"¿Cómo puede la humanidad evitar que la próxima pandemia sea tan desastrosa como ésta, en la que han muerto hasta 15 millones de personas? La semana pasada, los países de la Organización Mundial de la Salud se reunieron en Ginebra para empezar a debatir un acuerdo de preparación ante una pandemia. Uno de los principales objetivos es desarrollar rápidamente nuevas curas y vacunas, así como la capacidad de hacerlas llegar a todos los habitantes del planeta.
Aunque nadie sabe todavía qué recomendará finalmente la OMS, es posible predecir una cosa que no hará: suavizar las sanciones de Estados Unidos a la industria biotecnológica cubana, que tiene los medios para desarrollar vacunas y tratamientos de vanguardia y compartirlos con países que no pueden permitirse los elevados precios de las empresas farmacéuticas del primer mundo.
Esto es un error.
Durante la crisis del covid-19, Estados Unidos tuvo la oportunidad de compartir su tecnología de vacunas con el mundo, y el no hacerlo prolongó la pandemia dentro y fuera del país. En junio de 2022, un alto funcionario de la administración Biden admitió que la variante omicron, que ha sido responsable de más de 300.000 muertes en Estados Unidos y más de 1,5 millones en todo el mundo, podría no haber surgido nunca si el mundo hubiera estado suficientemente vacunado en 2021.
Lo que es menos conocido es que Cuba tuvo la misma oportunidad de ayudar a vacunar al mundo. La historia de cómo Cuba fue sistemáticamente bloqueada en su intento de hacer que sus propias vacunas altamente eficaces estuvieran ampliamente disponibles ofrece lecciones cruciales.
El capítulo más reciente de esta historia comenzó en el verano de 2021. La variante delta estaba asolando la India y abriéndose camino por todo el mundo. Las nuevas vacunas ofrecían esperanza, pero los países con menos recursos no podían conseguirlas ni por amor ni por dinero. Aunque Estados Unidos y Europa donaron dosis, sus esfuerzos apenas bastaron para resolver el problema mundial. Y lo que es más importante, estos gobiernos no pudieron persuadir a las empresas que habían financiado para que compartieran las tecnologías que podrían haber permitido a otros países fabricar vacunas por sí mismos. En este sombrío panorama, fue sorprendente saber que Cuba había fabricado dos vacunas eficaces contra el coronavirus partiendo de cero, y luego se comprometió a compartir su propiedad intelectual en todo el mundo.
"Nos dimos cuenta de que no tendríamos dinero para comprar vacunas para nuestro pueblo, así que tuvimos que fabricar las nuestras, y tuvimos que hacerlo en muy poco tiempo", nos dijo recientemente Rolando Pérez Rodríguez, director de ciencia e innovación de BioCubaFarma. En agosto de 2021, uno de los laboratorios de BioCubaFarma también produjo un refuerzo. Ambas demostraron una eficacia superior al 90 por ciento, a la par de las principales vacunas occidentales.
El costo de desarrollar estas vacunas fue de 50 millones de dólares, según BioCubaFarma, mucho menos que los miles de millones invertidos por el gobierno de Estados Unidos y los cientos de millones invertidos por Alemania en las suyas.
Sorprendentemente, Cuba llegó a exportar casi tantas dosis de vacunas como las que utilizó en su país, suministrando a Venezuela, México, Vietnam, Siria, Nicaragua, Bielorrusia e Irán. Pero aunque muchos países de África y Asia meridional también necesitaban desesperadamente vacunas, no aprovecharon la oferta de Cuba.
Para explicar por qué no lo hicieron, debemos remontarnos a 1962, cuando entró en vigor el embargo económico de Estados Unidos contra Cuba. Desde entonces, la escalada de sanciones, que Estados Unidos ha aplicado ejerciendo una presión política y financiera constante, ha aislado a Cuba no sólo de Estados Unidos, sino también de forma efectiva del mundo. Las duras penas por violar las sanciones estadounidenses han garantizado que instituciones y gobiernos las cumplan en exceso de forma rutinaria.
Cuba podría haber pedido a la OMS que certificara sus vacunas para facilitar que otros países las compraran con ayuda internacional. Pero no podía permitirse comprometerse con la OMS después de que el presidente Donald Trump no solo revirtiera las leves reformas de las sanciones introducidas por su predecesor, sino que también designara a Cuba como estado patrocinador del terrorismo. Esto ha significado que, incluso en los países donde es legal realizar transacciones con Cuba, pocos bancos están dispuestos a arriesgarse a fuertes multas y sanciones penales por ser percibidos como un apoyo al terrorismo.
Las relaciones cubano-estadounidenses son una cuerda floja política, pero los nuevos tiempos exigen nuevas medidas. El mundo ha cambiado desde 1962. El espectro que lo acecha hoy no es el comunismo, sino otra emergencia sanitaria mundial. Hay pocos indicios de que la administración Biden vaya a presionar a las empresas farmacéuticas estadounidenses para que compartan sus inventos médicos con el mundo. Pero el presidente Biden podría dar un paso de gigante hacia la seguridad sanitaria mundial si diera marcha atrás en las políticas draconianas de la administración Trump con respecto a Cuba. Si fuera más allá y permitiera nuevas excepciones en el régimen de sanciones de Estados Unidos, entonces Cuba podría seguir desarrollando -y compartiendo- vacunas y tratamientos innovadores para las enfermedades del mundo.
Más de tres años después, es obvio que el mundo reaccionó mal ante la aparición del coronavirus, que se perdieron vidas innecesariamente. Pero ahora hay tiempo para prepararse para la próxima pandemia, para poner rumbo hacia una distribución más equitativa de las tecnologías médicas. El antiguo embargo de Estados Unidos no sólo perjudica a Cuba. Está perjudicando al mundo."
(Achal Prabhala es coordinador del proyecto AccessIBSA, que lucha por el acceso a los medicamentos en India, Brasil y Sudáfrica... Vitor Ido es oficial de programas del Programa de Salud, Propiedad Intelectual y Biodiversidad del Centro Sur de Ginebra. The Washington Post, 01/06/23)
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