"(...) Ya hace algunos días de la publicación de los datos de ocupación de la primera parte del año y esconden un drama importante.
Me estoy refiriendo a que por primera vez en la historia España supera los 16 millones de personas inactivas.
Normalmente los datos de la Encuesta de Población Activa sólo se centra
en parados y ocupados y obvia ese otro grupo social.
El asunto es
relevante porque de los primeros dependen los ingresos por cotizaciones
que pagan las pensiones, y no han hecho más que menguar en los últimos
cinco años, hasta situarse en poco más de 22 millones de personas. Y
porque los segundos no aportan al sistema, al no estar ocupados ni
buscando empleo. Serían estudiantes, personas trabajando en tareas
domésticas, incapacitados y, ¡ojo! jubilados.
Algunos datos que traicionan la hipotética bonanza en el mercado laboral nos dicen que en el primer trimestre del año se cerró con 124.100 ocupados menos
que el anterior, la mayor parte, 94.700 personas, decidieron no buscar
trabajo y abandonaron la población activa. Al mismo tiempo, los
inactivos aumentaron en 158.000 personas respecto al cierre de 2017.
(...) el mercado laboral cuenta con el máximo histórico de 16,1 millones de
inactivos y una tasa de actividad del 58,46%, el nivel más bajo de los
últimos doce años. (...)
Resulta que ese histórico de inactivos se le suma una tasa de actividad de vértigo, casi un 60%. Nunca habíamos estado en esa tormenta perfecta de la desgana.
Hemos pasado por momentos malos, pero eran coyunturales aunque fueran
de largo recorrido.
Ahora, por el contrario, el problema es técnico,
estructural y de tendencia sociológica, no sólo económica. Pocos
se dan cuenta que el sistema económico y el modelo de crecimiento
español fabrica inactivos y reduce paulatinamente la tasa de actividad. (...)
Recordemos que la ‘tasa de actividad’ es un índice que mide el nivel de actividad en el empleo de un país. Se
calcula como el cociente entre la población activa y la población en
edad de trabajar. Es una variable pocas veces nombrada pero muy
importante en el crecimiento económico a largo plazo de un país, y tiene
igual o mayor importancia que la productividad de éste.
El propio FMI ya nos ha avisado que, de seguir este ritmo, la tasa de actividad caerá por debajo del 50%.
De hecho, el casi 60% actual es una cifra propia de países en vías de
desarrollo y no de uno englobado en la Europa ‘de vanguardia’ en la que
teóricamente vivimos.
El mismo FMI advierte de que como nos pongamos la
pilas con políticas de choque el problema puede ser bíblico. Nos
advierten de que el envejecimiento de la población mermará de forma
considerable la tasa de participación en el mercado laboral.
Según
las previsiones demográficas de Naciones Unidas, el porcentaje de esta
participación laboral bajará un promedio de cinco puntos y medio en los
próximos 30 años si no hay políticas que lo eviten, con España en el
grupo de los peor parados. Por cierto, el mismo nivel que se estima para
Bélgica, Italia y Portugal. No estaremos solos.
Pero si ya es preocupante para lo que significa laboral y socialmente este casi seguro descenso de la tasa de actividad, lo peor estaría por llegar en el ámbito de la productividad.
Un descenso de la tasa de actividad de 5,5 puntos como el que el FMI
proyecta se traduce en un recorte de la producción de tres puntos
porcentuales en una economía desarrollada. En España no hay manera de
crear empleo creciendo por debajo del 2,4%, por lo que hagan cuentas. (...)
¿Cómo lo solucionamos? Pues con algo que tiene que ver, como he dicho muchas otras veces, con modificar el modelo productivo
y crecimiento de este país, atrayendo talento tecnológico, inmigración
laboral de otros países y estimulando el ahorro privado.
No sólo
poniendo robots se arreglan las cosas, hay que prepararlo todo para que
sean efectivos, productivos y complementarios al sistema que tengamos.
De momento, seguimos en el anden, esperando un tren que podría ser que
ya pasó. Lo veremos pronto. Cuando anuncien el horario del próximo
convoy." (Marc Vidal, 04/05/18)
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