalidad, el cáncer, se ha desplomado también un 33% en una década. "Estos datos hay que cogerlos con pinzas. Hay que ver lo que pasa en el año 2020, en el que seguramente se registre una disminución a causa del confinamiento, dado que en casa los intentos suicidio son mucho menores. La existencia de gente es el mayor factor de protección. Lo que no sabemos es si después, en 2021, afloró de nuevo, porque todavía no existen cifras", apunta Anseán.

 Es cierto que por ahora no se tienen números oficiales, pero la percepción entre los jefes de servicio de psiquiatría de los hospitales es que durante los últimos meses las urgencias en este campo se han disparado. De acuerdo con la Asociación Española de Pediatría (AEP), este tipo de atención en menores se ha duplicado desde el inicio de la pandemia, lo que se ha traducido en un agravamiento de los trastornos de conducta alimentaria y un aumento de los casos de ansiedad, alteraciones obsesivo-compulsivas, depresión, autolesiones e intentos de suicido en adolescentes.

La Sociedad de Psiquiatría Infantil (SPI) de la organización de pediatras argumenta que la avalancha de noticias negativas, unida a los ritmos irregulares del sueño, menoscaba la salud mental de los menores. ¿Qué está ocurriendo para que se produzca este deterioro de la salud mental a edades tan tempranas? La creciente incertidumbre económica, la falta de expectativas y el desempleo rampante abonan el terreno de la precariedad. En esta tesitura, la emancipación se antoja imposible.

Para Anseán, el perfil de los pacientes ingresados en centros sanitarios ha cambiado. Si antes predominaban los internamientos de mujeres que intentaban suicidarse mediante la ingesta de medicamentos, ahora abundan personas más jóvenes que utilizan métodos bastante drásticos para desaparecer del mapa. "Ahora se están viendo muchos casos de menores".

 Uno de los pocos estudios que da fe de esta de esta subida de tentativas suicidas y autolesiones es el coordinado por la jefa del área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Déu de Espluges de Llobregat (Barcelona), Montse Dolz, quien ha constado un crecimiento de los intentos, especialmente de adolescentes, en su centro. Según el trabajo, este tipo de empeños se elevó a un 27% en el primer trimestre de 2021."                 (Antonio Paniagua, Heraldo de Aragón, 25/07/21) 

 

"El suicidio, la amenaza silenciosa tras la pandemia: “Es algo que te rompe por dentro”. Diez personas se quitan la vida cada día y España suspende en prevención. 

 El pasado septiembre, la hermana de Míriam Farelo se quitó la vida. Unos años antes había perdido a su otro hermano, de un infarto, pero asegura que esto es distinto. Se topó con la rabia, la culpa, el estigma y con “una tristeza muy bestia”. “Es algo que te rompe por dentro”, dice esta profesora de secundaria de 39 años que vive en Arenys de Munt (Barcelona).

 “Ana tenía depresión crónica y le angustiaba muchísimo pensar que en la residencia de mi madre estallara un brote y no poder verla. Creo que fue la gota que colmó el vaso. Nunca piensas que va a pasar algo así. En junio tuvo un primer intento pero entonces creímos que fue un accidente”, explica. “No estamos preparados. Hay que prevenir y hablar de ello”, repite, “hay que romper el tabú”. Echa en falta recursos en la sanidad pública, más seguimiento de los pacientes. Pero en esa materia España suspende.

Cada día hay una media de 10 suicidios en el país. Uno cada dos horas y media. Fueron 3.671 en 2019, según el Instituto Nacional de Estadística. Es la principal causa de muerte no natural desde que en 2008 superó a los accidentes de tráfico —a los que ahora doblan—. Pese a ello, España carece de un plan nacional de prevención del suicidio, no hay coordinación en las respuestas autonómicas, ni campañas de sensibilización a nivel estatal. 

 Los datos provisionales para los cinco primeros meses de 2020 apuntan a una reducción respecto al año anterior, debido al primer confinamiento, coinciden los psiquiatras y psicólogos consultados. Pero temen un repunte: la pandemia ha sacudido la salud mental de la población y han aumentado las autolesiones e intentos de suicidio entre los jóvenes.

A mediados de julio, varios mensajes publicados en las redes sociales por una joven que vivía en el País Vasco y que se había suicidado posteriormente mandaban una señal de alerta: criticaba un trato “degradante y horrible” en salud mental y pedía recursos. Denunciaba un déficit estructural. En España, cinco de cada 100 euros invertidos en sanidad van para salud mental, explica Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, y la media europea son siete.

 “Es el único país del entorno que no tiene un plan nacional de prevención del suicidio, hace ocho años que la estrategia de salud mental está caducada y es el único país de la Unión Europea sin especialidad en psiquiatría de infancia y adolescencia”, enumera el psiquiatra.  (...)

Míriam Farelo reclama que los recursos en salud mental no sean un “privilegio” de quienes tienen dinero. “El psiquiatra de mi hermana era de 10, pero no todos son así. Y no disponen del tiempo que sería necesario. Los hay que se limitan a revisar la medicación y a citar a los seis meses, no les da para más. Quizás ella necesitó eso, hablar más con gente especializada”, lamenta. Su hermana tenía 44 años. “Dejó un hijo de 17, un marido y una madre que no lo supo hasta seis meses después”. 

La madre vivía en una residencia, donde estalló un brote cuando todo ocurrió y los psicólogos consideraron que era lo mejor. En aquellos momentos Farelo también se encontró sin recursos públicos a los que acudir: “El psicólogo que fue el primer día no volvió a llamar”, recuerda.

La Organización Mundial de la Salud calcula que cada suicidio causa un impacto serio en al menos seis personas. Farelo ha vivido tres duelos muy seguidos: primero, su hermano; después, su hermana Ana; y hace unos días, su madre, que estaba enferma. El peor, el de Ana. “Te queda la culpa, muchas preguntas. Se despidió de mí, pero en ese momento no fui consciente. Vino a casa y me trajo una piedra de un pueblo de la Vall d’Aran que me encanta, me dio un abrazo y me dijo que me quería mucho. Yo no lo entendí en su momento, luego ya sí”, afirma. “Los ‘y si’ son horribles: ¿y si la hubiera llamado? Luego esto lo vas trabajando y ves que la culpa no es de nadie”.

En la Confederación Salud Mental España sostienen que las “causas del comportamiento suicida son numerosas y complejas y, en su mayoría, están relacionadas con situaciones vitales, bien constantes o circunstanciales”. Añaden que algunos de estos condicionantes pueden ser la pobreza, el desempleo, el abuso de alcohol y estupefacientes, malos tratos en la infancia, trastornos mentales, etc. En nueve de cada diez casos de suicidios había algún problema de salud mental asociado.

No hay datos agregados en España de tentativas de suicidio, pero las cifras que se van conociendo evidencian una subida entre los jóvenes. La Fundación ANAR recibió un 145% más de llamadas por planes o intento de suicidio de menores en 2020 que en 2019. En Baleares tuvieron un aumento del 25% al 30% entre los jóvenes. El Código Riesgo Suicidio de Cataluña, un programa de prevención que reporta las tentativas y habilita un circuito específico para tratar estos casos, detectó en 2020 un incremento del 27% en menores de 18 años (601 casos del total de 4.285 reportados). Arango, que es también jefe de Psiquiatría en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, sostiene que “el estrago que ha causado el confinamiento en esta población es mayor que lo que cualquier experto hubiera sido capaz de prever”.

 En una carta publicada en la revista Journal of Affective Disorders, Diego Palao, director de Psiquiatría del Parc Taulí de Sabadell, reportó un incremento de tentativas en chicas adolescentes tras la vuelta a clase en Cataluña, de septiembre de 2020 al pasado marzo: los casos mensuales se triplicaron desde agosto, llegando a 90 en febrero. Mientras, entre los chicos, la evolución se mantuvo estable, con entre 10 y 20 tentativas por mes. 

Para todos esos pensamientos y planes suicidas hay salida, repite Palao: “Lo primero que hay que hacer es buscar ayuda, que llamen a alguno de los teléfonos. Cuando atendemos a una persona y logramos ayudarla, luego lo agradece. Al 90% de las personas incluidas en el Código Riesgo Suicidio las vemos antes de 10 días”. Entre el 14% y el 20% de las personas reinciden al año del primer intento, por eso es clave, aseguran los expertos, la asistencia precoz y la monitorización durante un tiempo para evitar recaídas. (...)

Andrés Colao forma parte del movimiento asociativo de la salud mental desde que, en 2013, tuvo un intento de suicidio. Este vecino de Riberas (Asturias) asegura que hablar con naturalidad es el primer paso para prevenirlo. Ese año fue “fatídico”. Tenía 38 años y pasó a cobrar una pensión, el 55% de su sueldo como conductor del servicio de recogida de residuos, después de que le quitaran el carné tras un ataque epiléptico.

 “Esa fue mi condena: de estar de aquí para allá, a verme sin nada. Murió mi madre, me separé. Me quedé solo en casa”, explica. Le diagnosticaron un trastorno ansioso depresivo. “Pensé que no quería ser una carga. Cuando iba a hacerlo, vi oportuno llamar a un familiar para despedirme y me dijo: ‘Espérame’. Esperé y aquí estoy”, dice. Buscó a más gente en su situación, descubrió “que ayudar, ayuda”. Pide a quien tenga ideas suicidas que lo comparta con alguien, y a quien escuche ese mensaje, “que evite el ‘no digas tonterías’, que sea empático y que le dé importancia”. (...)

Ansean es muy crítico y asegura que puede hacerse. “Hay otros asuntos en los que hay campañas muy potentes a nivel nacional”, insiste. Arango, por su parte, pone el ejemplo de Dinamarca: “Tenía una de las ratios de suicidio más altas de toda Europa. Hicieron una política muy agresiva, con inversión, una estrategia, campañas de sensibilización, teléfonos, intervención en colegios, incluyeron los medios de comunicación… La tasa bajó mucho. Han demostrado lo que sabíamos: el suicidio se puede prevenir”, explica.

Pero en España hay tantas acciones contra el suicidio como comunidades autónomas. (...)

A falta de un teléfono específico y común de prevención del suicidio, brotan las iniciativas de entidades y Administraciones locales. José María Sánchez, secretario técnico del Teléfono de la Esperanza (717 003 717), que atiende 24 horas, siete días a la semana, resume gráficamente su papel: “Nosotros somos una tirita en mitad de un problemón, hacemos lo que podemos con nuestros recursos limitados”. Cuentan con 1.650 voluntarios a los que se da formación y con 300 psicólogos en las sedes presenciales. El año pasado recibieron más de 160.000 llamadas, un incremento del 38% respecto a 2019. De ellas, 4.935 eran de temática suicida, 205 con el suicidio en curso, es decir, que se había iniciado alguna acción con el fin de quitarse la vida. (...)

El suicidio es un problema de país, coinciden las voces consultadas, y faltan respuestas para las víctimas y también para sus familiares. Cecilia Borràs perdió a su hijo, de 19 años, en 2009. “Me sentí muy sola. Estuve dos años en terapia individual, pasé un año sin poder pronunciar la palabra suicidio”. No encontró a nadie que hubiera vivido lo mismo que ella, “ni había casi formación en duelo por suicidio”. 

Así que ella, psicóloga, se puso a estudiar y fundó la asociación Después del Suicidio. En los últimos años han proliferado estas asociaciones de supervivientes, un lugar donde sentirse escuchados, comprendidos, no juzgados. Pero hace falta mucho más, reclama Borràs. “Cuando ocurre, y esto es muy doloroso, muchas veces te das cuenta de que hubo señales, pequeñas conductas o verbalizaciones, como expresiones de desesperanza o un futuro muy negro, que no estamos entrenados para ver”, dice. “Para prevenir el cáncer de mama, nos hacemos exploraciones. Pero no estamos orientados para prevenir el suicidio”.                    (María Sosa Troya , Jessica Mouzo , El País, 26/07/21)

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