"El presidente Mazón no ha estado a la altura que la situación requería y debe pagar, y no sólo políticamente, por las graves consecuencias de sus actuaciones, de su negligencia.
En mi país la lluvia no sabe llover. Lo cantaba –y como en tantas otras cosas tenía razón– Raimon. Y es verdad: tenemos un país en el que la lluvia no sabe llover. O llueve poco o llueve demasiado. Si llueve poco es la sequía. Si llueve demasiado es la catástrofe.
Y “catástrofe” es la palabra más adecuada para definir todo lo que hemos vivido desde el martes por la tarde, esa furia hídrica que ha arrasado la Ribera, la Plana de Utiel y l'Horta, donde ha dejado un panorama de devastación del que nos costará mucho recuperarnos.
Pero todo el dinero que pueda costar la tragedia no es nada ni tiene importancia junto a la escalofriante cifra de muertes. En el momento de redactar este artículo editorial ya hablamos de noventa y dos personas muertas, lo que seguramente significa que cuando esparza el agua y se pueda hacer el recuento final habremos sobrepasado el centenar.
Un centenar de vecinos nuestros que, simplemente, no deberían haber muerto.
En un país donde la lluvia no sabe llover existen inconvenientes que no pueden ser evitados.
Pero hay situaciones que pueden ser evitadas –y deben serlo. Concretamente los fallecidos de esta tragedia.
Esperança Camps elaboró ayer a mediodía esta cronología que acorrala y acusa al presidente de la Generalitat Valenciana. Y es él quien debe dar explicaciones de su negligencia criminal. Hora a hora, minuto a minuto y decisión a decisión.
Fue Mazón quien dijo –y después ha intentado borrar su rastro– que todo iba bien y que la situación se estabilizaría y amainaría a partir de las seis de la tarde. Y a las siete el agua se lo llevaba todo a Paiporta, antes de que la Generalitat avisara a la población del peligro que corría.
Pero por la mañana los técnicos ya habían avisado de que la situación era muy peligrosa. Contradicente de forma significativa y pública el mensaje de la Generalitat.
Se sabía que ese episodio de lluvias sería grave. Se sabía que sobresaldrían barrancos y rieras. Se sabía que peligrarían las zonas urbanas atravesadas por estos barrancos y rieras.
La lluvia no se podía evitar, pero se podía haber evitado que los ciudadanos estuvieran en la calle, que no entendieran que debían refugiarse y que no fueran conscientes de que les peligraba la vida.
Se ha muerto gente porque corrió al garaje a sacar el coche y nunca más volvió. Se han muerto abuelos que, simplemente con un poco de tiempo y tranquilidad, habrían podido subir un piso, ¡tan sólo un piso!, y salvar la vida. Se han muerto trabajadores al pie de una fábrica donde nadie había ordenado cesar la actividad, por prudencia, a la vista de la alarma meteorológica.
Las alarmas oficiales llegaron tarde. Que a un cadáver le suene el móvil en el bolsillo avisándole del peligro que corre no le sirve de nada, ya. El presidente Mazón, sea por el miedo a reconocer su imprudente decisión de eliminar la Unidad de Emergencias de la Generalitat, sea por esa obsesión que tiene de hacer ver siempre que todo va bien, sea porque es un incompetente y no está preparado para desempeñar el cargo, no estuvo a la altura que la situación requería. Y debe pagar por las graves consecuencias de sus actuaciones.
Y cuando digo que debe pagar no quiero decir tan sólo políticamente, con una dimisión, que es la única salida digna que tiene. También hablo, después, de un juicio penal. Porque los muertos, esa cifra que hace desgarrarse y nos llena de lágrimas los ojos, no son por la gota fría, por el cambio climático o por la urbanización salvaje y equivocada de la huerta. Los fallecidos son por la negligencia de Carlos Mazón. Son nuestros muertos y son su culpa."
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