"Menos de dos meses después del inicio de la Operación Flechas del Norte, con la ofensiva de las IDF estancada justo sobre la frontera libanesa, el guión de la guerra de 2006 está a punto de repetirse. De hecho, parece estar en camino un acuerdo de alto el fuego, quizá hoy mismo. Aunque, hasta que sea oficial, todo es posible...
Los rumores sobre la firma de un acuerdo de alto el fuego (debería anunciarse hoy o mañana) entre Israel y Líbano son cada vez más insistentes. Y esto por sí solo da la medida del paradójico enredo de este conflicto.
Por quedarnos en los dos aspectos más llamativos, podemos observar cómo, por un lado, el interlocutor oficial es el gobierno libanés. Curioso, si pensamos que el ejército libanés se ha mantenido prácticamente al margen del conflicto, que ha tenido como protagonistas a Hezbolá y, en pequeña medida, a otro partido-milicia chií, Amal. En este sentido, es indicativo, sin embargo, que en el lado libanés, las negociaciones hayan estado dirigidas por Nabih Berri, presidente del Parlamento, pero aliado político de Hezbolá. Por otro lado, tenemos la paradoja de EEUU, que es a todos los efectos un actor plenamente activo en el conflicto, no sólo a nivel político-diplomático, sino también a nivel operativo como apoyo al esfuerzo bélico israelí. Estados Unidos está jugando tres partes de la misma obra: la de participante activo en la guerra como proveedor militar de Israel, la de mediador en las negociaciones y, por último, la de garante del comité que tendrá la tarea de verificar el cumplimiento de los términos del acuerdo. En efecto, un alto el fuego (que probablemente será temporal) conviene a Estados Unidos, Hezbolá e Israel por diferentes razones.
Washington podrá presumir de un éxito diplomático y poner fin a la pésima temporada de Biden con una nota alta. Tel Aviv podrá salir de la trampa libanesa y dar un respiro a las IDF. Líbano pondrá fin por fin al sufrimiento de la población civil, mientras que Hezbolá podrá reconstruir sus unidades de combate y sus estructuras logísticas.
Pero, como ya he dicho, lo más probable es que el acuerdo sea efímero y, si no se encuentra una solución global en ningún caso (incluyendo así a Gaza, Cisjordania y -de hecho- Irán), el conflicto estará inevitablemente destinado a reexplotar.
Veamos ahora los términos del acuerdo, sus ambigüedades y sus riesgos.
Fundamentalmente, se trata de restablecer la aplicación de la Resolución 1701 de la ONU, teóricamente en vigor desde hace 18 años. En comparación con el texto de la Resolución, hay básicamente dos novedades: el acuerdo contemplaría un refuerzo de la presencia de la FINUL a lo largo de la frontera y la creación de este comité de vigilancia que verificaría el cumplimiento de los acuerdos. Lo que en cambio no cambiaría serían las condiciones relativas a los beligerantes. Israel debería retirar sus fuerzas del territorio libanés, Hezbolá debería retirarse más al norte.
Sin embargo, como ya se ha dicho, la cuestión presenta márgenes de ambigüedad. Al fin y al cabo, la 1701 estaba teóricamente en vigor desde 2006, pero nunca se ha aplicado plenamente. Los puntos más controvertidos, en los que el mecanismo puede atascarse fácilmente, son de nuevo dos, y se refieren a la retirada mutua de las fuerzas de combate. Como es obvio (porque ya lo ha sido), el incumplimiento de los términos por parte de uno servirá para justificar las deficiencias del otro. Según el acuerdo, Israel debe retirar sus fuerzas armadas del territorio libanés. Obviamente, Tel Aviv quiere decir con esto que las IDF se retirarán de los territorios que han invadido desde octubre, mientras que Beirut quiere decir de todos los territorios libaneses ocupados, incluyendo por tanto las granjas de Sheeba (de las que Israel debería haberse retirado en 2006). Esto es, como mínimo, improbable que ocurra. Esto se debe a que Netanyahu ya está luchando duramente para que la parte más extremista de su gobierno acepte el acuerdo (hoy está prevista una manifestación en Tel Aviv para rechazar el alto el fuego). Por lo tanto, ya podemos dar por hecho que habrá un motivo (suficientemente polémico) para paralizar la plena aplicación del acuerdo.
Otro punto de presumible desacuerdo es el del desarme: la resolución pide el desarme de todos los «grupos armados» del Líbano, pero la constitución libanesa no considera a Hezbolá un «grupo armado» y la mayoría de la clase política libanesa cree que Hezbolá está exento de esta cláusula. En resumen, todo apunta a que simplemente se restablecerá el statu quo anterior a la invasión israelí.
Existe, por último, un margen de riesgo. En efecto, el acuerdo estipula que las condiciones deben aplicarse en un plazo de 60 días, lo que pone el plazo en manos de la administración Trump, que Netanyahu cree que será aún más favorable que la actual. La administración Trump instalada, a la cabeza del CS, tendrá la autoridad para determinar si, quién y por qué razón está violando los términos de la negociación.
A corto plazo, a Israel le interesa un alto el fuego, aunque sólo se aplique parcialmente. Un alto el fuego hoy permitiría de hecho a las IDF poner fin a las numerosas bajas en el sur del Líbano, enviar a algunos de los reservistas a casa y devolver a sus hogares a casi cien mil colonos previamente evacuados del norte del país. Aunque esto puede exacerbar las tensiones en la mayoría, sería prescindible como victoria, especialmente si va acompañado de una narrativa que presente la campaña terrestre como un éxito. A medio plazo, sin embargo, Netanyahu necesita que la guerra continúe de algún modo para que su gobierno (y su carrera política) puedan continuar. Por lo tanto, tarde o temprano puede verse tentado a abrir otro frente o a volver al ataque contra Líbano.
Mientras tanto, hay dos cosas seguras. La primera, y más importante, es que la población civil libanesa puede poner fin a su sufrimiento y pensar en la reconstrucción. La segunda es que, como predije fácilmente, esta tercera guerra libanesa también acabó como la segunda: las IDF atacan, no consiguen abrirse paso, en algún momento las bajas se vuelven demasiado importantes, momento en el que interviene la mediación internacional para sacar a Israel de apuros.
Así pues, Hezbolá gana también esta guerra, infligiendo a Israel una derrota sobre el terreno aún peor que en 2006."
(Enrico Tomaselli , Giubbe Rosse News, 25/11/24, traducción DEEPL)
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