14.12.24

Macron, un presidente luchando por sobrevivir a sus artilugios de político profesional, consigue la que sin duda será la joya de su corona republicana: reconstruir en cinco años, con un presupuesto ajustado en 800 millones, una catedral devastada que nos retrotrae al siglo XIII. El sueño cumplido de un narciso con su punto de megalomanía. Lo que no logra en la política lo consigue en un monumento secularizado que representa el Poder y la Tradición. En un país centralizado para bien desde hace siglos, hoy agotado y casi en almoneda, la apuesta de Macron no le servirá de mucho, salvo para un pie de página en la historia. Eso y decir “estoy vivo y cumplo”... En una sociedad francesa asustada de sí misma, endeudada hasta las cachas, como todas, ahí es donde aterrizó Trump en su condición de cónsul de un Imperio que puja por mantenerse, víctima también de su megalomanía... Que aterrizara en París para asentar su poder en un lugar y en un momento tan crítico para los europeos como inquietante para los suyos, es una jugada maestra, reconozcámoslo (Gregorio Morán)

 "En 1969, cuando Mario Vargas Llosa escribía grandes novelas y no había alcanzado todavía la categoría de farandulero aristocrático, nos fascinó a todos con un libro durísimo titulado “Conversación en La Catedral”. Una historia sobre el mundo en que habitaba un estudiante ya en la edad madura, Santiago Zavala, donde se recogía una pregunta que se haría célebre: “¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?”. La supuesta catedral peruana no era más que una taberna con un portón antiguo al modo de los viejos edificios religiosos. Lo traigo a capítulo porque la reinaguración del Notre Dame de Paris me evocó aquel texto que imagino ya debe estar perdido en la memoria de algún lector cancelado.

Hay espacios que el tiempo transfigura. Imaginar una catedral del medievo convertida en lugar de cita de los poderosos es algo que ni siquiera Napoleón consiguió cuando se hizo coronar emperador. En política nada se improvisa y cuando sucede algo en apariencia sorprendente no es más que una señal de que no hemos entendido bien las realidades cambiantes y hacemos el ridículo.

 (...) Macron, un presidente luchando por sobrevivir a sus artilugios de político profesional, consigue la que sin duda será la joya de su corona republicana: reconstruir en cinco años, con un presupuesto ajustado en 800 millones, una catedral devastada que nos retrotrae al siglo XIII. El sueño cumplido de un narciso con su punto de megalomanía. Lo que no logra en la política lo consigue en un monumento secularizado que representa el Poder y la Tradición. En un país centralizado para bien desde hace siglos, hoy agotado y casi en almoneda, la apuesta de Macron no tiene traducción al lenguaje de la política parlamentaria que le enfrenta al colapso. Un consuelo que no le servirá de mucho, salvo para un pie de página en la historia.

Eso y decir “estoy vivo y cumplo”, algo insólito en la política; no por lo del vivir sino en lo del cumplir, tratándose de un tribuno que dice y se desdice, que miente y discursea, que se equivoca y no asume sus fracasos. Como muchos, pero ahí queda el cumplimiento al que todos pronosticaban que tampoco esta vez consumaría. Habrá que pensar que los asesores de Donald Trump son bastante más avispados que nuestros expertos institucionales del “todo a cien”. Que aterrizara en París para asentar su poder en un lugar y en un momento tan crítico para los europeos como inquietante para los suyos, es una jugada maestra, reconozcámoslo. En un Notre Dame reconstruido, de un gótico limpio del polvo de los siglos, y de la calefacción (leña y carbón) que le pusieron en el XIX. En una sociedad francesa asustada de sí misma, endeudada hasta las cachas, como todas, ahí es donde aterrizó Trump en su condición de cónsul de un Imperio que puja por mantenerse, víctima también de su megalomanía.

¡Es la historia, idiota! Si no has entendido nada y necesitas que venga un magnate avasallador e ignorante como Donald Trump para explicártelo, es señal de que tenemos la sensibilidad política de los elefantes. Ahora que los paquidermos están prohibidos en nuestros circos habrá que complacernos en que se exhiban nuestros representantes institucionales. Volver a La Catedral-Taberna sin la posibilidad de hacernos la pregunta de Zavalita sobre cuándo se jodió el Perú."                 ( Gregorio Morán , Vox Populi,   

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