"La cara del locutor era un poema. Acababa de cambiar de
tercio, para hacer intervenir al público. El invitado se estaba
creciendo y, al fin y al cabo, jugaba fuera de casa. Era el momento de
hacérselo notar. “¿Cuántos de ustedes obtienen seguro médico a través de
su puesto de trabajo?” Se levantaron casi todas las manos en un salón
de actos abarrotado.
El presentador continuó: “¿Y cuántos estarían
dispuestos a hacer el cambio a un sistema de seguro estatal, como el que
propone el senador?” El tiro de la cámara se abrió para comprobar la
desbandada general, reflejo inequívoco –ay– del éxito del modelo de
sanidad privada estadounidense. Nada más lejos de la realidad. Las manos
no bajaron y la sala prorrumpió en vítores.
El invitado era Bernie Sanders, candidato, una vez más, en las
primarias del Partido Demócrata para la presidencia de los Estados
Unidos. Y la ocasión, un encuentro con votantes en la cadena FOX News,
era un campo de minas que el senador de Vermont supo convertir en
oportunidad de oro para difundir su mensaje y dibujarse como alternativa
viable al gobierno de Donald Trump.
Siempre pedagógico, Sanders había arrancado su intervención
despejando balones fuera sobre un dato que se había planteado como
incómodo: en 2016, y coincidiendo con su primer intento de alcanzar la
presidencia, Sanders había ganado un millón de dólares. El extremo había
trascendido al hacer públicas el veterano político sus declaraciones de
la renta.
El presentador de la FOX le apretó varias veces por esa vía,
acusándole de pertenecer al 1% de los más ricos al que el senador
fustiga en sus discursos. Pero Sanders, que debe su exponencial aumento
en ingresos a los derechos de autor de un libro, no cedió un centímetro:
“Si alguien pretende que venga yo aquí a pedir disculpas por haber
escrito un best-seller, no pienso hacerlo”, dijo tras señalar
que grandes corporaciones como Netflix o Amazon no pagan nada.
Ante la
insistencia del presentador, se dirigió directamente a él, elevando el
tono. “Sea yo, usted (que probablemente gana mucho más dinero que yo) o
quien sea, creo que los ricos y las grandes empresas que ganan miles de
millones deberían empezar a pagar lo que deben en impuestos”.
Sanders logró colocar su mensaje en tierra hostil gracias a un agudo
desdoble en el discurso: se mostró conciliador con los votantes que
intervinieron para hacerle preguntas, a menudo incómodas, al tiempo que
duro y cortante con los presentadores, y por extensión con la cadena.
Así lograba cuadrar el círculo al dejar intactas sus credenciales de outsider y presidenciable capaz de pescar fuera de su burbuja de convencidos, en las antípodas de la audiencia de la FOX.
“Ustedes háganme preguntas honestas y yo les responderé con
honestidad”, espetó a los presentadores poco después de arrancar.
“¿Saben qué? No todo el mundo estaba de acuerdo en que yo viniera a este
programa. Su cadena no es precisamente muy respetada en mi mundo, pero
yo pensé que era importante estar aquí y tener una discusión seria sobre
asuntos importantes.”
La presencia de Sanders en la FOX había sido muy criticada por
importantes voces del Partido Demócrata y el movimiento progresista. Al
fin y al cabo, la cadena, propiedad del magnate australiano Rupert
Murdoch, ha sido durante décadas un ingrediente fundamental del caldo de
cultivo de miedo y odio sin el que hubiera sido imposible el desarrollo
del trumpismo. (...)
Hay en el ecosistema del centroizquierda estadounidense una querencia
por el vilipendio de los casi 63 millones de estadounidenses que votaron
a Trump. Desde medios progresistas y tertulias de opinión se proyecta
una imagen de un enorme bloque racista, intolerante e inculto, que
además se engloba bajo el término “clase trabajadora blanca”.
Esta
caracterización no tiene que ver con la realidad –Trump perdió
por un 11% las elecciones entre la mitad más pobre del país, y sólo
mejoró los resultados de sus predecesores republicanos entre los
votantes más ricos– pero sigue pesando mucho. (...)
Funciona como un cepo. Y al aparecer en la FOX, Sanders se libró de él.
“Sé que muchos de vosotros votasteis a Trump”, dijo el senador en una
nota previa a su intervención en la cadena. “Pero os mintió. Os dijo
que iba a llevar la sanidad a todo el mundo. Pero sus políticas van
camino de dejar a 30 millones de personas más sin seguro. Os dijo que su
plan fiscal no beneficiaría a los ricos. Y os volvió a mentir.
El 83%
de los beneficios van al 1% más rico. ¿Cómo se le explica eso a la gente
que votó a Trump si uno no habla con la gente que votó a Trump?”. Una
vez en el estrado, Sanders profundizó sobre sus diferencias con Trump en
el asunto que atañía más directamente a sus interlocutores. De pronto,
el enemigo no eran los trabajadores mexicanos ni los gobiernos
asiáticos, sino los patrones del gran capital.
“Están ante un senador
que no sólo votó en contra del NAFTA (el acuerdo de libre comercio entre
Estados Unidos, México y Canadá que firmó Bill Clinton y abrió en canal
las economías de la región a la deslocalización del empleo), sino que
marchó en los piquetes junto a los sindicatos. Votó contra el CAFTA, se
opuso firmemente al Acuerdo Transpacífico. ¿Y por qué? Estaba muy claro
que estos acuerdos estaban escritos por corporaciones multinacionales
contra los intereses de los trabajadores estadounidenses”.
El senador continuó, abandonando un tono pausado y pedagógico para
adoptar otro más reivindicativo.
“Déjeme sugerir algo que no creo que
sea una idea muy radical: los trabajadores estadounidenses no tendrían
que competir contra la gente desesperada del mundo que gana un dólar o
dos al día. Creo que tenemos una responsabilidad moral de aupar a los
pobres del mundo, y no sólo a los de los países ricos. Pero se puede
hacer eso sin una subasta a la baja. Soy muy cercano a los sindicatos, y
cuando hablo con trabajadores de sindicatos y me dicen: ‘Nuestro jefe
nos ha dicho: Si no aceptáis este recorte de salarios o de condiciones
sanitarias, nos trasladaremos a México o a China, donde la gente está
dispuesta a trabajar por casi nada’. Así que necesitamos el comercio. El
comercio es algo bueno, pero necesitamos una política de comercio que
funcione para las familias trabajadoras, y no sólo para las grandes
corporaciones”, concluyó.
Sanders no escatimó palabras duras con Trump, al que acusó de ser un
“presidente peligroso” y un “mentiroso patológico”, incapaz “de decir la
verdad sobre dónde nació su padre”, pero lanzó un aviso a sus
contrincantes en las primarias demócratas: “Si todo lo que hacemos es
centrarnos en él, perderemos. Lo que tenemos que hacer es desarrollar
una agenda que se ocupe de las necesidades de los trabajadores. Cuando
hagamos eso, ganaremos, y por goleada”.
El senador desplegó la agenda universalista y redistributiva de
siempre, con el espíritu didáctico que acostumbra. Habló de sanidad
estatal de acceso gratuito, de progresividad fiscal, de reforma
educativa para acabar con las tasas universitarias. Rechazó que “el país
más rico en la historia de la humanidad” no pueda permitirse medidas
que cuentan con apoyo mayoritario entre la ciudadanía. En definitiva,
situó el ideario del socialismo democrático, algo hasta hace bien poco
inimaginable, en el corazón del aparato cultural del capitalismo más
salvaje.
“El socialismo democrático para mí pasa por crear un Estado y una
economía y sociedad que funcionen para todos y no sólo para el 1% más
rico”, explicó Sanders a un votante invitado al programa.
“Pasa por
terminar con las desigualdades absurdas que existen hoy en día. Y quiero
dejarlas claras, porque no es algo que vayan a escuchar demasiado en
FOX ni en los medios en general: El pueblo estadounidense tiene que
concluir si creemos que es apropiado que tres familias tengan tanta
riqueza como la mitad de abajo de la sociedad estadounidense, 160
millones de personas. Si es apropiado que el 1% de arriba tenga más que
el 92% de abajo. Si está bien que el 49% de los ingresos vayan al 1%
cuando mucha gente que está viendo este programa tiene dos trabajos
solamente para sobrevivir. Así que, para empezar, queremos crear un
sistema de gobierno que funcione para todos nosotros y queremos crear un
sistema político que se base en una persona un voto, y no en que los
multimillonarios compren elecciones”. (...)
En esos términos, la intervención fue un éxito sin paliativos. Dos
millones seiscientas mil televidentes la siguieron en directo, lo que la
convirtió en el acto de precampaña demócrata más visto, duplicando en
audiencia a un acto del propio Sanders en la CNN semanas antes. Decenas
de millones más compartieron extractos del programa, de hora y media de
duración, por redes sociales. Donde había sembrado críticas casi
unánimes por aceptar la invitación de la FOX, Sanders cosechó elogios
casi unánimes.
La web de noticias POLITICO, que toma el pulso mejor que nadie
al sentir de los corrillos de poder en Washington, proclamó: “Sanders se
enfrenta a la FOX… Y emerge triunfador”. El Washington Post recalcó que la intervención del senador “sugiere que a Trump se le puede derrotar”. VICE News declaró “victorioso” a Sanders, mientras que The Atlantic,
a menudo duro con él, reconoció que la incursión en territorio hostil
“valió la pena”, ya que sirvió para “pinchar la burbuja de la FOX”. (...)
La jugada de Sanders ya crea escuela. La semana siguiente a su aparición
en la FOX, un puñado de rivales en las primarias demócratas anunciaban
que participarían en programas similares en la cadena. (...)
El patinazo del presentador con el asunto de la sanidad, que se hizo
viral en las redes en cuestión de minutos, rubricó el éxito de la
estrategia del senador. ¿Y si hubiera vida más allá de la reproducción
de las diferencias identitarias entre los de abajo? ¿Y si la white working class
no fuera un enemigo a batir sino un sujeto en disputa? ¿Acaso no
convendría salir a pescar votos, y conquistar conciencias, en los vastos
caladeros declarados proscritos por quienes se juegan casi todo en que
nada cambie?
El silencio que recorrió el centro del plató
ultraconservador al ver las manos en alto de un público elegido por la
FOX en un bastión trumpista, y sin embargo exaltado por la idea
de la sanidad universal, demostró que aquella noche, en aquel centro
cultural, se había roto algo. (...)" (Álvaro Guzmán Bastida, CTXT, 29/05/19)
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