"En lo que sigue pasamos revista a datos de las elecciones del 26 de octubre y agregamos algunas reflexiones sobre la coyuntura política y la táctica socialista.
El primer dato es que, con 9,2 millones de votos -40,7%-, LLA ha aumentado su base, su organización territorial, y su peso político. Se impuso por un punto en provincia de Buenos Aires, donde 50 días antes había perdido por 14 puntos. Triunfó en Córdoba y Santa Fe, con votaciones que superaron el 40% de los votos. Ganó con gran ventaja en CABA. Y se impuso en Mendoza, Entre Ríos, Misiones, Chaco, Salta, Jujuy, La Rioja, San Luis, Neuquén, Río Negro, Chubut y Tierra del Fuego. Obtuvo 64 nuevas bancas en Diputados y 13 en Senadores. Mucha gente de izquierda tiende a minusvalorar estos avances. Deberían reflexionar sobre estos números.
En segundo lugar, el peronismo con Fuerza Patria y listas aliadas se impuso en Catamarca, La Rioja, Formosa, La Pampa, San Juan, Santa Cruz y Tucumán. En total, 7,28 millones de votos, el 31,7%. Por fuera de LLA y Fuerza Patria quedaron, con el 28% de los votos a nivel nacional, el rejunte Provincias Unidas, el FIT-U (casi 900.000 votos) y partidos provinciales.
El otro dato destacable es que no fueron a votar 12,9 millones de personas, el 32% del padrón. Además, 1,2 millones de personas votaron en blanco o anularon su voto.
Avance de la ultraderecha, demanda de unidad en la clase dominante
El triunfo electoral lleva a que el gobierno de Milei sea ahora la apuesta de los empresarios, los grandes medios de comunicación, el FMI, la banca internacional (J.P. Morgan) y el gobierno de EEUU. Todo indica que se abre un escenario de mayor unidad en la clase capitalista y sus partidos, con respaldo, por ahora, de Trump. Concretamente, la demanda a Milei es que sea factor de unificación para sostener el ajuste fiscal y las reformas “pendientes”, en primer lugar la laboral (véase más abajo).
De ahí la agenda de negociaciones de LLA con fuerzas que apoyan lo fundamental de su política: con Pro, (24 diputados); con Provincias Unidas (11 diputados), UCR y la Liga del Interior (7); Coherencia y MID (6, ex libertarios). Más diputados del “peronismo peluca” de Raúl Jalil (Catamarca) y Osvaldo Jaldo (Tucumán). Además, LLA ya tiene acuerdos con los gobernadores Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Alfredo Cornejo (Mendoza), Claudio Poggi (San Luis), Leandro Zdero (Chaco) y Jorge Macri (CABA).
La crisis, corrida cambiaria y el efecto amenaza de Trump
En los días previos a las elecciones la suerte de Milei parecía sellada. “El sueño de Milei de una Argentina violeta está hecho trizas”, escribió un analista de la izquierda radical apenas 24 horas antes de las elecciones. Había elementos para esa afirmación. Entre ellos, la economía estancada en los dos últimos trimestres; el gobierno sufrió derrotas en el Parlamento (a los vetos a las leyes de Emergencia en Discapacidad, de Emergencia Pediátrica en el Hospital Garrahan y de Financiamiento a las Universidades); las denuncias por corrupción (3% para Karina); la vinculación con el narcotráfico (Espert y Villaverde); y antes la estafa $LIBRA. También el creciente descontento social por la caída de los ingresos de los trabajadores y de las jubilaciones.
En ese escenario, se sumó una persistente y cada vez más amplia demanda de dólares. El gobierno recurrió primero a los dólares del blanqueo (festival para el lavado de dineros sucios); luego a los US$ 20.000 millones del FMI; y siguió el adelanto de liquidación de las exportaciones con la reducción hasta mitad de año de las retenciones. Pero continuó la salida de divisas, con un banco central con reservas en negativo. Se agregaron entonces ventas del Tesoro por US$2200 millones; emisión de títulos dólar link por US$ 5300 millones; ventas de futuros por US$ 6700 millones. Todo era devorado por la demanda, nada parecía bastar. Fue en ese maremágnum que se insertó el auxilio de Trump y el Tesoro de EEUU a Milei.
Aquí entraron a jugar las ventas de dólares del Tesoro de EEUU. Fueron intervenciones de, se calcula, unos US$ 400 millones diarios, hasta totalizar US$ 2000 millones, aproximadamente. Se acompañó de la inyección de US$ 7000 millones en los tres días que duró el levantamiento de las retenciones. La demanda se comió rápidamente también esos dólares. Aunque lo que terminó frenando la corrida, y en el techo de la banda cambiaria, fue la intervención de EEUU. El gobierno llegó entonces a las elecciones sostenido en tubos de oxígeno estadounidenses.
Es en este marco que deben considerarse las advertencias de Trump a los argentinos: “si no votan bien, nos retiramos, no les damos dinero”. Acoplado al mensaje de Milei “si no votan a LLA es el caos”. Esto en un país con una larga saga de crisis cambiarias, financieras, profundas recesiones, desvalorizaciones masivas de activos, inflación crónica y episodios de hiperinflación (desde fines de los 1960 la moneda argentina perdió13 ceros). Además, con un creciente descreimiento de las masas trabajadoras en lo que fue su tradicional referente ideológico y político, el peronismo. Significativamente, Fuerza Patria no presentó alternativa alguna frente al chantaje de Trump. Apenas intentó con el slogan “Braden – Tump versus Perón – Axel”, que no movió a nadie.
El chantaje de “la huelga de inversiones”
En la nota anterior, “Soberanía, capitalismo, dependencia”, señalamos que el chantaje de Trump es una expresión particular de la presión y amenaza de los capitales, globalizados y nacionales, los organismos internacionales y los Estados más poderosos, sobre los países dependientes y atrasados. En otros términos, el chantaje no es producto de alguna “maldad” particular de Trump y de Bessent, (aunque sean sujetos despreciables), sino es una expresión de la naturaleza de la relación de explotación capitalista. Después de todo, el obrero acepta entregar “libremente” trabajo gratis al capitalista so pena de morirse de hambre. El capital es, esencialmente, poder del propietario sobre el que no dispone más que de su fuerza de trabajo. Trasladado al plano de las relaciones entre países, el capital internacionalizado es poder sobre los Estados atrasados y dependientes. Esa es la lógica que encierra la amenaza de Trump. Hace décadas, en Argentina, la amenaza era “si no votás de manera adecuada vienen los militares y se acaba la democracia”; también “si votás a la izquierda habrá guerra civil y caos”. Ahora el mensaje es “si no votás bien, la economía del país estallará y tendremos hiperinflación”, etcétera.
La reforma laboral
El gobierno y la prensa anuncian que una de las primeras reformas a encarar por el gobierno es la laboral. Ente las medidas que se barajan: reducción de las indemnizaciones; su pago en cuotas de hasta 12 meses; facilitación de las contrataciones y los despidos; límites al derecho de huelga (con la excusa de “servicios esenciales”); ampliación de la jornada laboral; posibilidad de que las patronales fragmenten el período de vacaciones; posibilidad de que se establezcan convenios por empresas; subas de salarios condicionadas al aumento de la productividad.
Estos programas están siendo elaborados en los equipos del gobierno en colaboración con estudios jurídicos, algunos ligados a grandes grupos económicos y cámaras empresarias. Todo indica que hay un acuerdo y unidad de clase sustancial en torno a estos objetivos. No solo de las grandes empresas. Amplios sectores del empresariado medio y pequeño acuerdan. El conflicto es de clase. Incluso aflora el chantaje “o los trabajadores ceden posiciones, o seguimos sin invertir, o contratando en negro”.
Los conflictos obreros
En los meses que antecedieron a las elecciones en diversas publicaciones de izquierda se sostuvo que el gobierno estaba golpeado y hasta acorralado por movilizaciones masivas. Entre ellas, por la defensa de la universidad pública; en solidaridad con los trabajadores del Garrahan; contra el desfinanciamiento a los discapacitados; los paros de docentes; las marchas de los jubilados; las manifestaciones contra el genocidio palestino; los conflictos en defensa de puestos de trabajo o contra suspensiones en la industria (como fue el caso Acindar). De ahí había un paso a caracterizar la situación como de “ascenso de luchas generalizadas”. Sin embargo, el cuadro de conjunto apuntaría a una caracterización más moderada. Veamos:
En 2024: Según registros de la Secretaría de Trabajo, Empleo y Seguridad Social del Ministerio de Capital Humano, el nivel de conflictividad laboral en el sector privado observado durante el segundo semestre de 2024 ha sido el más bajo de los últimos 19 años. Esta información surge del análisis de la evolución histórica de los conflictos con paro, incluyendo las jornadas individuales, y la cantidad de trabajadores huelguistas.
Se registraron 14 conflictos con paro en promedio por mes durante el segundo semestre de 2024, el menor número desde 2006. En comparación con el pico de 47 conflictos en 2014, esto representa una disminución del 71%.
Asimismo, el promedio mensual de trabajadores huelguistas ha sido de 15.155, lo que representa el mínimo verificado durante el mismo periodo y una disminución drástica respecto del 2008, cuando el número ascendía a más de 100 mil. En 2024, también se registraron 42.575 jornadas individuales no trabajadas por paros, una de las cifras más bajas de la serie histórica en contraste con las 180.000 jornadas de 2009.
Junio de 2025: El Ministerio de Capital Humano, a través de la Secretaría de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, informa que durante el mes de junio de 2025 hubo una reducción del 10% respecto al mismo mes del año anterior y una caída del 22% en comparación con mayo de 2025, dichas cifras positivas en el sentido de la baja sobre la conflictividad laboral, se dan en el marco del registro de 46 conflictos laborales con paro.
Sobre la cantidad de trabajadores huelguistas hubo un descenso del 34% interanual y del 61% en relación a mayo de 2025, esto surge de un total de 249. 709 personas. En cuanto a las jornadas individuales no trabajadas, las mismas registraron una caída del 28% respecto a junio de 2024 y del 57% frente a mayo de 2025, sobre un total de 338.721.
En el ámbito privado se registró un descenso en los tres indicadores: los huelguistas se redujeron un 94%, las jornadas no trabajadas disminuyeron un 73% y los conflictos con paro retrocedieron un 44%, lo que amplió la proporción estatal del total de conflictos del 67% en junio de 2024 al 78% en junio de 2025. En contraste, en el ámbito público hubo un descenso del 1% en la cantidad de huelguistas y una caída del 15% en las jornadas no trabajadas.
Por otro punto, y muy claramente en los últimos meses, han disminuido en número y masividad las movilizaciones de desocupados y movimientos sociales.
Cerramos este apartado señalando que esta situación no puede explicarse solo, ni tal vez principalmente, por “la traición” de los dirigentes sindicales. ¿O es que ya no rige aquella vieja advertencia «setentista” de “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”?
La pérdida de poder del peronismo
La votación que obtuvo el peronismo no puede calificarse de “desastre”. Más de 7 millones de votos no es una cifra desdeñable. Pero se inscribe en una lenta pendiente descendente. Después de todo, el peronismo tuvo casi 2 millones de votos menos que los obtenidos en 2023. Y en algunos lugares de influencia tradicional el desempeño fue decisivamente malo. En Salta, Jujuy y Misiones Fuerza Patria salió tercera, con menos del 20% de los votos.
Hay pues un proceso de desgranamiento en militancia y apoyos. Además, estamos ante una llamativa ausencia de algún programa y estrategia que puedan atraer y convencer a las masas populares. En 2023 Kicillof llamó a “dejar de lado los discursos y las propuestas nostálgicas del peronismo”, a “dejar de vivir de Perón, Evita, Néstor y Cristina”, y a “componer una canción nueva, no una que sepamos todos”.
Pasaron dos años. ¿Qué compuso? ¿Acaso la “nueva canción” es la alianza con los dirigentes de la CGT? ¿Es el homenaje a Rucci? ¿O son intendentes como Fernando Espinoza (el feminismo agradecido)? ¿O acaso es el “frente patriótico” con lúmpenes como Insaurralde? ¿Qué programa, qué alternativa progresista para las masas trabajadoras es esa supuesta “nueva canción”? Respuesta: cero, por donde se lo mire.
Un problema fundamental
En una nota de mayo de este año, refiriéndonos también a las elecciones, escribimos:
“… el problema fundamental que afrontamos, como militantes socialistas, es explicar por qué, ante el callejón sin salida al que el peronismo ha conducido a las masas trabajadoras, estas giran hacia la derecha, o consienten, con la abstención, el avance de la ultraderecha y de partidos patronales que llevan adelante la ofensiva sobre salarios, jubilaciones, regímenes laborales, educación y salud, etcétera”.
El problema sigue planteado. Millones de trabajadores han votado por LLA y por partidos y candidatos afines a las ideas de LLA, o dispuestos a colaborar con ella. Entre ellos, partidos y movimientos provinciales, e incluso gobernadores peronistas amigos de LLA, como son los casos de Jalil, de Catamarca, y Jaldo de Tucumán. Millones no fueron a votar porque no ven salida, están desanimados y defraudados. De nuevo, ¿por qué la crisis política e ideológica no es capitalizada (o apenas lo es), por la izquierda?
Una cuestión a la que debería prestarse atención –la hemos planteado en otras notas- es que a los ojos de las masas trabajadoras, en Argentina y en el mundo, no hay alternativa al sistema capitalista. En especial, la caída de la URSS y el resto de los “socialismos reales”, y el giro de China y Vietnam al capitalismo, jugaron un rol crucial para que se instalara esa conciencia. Situación que se agravó con el desastre, una verdadera tragedia, a la que ha conducido el chavismo a Venezuela. Más de ocho millones de venezolanos emigrados que “certifican” que el socialismo es un desastre. A lo que se suma el fracaso del MAS en Bolivia; la restauración de una dictadura en Nicaragua; la crisis y estancamiento de la economía cubana, para citar algunos de los casos más relevantes. Y, como si todo eso no bastara, en ese cambalache que suele armar la derecha, se suman “los comunistas Alberto Fernández, Cristina Fernández y Axel Kicillof”.
Muchos compañeros de izquierda, sin embargo, piensan que basta con llamar a la lucha, agitar algunas (pocas) “consignas solución” (del tipo “no pagar al FMI”) y presentarse como consecuentes nacionalistas, para revertir la situación. Pero no es así. En periodos de confusión, de retroceso de los ideales socialistas, incluso de desánimo, hay que dar importancia a la lucha ideológica (la “batalla cultural”), poner en primer lugar lo que Trotsky llamaba “el trabajo preparatorio”, la propaganda y la crítica. Naturalmente, esta posición no niega la importancia de las luchas reivindicativas y en defensa de conquistas (como las que va a atacar la reforma laboral). Pero es imprescindible acompañarlas de la crítica que vaya al hueso, a las cuestiones esenciales. En este punto las (a veces increíbles) vulgarizaciones del marxismo en aras de ganar votos y bancas, son de nula ayuda.
Terminamos repitiendo el final de la nota de mayo: es importante abrir un debate sobre estas cuestiones. El voto de millones de explotados a LLA, al Pro, a alianzas provinciales ultra reaccionarias; el consentimiento de millones de trabajadores a las direcciones sindicales conciliadoras; el giro hacia salidas individualistas –apoliticismo, desesperanza en que se pueda cambiar algo- son datos que no se pueden desconocer. Hay que mirar de frente a las dificultades. Es la base y condición para establecer una política socialista."
(Rolando Astarita, blog, 30/10/25)
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