"Thomas Ostermeier es un gigante rubio de un metro noventa y, sobre todo, uno de los mejores directores de escena europeos. (...)
Pero ahora ha sido el libro Regreso a Reims,de Didier Eribon,
el que ha situado su trabajo bajo los focos. La obra del filósofo
francés describe cómo el fracaso de la izquierda ha empujado a los
obreros y a la clase media a los brazos de la extrema derecha. De
regreso en Reims tras la muerte de un padre al que odiaba, Eribon
descubre que todos sus familiares, tradicionalmente comunistas, se han
convertido en fervientes votantes del Frente Nacional. (...)
Durante nuestra entrevista en Milán, Ostermeier nos explica: “A finales
de los años ochenta, yo era okupa y combatía a los fascistas en la
calle. No son nuevos para mí. Pero el monstruo vuelve a asomar: estaba
medio oculto y hace unos años volvió a salir a la luz”. (...)
La gran diferencia entre Eribon y su adaptador teatral es que este
último no se encontró sorpresas al regresar a casa. “En mi familia no
hubo cambios. Siempre supe cómo eran”. Un padre militar, un abuelo
prisionero en Siberia hasta 1956 y una familia paterna vinculada al
régimen nazi que no se avergonzó tras la Segunda Guerra Mundial. El
ascenso de la AfD no lo cogió por sorpresa.
“Siempre he sabido que
seguían ahí. Por las conversaciones con mi familia, o en la escuela, o
con otras familias de nuestro entorno”. ¿La explicación? “Está la capa social
que propone Eribon, pero también otra que no solo existe en Alemania, o
eso me temo, sino también en Flandes, Italia, Francia y la España
posfranquista”.
¿Nacida de frustraciones y humillaciones? “No, en
absoluto. Sentirte frustrado puede llevarte a la izquierda o a la
derecha. Cuando veo las imágenes de los disturbios de Chemnitz, pienso
que, en el fondo, el 20% de la sociedad alemana es xenófoba, homófoba,
misógina, violenta, peligrosa y fascista. También tiene que ver con
ciertas reminiscencias del Tercer Reich que llevaban mucho tiempo
soterradas y ahora vuelven a la superficie. No tiene nada de
sorprendente”.
Luego cita al filósofo Max Horkheimer: “El que no quiera hablar del
capitalismo tampoco debería hablar del fascismo”, y añade: “Creo que
ambos están relacionados”. Nosotros dejamos responder a Thomas Pikkety,
que recientemente declaraba en Le Soir: “La lucha de clases
está bien, pero la lucha de ideas es más importante”... Ostermeier
asiente. “Como escribe Eribon, hay que elaborar una teoría de la clase
obrera sin ensalzarla, sin ignorar que puede ser racista, homófoba y
misógina. Es el deber de la izquierda.
La extrema derecha ha comprendido
perfectamente a Piketty. Sabe muy bien que para conseguir que la
sociedad dé un vuelco a la derecha, debe cambiar el pensamiento de la
gente. Y lo está consiguiendo. Su estrategia es muy intelectual y
académica. Y, más que en su presencia en los Parlamentos, su gran
victoria radica en el hecho de que nuestro discurso se desliza hacia la
derecha”.
La obsesión del director de escena es seguir conectado a la clase
media, que es mayoritariamente la que llena los teatros. “Ella es el
mayor peligro para nuestras sociedades. ¿Se inclinará hacia la extrema
derecha?, ¿ya lo está haciendo?, ¿o hacia la socialdemocracia? La
historia nos enseña que cuando el fascismo asciende y la clase media se
radicaliza ya es demasiado tarde”.
¿Y qué hacer para que la clase media no se deslice hacia el fascismo?
“No dar cuerda a la extrema derecha, no imitarla. Esta era en todo caso
la opinión de un hombre que experimentó la idea como presidente de la
República francesa. Lo explicaba recientemente el ensayista y periodista
francés Jean-François Kahn en una crónica publicada en Le Soir:
“En 2002, Jacques Chirac derrotó a Jean-Marie Le Pen con un 82% de los
votos. Pero sus electores fueron mayoritariamente de izquierdas. Era una
ocasión de oro para superar las lógicas partidistas y las divisiones
tradicionales. En vez de eso, formó un Gobierno UMP-UMP, con Sarkozy
como ministro de Interior.
Qué gran oportunidad perdida. Fue uno de sus
peores errores en tres décadas de carrera y así me lo reconoció”. ¿Por
qué mencionar todo esto? Porque la semejanza entre aquellos
acontecimientos y los programas de gobierno y las estrategias políticas
de las últimas semanas no parece estrictamente fortuita." (Beatrice Delvaux es redactora sénior de Le Soir. El País, 14/10/19)
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