"Durante el último año, los comentaristas rusos se han convertido en gran medida en «trumpólogos». Cualquier declaración del presidente de los Estados Unidos, y a menudo hay varias al día, se convierte en objeto de la más atenta atención y de un activo debate. Dado que las declaraciones de Trump a menudo contradicen a las anteriores, seguir el hilo de sus pensamientos resulta una actividad apasionante, una especie de montaña rusa virtual. Es emocionante.
Sin embargo, no hay que entusiasmarse demasiado. La táctica de
Trump es, en general, comprensible. A veces es grosero y amenazante,
otras veces adulador y tranquilizador. A veces es amigo, otras veces
enemigo. Es más importante comprender si hay alguna estrategia detrás de
esta táctica. En los nueve meses de la segunda presidencia de Trump se
ha acumulado suficiente material para sacar conclusiones preliminares.
En
primer lugar, Trump aspira a convertirse en el presidente más grande de
la historia de Estados Unidos. Su estrategia se centra principalmente
en alcanzar la grandeza personal.
En segundo lugar, busca aplastar a los competidores económicos de Estados Unidos.
En tercer lugar, aspira a ganarse la fama de pacificador global, tanto para sí mismo como para Estados Unidos.
Para Rusia, lo importante es precisamente el tercer punto. Para
Trump, la paz es en realidad una tregua. No tiene ni el deseo ni la
paciencia para lograr un verdadero acuerdo de paz. Lo principal es
reunir en un solo lugar a los representantes de las partes en conflicto
y, elevándose por encima de ellos, anunciar la llegada de la «paz». A
Trump no le interesa lo que suceda después: la responsabilidad de la
reanudación de las guerras recaerá sobre otros, mientras que él seguirá
siendo el pacificador. Cuando esta fórmula no funciona, Trump se
«enfada», se «cansa», se «decepciona» y amenaza con utilizar la fuerza
para obligar a los intransigentes a aceptar sus condiciones de paz.
Con
Rusia, esta fórmula no funciona. Lamentablemente, tampoco funciona la
fórmula rusa con Trump: explicar al presidente estadounidense cuáles son
las causas profundas de la crisis ucraniana y por qué las condiciones
propuestas por Moscú no son «maximalistas», sino mínimamente necesarias
para lograr una paz duradera. Trump vive el «aquí y ahora», la historia
no significa nada para él. Como resultado, el diálogo con él lleva ya
ocho meses, y la «luz al final del túnel» aparece y desaparece.
Hay una razón externa importante para ello. A pesar de su inmensa
«grandeza», Donald Trump no es una figura totalmente independiente. No
es el «zar de América» ni el «emperador del mundo occidental». No puede
ignorar a sus vasallos europeos, independientemente de lo que piense de
ellos personalmente. Y mucho menos puede ignorar a sus compañeros
republicanos y a sus oponentes demócratas en Estados Unidos,
prácticamente unánimes en su actitud hostil, por no decir rusófoba,
hacia Rusia. No puede y no podrá hacerlo.
La «operación diplomática especial» (nombre que juega con la denominación rusa de la invasión d Ucrania, calificada de “Operación Militar Especial”
N. del T.), el diálogo de los dirigentes rusos con el presidente Trump,
fue útil. Demostró a los socios de Rusia el sincero deseo de Moscú de
alcanzar una paz justa y duradera. Demostró al ejército ruso y al pueblo
ruso el compromiso de los dirigentes del país con los objetivos
declarados de la Operación Militar Especial. Por último, demostró a los
propios dirigentes rusos los límites de las posibilidades de Donald
Trump. A pesar de la cancelación o el aplazamiento de la nueva reunión
entre Putin y Trump, el diálogo entre el Kremlin y la Casa Blanca
continúa, pero ya en dos «vías» paralelas: Lavrov-Rubio y
Dmitriev-Whitcoff. Sin embargo, hay que comprender la función de la
diplomacia en la guerra. Consiste en fijar los resultados obtenidos en
el teatro de operaciones. Una operación diplomática especial puede ser
útil, pero no puede sustituir a una operación militar especial."
(Dmitri Trenin , Director del Instituto de Economía Militar Mundial y Estrategia de la Escuela Superior de Economía, en Rafael Poch, blog, 31/10/25, fuente Kommersant)
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