"La presencia operativa de los cárteles criminales latinoamericanos se ha incrementado durante los últimos años en España. Ahora Barcelona, Cádiz, Madrid o Málaga son ciudades en las que estas redes delictivas operan con facilidad. El periodista Mauricio Hdez. Cervantes abre la reflexión sobre una situación que ha hecho saltar las alarmas de seguridad en toda Europa.
Este fenómeno no es otra cosa que un (otro) relato de fronteras invisibles: un
país europeo que descubre, con inexplicable asombro, que las guerras
del narco, las que creía propias de las series de Netflix, también se
libran en sus calles.
Ya lo
decía Goethe: "Lo más difícil de ver es lo que está delante de nuestros
propios ojos". Desafortunadamente, la cita describe una realidad que ha
cobrado tal relevancia que ya es imposible de ignorar. Imposible,
porque con mayor frecuencia encontramos titulares en los que la palabra "narco" coprotagoniza historias judiciales junto a nombres de ciudades como Barcelona, Málaga, Madrid o Cádiz.
Desde la era de Sito Miñanco, a finales de los años ochenta, los
puentes transatlánticos invisibles entre la Galicia más olvidada y la
Colombia más peligrosa quedaron establecidos. Y, dos décadas después, una investigación de la revista mexicana Proceso confirmó la presencia de células del cártel del Chapo Guzmán —considerado en 2010 como el narcotraficante más poderoso y rico del mundo, por la revista Forbes— en distintos puertos españoles —y europeos—…
Por lo tanto, si hoy nos sorprendemos es porque, sencillamente, no
habíamos querido verlo; no obstante, estaba justo ahí, delante de
nosotros.
Lo cierto es que fue más fácil mirar hacia otro lado durante las dos primeras décadas de este siglo. Pero, hoy, eso, ya resulta inútil. Italia, España y Portugal son tres de las grandes puertas para el mercado de la cocaína en Europa. Sería pecar de una inocencia virginal el creer que los operadores de las redes criminales son meros transportistas. En este medio ya lo hemos sostenido en repetidas ocasiones: el dinero sucio no tiene patria, y la única forma de ponerle rostro a los operadores más poderosos del hampa es siguiendo los flujos de los capitales blanqueados.
Hoy, España está siendo no solo el escenario de reyertas y trapicheos de poca monta, sino que también es ya un centro logístico de transporte y distribución de droga en Europa. La presencia de miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación, o del Tren de Aragua, confirma la hipótesis. Y, al respecto, preguntas muy incómodas flotan en el aire, así como dudas que sugieren respuestas muy difíciles. El crimen organizado nunca opera solo, y nunca es del todo extranjero, entonces, ¿quién (quiénes) abren las puertas en España y en Europa, y quién recibe (y multiplica) ese dinero incapaz de ser declarado?, ¿quién pone a disposición del narcotráfico sus medios de transporte y chalets, y quién mira para otro lado en las aduanas, puertos y controles fronterizos?
Un tren criminal latinoamericano con estaciones europeas
Segunda estación: Barcelona. La capital catalana se convirtió en la puerta europea de entrada del Tren de Aragua: una organización criminal nacida como una pandilla venezolana de gran complejidad, a la cual Estados Unidos ya elevó al grado de grupo terrorista. El 6 de noviembre, la Policía Nacional desmanteló una de sus células. Eran trece miembros; entre ellos estaba, Gerso Isaac Guerrero Flores, el hermano del líder mundial de esa mega pandilla. La detención se efectuó en un chalet de la periferia barcelonesa donde los criminales fabricaban tusi (la nueva droga conocida como cocaína rosa, que no tiene una composición exacta, lo que eleva el riesgo de toxicidad. Puede llevar cocaína, ketamina, metanfetaminas, además de cualquier cantidad de compuestos tóxicos y letales), traficaban cocaína y extorsionaban. A raíz de este operativo, se descubrieron otros laboratorios clandestinos, así como un mapa criminal que incluye a otras ciudades como Madrid, Valencia, o A Coruña.
Tercera estación: Madrid y Ávila. Esta historia recuerda al mito griego de la Hidra de Lerna: un monstruo pantanoso al que, cuando le cortaban una de sus nueve cabezas, en su lugar crecían otras dos. Resulta que un operativo conjunto entre la DEA (Drug Enforcement Agency, de Estados Unidos), el Gobierno de los Países Bajos y la policía española, llamado Operativo Oyamel (como símbolo de un árbol mexicano que se ramifica sin control), desmanteló la que se consideraba como "la oficina del Cártel Jalisco Nueva Generación en Europa". Desde un chalet en Ávila se gestionaba la llegada y transporte de cocaína al continente, pero, tras la operación, aparecieron conexiones con Bilbao, Talavera de la Reina y Valencia. También sucedió este mes y veinte personas fueron arrestadas (quince de ellas ingresaron en prisión provisional). ¿Qué incluía la incautación? Casi dos mil kilos de cocaína, 375 kilos de anfetaminas, cerca de 300.000 euros en efectivo, además de criptomonedas con un valor de 15.000 euros, tres armas de fuego, quince vehículos, y catorce kilos de plata. Uno de los datos importantes de este caso es que fue detenido un empresario español, del que aún no se ha revelado la identidad. ¿Por qué no sabemos todavía su nombre? El silencio, dicen, es también una respuesta.
Al margen de la incomodidad de las preguntas antes planteadas, quizá la única que exige una respuesta urgente es: ¿en qué momento España pasó de ser una frontera para el crimen organizado a un territorio de operaciones?"
(Mauricio Hernández Cervantes, Agenda Pública, 26/11/25)
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