"Si hubo una imagen de 2024 que capturó las noticias del año, fue ésta: El Dr. Hussam Abu Safiya,
con una bata blanca de laboratorio, abriéndose paso entre los escombros
del hospital Kamal Adwan que dirigía -la última instalación médica
importante superviviente en el norte de Gaza- hacia dos tanques
israelíes, con los cañones de sus armas apuntándole.
El año pasado ha estado dominado por la muerte y la destrucción que Israel ha sembrado por todo el diminuto enclave.
Ha estado marcado por la matanza de decenas de miles de palestinos -las muertes que conocemos- y la mutilación de al menos 100.000 más; la inanición de toda la población; la nivelación del paisaje urbano y agrícola; y el borrado sistemático de los hospitales y el sector sanitario de Gaza, incluido el asesinato, la detención masiva y la tortura de médicos palestinos.
El 2024 estuvo dominado, además, por un creciente consenso de las autoridades jurídicas y de derechos humanos internacionales de que todo esto equivale a un genocidio.
He aquí una imagen, de los últimos días del año, que lo decía todo. Mostraba a un médico solitario -que había arriesgado su vida para mantener operativo su hospital mientras era asediado por las fuerzas israelíes, golpeado por proyectiles y drones israelíes, y cuyo personal era abatido por francotiradores israelíes- dirigiéndose valientemente hacia sus exterminadores, y los de su pueblo.
Había pagado un precio personal, tanto como sus pacientes y su personal. En octubre, su hijo de 15 años, Ibrahim, fue ejecutado durante una incursión israelí en el hospital. Un mes después, él mismo resultó herido por la metralla de un ataque israelí contra el edificio.
El 27 de diciembre, el hospital ya no podía resistir la salvaje embestida israelí. Cuando un altavoz exigió a Abu Safiya que se acercara a los tanques, se puso en marcha sombríamente a través de los escombros.
Fue el momento en que la lucha del hospital Kamal Adwan por proteger la vida llegó a su fin de forma repentina; cuando la genocida maquinaria de guerra israelí se apuntó una victoria inevitable contra el último reducto de humanidad en el norte de Gaza.
La imagen fue también la última conocida de Abu Safiya, tomada minutos antes de su supuesta «detención» -su secuestro- por soldados israelíes, y de su desaparición en el sistema de campos de tortura de Israel.
Tras días afirmando que no tenía conocimiento de su paradero, el ejército israelí confirmó finalmente que lo mantenía incomunicado. La admisión parece haberse producido sólo gracias a una petición a los tribunales israelíes de un grupo local de derechos médicos.
Según un número creciente de informes, Abu Safiya se encuentra ahora en el más notorio de los centros de tortura israelíes, Sde Teiman, donde los soldados fueron grabados en vídeo el año pasado violando a un preso palestino con una porra hasta romperle las entrañas.
La esperanza es que Abu Safiya no sufra el destino de su colega, el doctor Adnan al-Bursh, antiguo jefe de ortopedia del hospital al-Shifa de Gaza. Tras cuatro meses de malos tratos en la prisión de Ofer, los guardias abandonaron a Bursh en su patio, desnudo de cintura para abajo, sangrando e incapaz de mantenerse en pie. Murió poco después.
Los informes de las agencias de derechos humanos y de las Naciones Unidas -así como los testimonios de los guardias del campo que han denunciado los abusos- hablan de palizas sistemáticas, inanición, abusos sexuales y violaciones de prisioneros palestinos.
Israel ha acusado a Abu Safiya, el pediatra más conocido de Gaza, de ser un «terrorista» de Hamás. Ha secuestrado a otras 240 personas del hospital Kamal Adwan que, según afirma, son «sospechosos de terrorismo» -supuestamente, sobre todo pacientes y personal médico- y están retenidas en condiciones igualmente horripilantes.
Lógica psicótica
Según la lógica psicótica de Israel, cualquiera que trabaje para el gobierno de Hamás en Gaza -es decir, cualquiera como Abu Safiya empleado en una de las principales instituciones del enclave, como un hospital- cuenta como terrorista.
Por extensión, cualquier hospital -por caer bajo la autoridad del gobierno de Hamás- puede ser tratado como un «bastión terrorista de Hamás», como Israel ha calificado a Kamal Adwan. Ergo, todas las instalaciones médicas deben ser destruidas, todos los médicos «detenidos» y torturados, y todos los pacientes «evacuados» por la fuerza.
En el caso de Kamal Adwan, a los heridos, los enfermos graves y los que estaban a punto de dar a luz se les permitió 15 minutos para desenganchar sus goteros, salir de sus camas de enfermos y dirigirse al patio destrozado. A continuación, el ejército israelí prendió fuego al hospital.
Una «evacuación» de este tipo sólo significa una cosa: que se deja morir a los pacientes por sus heridas, enfermedades o desnutrición, y cada vez más también por el frío.
Un número creciente de bebés han estado muriendo de hipotermia mientras sus familias se acurrucan durante las noches de invierno bajo lonas, sin mantas ni ropa adecuada, en los campamentos de tiendas de campaña que se han convertido en el hogar de la mayor parte de la población de Gaza.
La fotografía de la rendición de Abu Safiya dejó demasiado claro quién es David y quién Goliat; quién es el humanitario y quién el terrorista.
Sobre todo, demostró cómo las clases política y mediática de Occidente han pasado los últimos 15 meses promoviendo una gran mentira sobre Gaza. No han tratado de poner fin al derramamiento de sangre, sino de encubrirlo, de excusarlo.
Esto podría explicar por qué la imagen más definitoria de 2024 apenas aparecía en los medios del establishment, y mucho menos en sus portadas, cuando Abu Safiya fue secuestrado por Israel y su hospital destruido.
La mayoría de los redactores y editores gráficos extranjeros -dependientes de los sueldos de sus multimillonarios propietarios- parecían preferir pasar de largo la fotografía noticiosa del año. Los medios sociales, sin embargo, no lo hicieron. Los usuarios de a pie la difundieron por todas partes. Comprendieron lo que mostraba y lo que significaba. (...)
Fosas comunes
Cabe destacar que ninguno de la corriente de médicos occidentales de alto nivel que trabajaron como voluntarios en Gaza informó a su regreso a casa haber visto rastro alguno de los «terroristas de Hamás» armados que supuestamente se arrastraban por los hospitales en los que habían trabajado.
Estos médicos occidentales rara vez fueron entrevistados por los medios de comunicación como contrapunto a la interminable desinformación de Israel, que creó la racionalización para que Israel arrasara los hospitales y centros médicos de Gaza con total abandono.
Los soldados invadieron los hospitales uno tras otro, destruyendo las salas, los quirófanos y las unidades de cuidados intensivos.
Cada «evacuación» forzosa creaba su propio reguero de miseria. A los bebés prematuros se les dejó morir de hambre o de frío dentro de sus incubadoras. Los enfermos graves fueron obligados a abandonar sus camas. Las ambulancias que intentaron recogerlos fueron voladas por los aires. Y cada vez, el personal médico de Gaza era acorralado, despojado de su ropa y desaparecido.
Los periodistas occidentales tampoco mostraron mucho interés por el descubrimiento de cadáveres sin identificar en fosas comunes improvisadas en los terrenos de los hospitales después de que los soldados israelíes hubieran terminado sus asaltos: cuerpos decapitados o mutilados, o que mostraban indicios de haber sido enterrados vivos.
Por estas y otras razones, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU concluyó la semana pasada que los hospitales de Gaza, «el único santuario donde los palestinos deberían haberse sentido seguros, se convirtió de hecho en una trampa mortal».
Del mismo modo, un funcionario de la Organización Mundial de la Salud, Rik Pepperkorn, observó: «El sector sanitario está siendo sistemáticamente desmantelado». La OMS está buscando en el extranjero tratamiento urgente para salvar la vida de más de 12.000 personas, añadió. «Al ritmo actual, se tardarían entre cinco y diez años en evacuar a todos estos pacientes en estado crítico».
En otra declaración de la semana pasada, dos expertos de la ONU advirtieron de que la detención arbitraria de Abu Safiya formaba «parte de un patrón de Israel para bombardear, destruir y aniquilar por completo de forma continua la realización del derecho a la salud en Gaza».
Señalaron que, además de las redadas masivas, al menos 1.057 profesionales sanitarios y médicos palestinos habían sido asesinados hasta la fecha. (...)
Sin
control, el destino final de Israel fue siempre hacia el genocidio. Se
trata de una compulsión ideológica incrustada en las nociones israelíes
de supremacía étnica y de «elegidos». (...)
La visión de Mad Max
Incluso después de que la CPI emitiera órdenes de detención contra Netanyahu y Gallant en noviembre, los dirigentes israelíes continuaron con su incitación explícita al genocidio.
La semana pasada, ocho legisladores de la comisión de asuntos exteriores y defensa del parlamento israelí escribieron al nuevo ministro de defensa, Israel Katz, exigiéndole que ordenara la destrucción de las últimas fuentes de agua, alimentos y energía en el norte de Gaza.
Fue precisamente la actual inanición de la población de Gaza por parte de Israel lo que hizo que Netanyahu y Gallant fueran acusados de crímenes contra la humanidad.
Mientras tanto, la destrucción del hospital Kamal Adwan despeja el terreno para una nueva política en el norte de Gaza: lo que Israel denomina escalofriantemente «chernobilización».
Llamada así por el reactor nuclear soviético de Chernóbil, esta política considera la presencia palestina en Gaza como una amenaza comparable a la fuga radiactiva de 1986. El objetivo de los militares es borrar toda la infraestructura palestina sobre y bajo tierra, haciéndose eco de los esfuerzos de emergencia soviéticos para contener la radiación de Chernóbil.
¿Adónde nos lleva esto?
Louise Wateridge, oficial superior de emergencias de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, señaló el fin de semana que Israel estaba acelerando el colapso social total de Gaza al expulsar a la Unrwa del enclave.
La legislación israelí que entrará en vigor a finales de este mes prohibirá a la agencia para los refugiados operar en Gaza para proporcionar a las familias los escasos alimentos y refugio disponibles, dado el bloqueo de la ayuda por parte de Israel.
También, a falta de hospitales, privará a Gaza de sus últimos servicios sanitarios significativos. Wateridge señaló: «La Unrwa realiza algo así como 17.000 consultas sanitarias al día en la Franja de Gaza. Es imposible que otra agencia sustituya eso».
El peligro que subraya es que Gaza quede completamente sin ley. Las familias se enfrentarán no sólo a las bombas, los aviones teledirigidos asesinos y el programa de hambruna de Israel, sino también al gobierno distópico de bandas criminales.
Esto es exactamente lo que Israel pretende para Gaza. Como reveló un informe de Haaretz la semana pasada, tras la «chernobilización» del norte de Gaza, Israel está meditando planes para dejar que dos grandes familias criminales palestinas gobiernen el sur. Es probable que sean las mismas bandas que están saqueando los pocos camiones de ayuda que Israel permite entrar en Gaza, ayudando a Israel a privar a la población de alimentos y agua.
La visión israelí del futuro de Gaza es un cruce postapocalíptico entre la franquicia cinematográfica Mad Max y la novela de Cormac McCarthy La carretera.
Portada
Es posible que la trayectoria hacia el genocidio esté programada en la codificación del sionismo, pero ha sido tarea de los dirigentes occidentales, los medios de comunicación, el mundo académico, los grupos de reflexión e incluso las organizaciones de derechos humanos fingir lo contrario.
Han pasado décadas manteniendo la línea de lo que hace tiempo debería haber sido una narrativa occidental totalmente desacreditada: que Israel sólo fue alguna vez un santuario para los judíos frente al antisemitismo, que es «la única democracia de Oriente Próximo», que su ocupación es en gran medida benigna y sus asentamientos ilegales una medida de seguridad necesaria, y que el ejército israelí es «el más moral del mundo».
Esas ficciones se están deshaciendo más rápido de lo que la desinformación israelí puede aspirar a coserlas de nuevo.
Entonces, ¿por qué hacer más? Porque la «guerra de conciencias» de Israel no está dirigida principalmente a usted y a mí. Está dirigida a los líderes occidentales. No se trata de persuadirles de nada; el primer ministro británico Keir Starmer sabe perfectamente que se está produciendo un genocidio en Gaza, al igual que Donald Trump, el presidente entrante de Estados Unidos.
Simplemente no les importa, entre otras cosas porque no se puede llegar a la cima de un sistema político occidental a menos que se esté dispuesto a pensar de forma sociópata sobre el mundo. Hay un complejo industrial militar occidental al que aplacar, y corporaciones occidentales a las que servir que esperan mantener su dominio sobre la extracción mundial de recursos.
Por eso, en los últimos días de su presidencia, sin votos que ganar, Joe Biden ha abandonado la pretensión de «trabajar incansablemente por un alto el fuego» o de exigir que Israel envíe al menos 350 camiones de ayuda al día. En su lugar, ha anunciado como regalo de despedida a Israel otros 8.000 millones de dólares en armas, incluyendo municiones para aviones de combate y helicópteros de ataque.
No, el objetivo de la campaña de desinformación de Israel es proporcionar una tapadera. Es enturbiar las aguas lo suficiente como para ocultar el apoyo de los líderes occidentales al genocidio; darles una excusa para seguir enviando armas y ayudarles a eludir un juicio por crímenes de guerra en La Haya.
El objetivo es la «negación plausible»: poder afirmar que lo que era obvio no lo era demasiado, que lo que era conocido por los espectadores ordinarios no estaba claro para los que participaban directamente.
Los dirigentes occidentales saben que Israel se ha llevado a Abu Safiya -uno de los grandes sanadores de Gaza- a uno de sus campos de tortura, donde casi con toda seguridad le están haciendo pasar hambre, golpeando intermitentemente, humillando y aterrorizando, como a los demás reclusos.
La labor de Israel ahora es debilitar y destruir su resistencia física y mental, al igual que ha desmantelado los hospitales de Gaza.
El objetivo de Israel no es erradicar a «los terroristas». Es convertir Gaza en un páramo, un paisaje infernal, en el que nadie bueno, nadie que se preocupe, nadie que intente aferrarse a su humanidad pueda sobrevivir. Un lugar donde no existan médicos, los cooperantes sean un recuerdo y la compasión sea un lastre; un lugar donde gobiernen los tanques y las bandas criminales.
El trabajo de la clase política y mediática occidental es hacer que todo esto parezca lo más rutinario y normal posible. Su trabajo es adormecernos por dentro, vaciar nuestra capacidad de preocuparnos o resistir, dejarnos insensibles. Debemos demostrarles que se equivocan, por el bien de la Dra. Abu Safiya y por el nuestro propio."
( Jonathan Cook , blog, 08/01/25, traducción DEEPL)
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